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Ver la versión completa : soñadores



Gise
20/06/2007, 15:10
La borrachera del insomnio engendra visiones de grandeza en las que simplemente cree poder vencer las necesidades corporales y permanecer despierto 24, 36, 48 horas sin descansar los ojos y ceder lugar a sueños absurdos de asombrosa simpleza. Cuando la gente abre los labios sólo escucha música, un piano ansioso y una guitarra retraída, y si termina la mañana, lee a Sartre en el colectivo descubriendo que lo habría disfrutado más algunos años antes, cuando todavía no había dado tantas vueltas, o que lo disfrutará más en el futuro, cuando pueda dar aún más vueltas. El bamboleo y el cielo gris adormecen, no puede enfocar la vista, pero no protesta: es dulce el cansancio que acuna en la tarde de invierno en la que aún no dan las dos y la luz es tan poca y el olor tan fresco. Ya no está en el colectivo, camina apresurado hacia casa. Caen gotas, ligeros los pasos. Entonces, un trueno y el sobresalto, el vuelo de un pájaro que chilla, el olor que presagia tormenta, la tierra negra, la escena despojada, tan común y vacía. El camino es un camino, la casa, una casa, todo eso fragmentos de una escenografía, extraña como la costumbre. Es el vuelo de un pájaro, el chirrido de la reja al deslizarse, el calor del buzo, la pesadez de los ojos... la sensación de estar dormido, de vivir deslizándose por algo que no acaba de resultar familiar sin poder despertar, como un actor que no logra interpretar bien el papel escogido, pero que no puede -no quiere- renunciar a su rol. Y sin embargo, ¿qué importa el papel, el sentido, los absolutos, los ídolos y las ideas si en ese momento en que vuela el pájaro se da cuenta de que está soñando, y aminora la marcha para dejar de escuchar sus pasos y sentir el sonido de las gotas que todavía no caen, para asir el momento que se escapa, para abandonarse a la pura sensación por un segundo? Es el no-despertar del soñador que sabe estar soñando. Cuando alcance el refugio libre de gotas, entonces abrirá los ojos. Pero el momento posterior al trueno en el que se sacude el embotamiento de los sentidos es, quizás, ese momento fecundo antes de despertar y abandonarse a los pequeños placeres cotidianizados; es, quizás, el verdadero despertar en un segundo: el mirar el abismo, el tocar el absurdo, el no esperar, el no pretender, el construir todos los sueños del mundo.