Mircko
17/05/2007, 13:56
..... a alguien muy observador y ocurrente se le ocurrió escribir lo siguiente.....
Un poco extenso, pero vale la pena.....
¿Cómo sería si en vez de agrandar tantas lolas la cirugía plástica se empezara a dedicar a agrandar penes?
¿Se hablaría con la misma frivolidad y ligereza del asunto?
Si vamos a lo práctico, no hay nada más cómodo para una mujer que no tener nada de lolas.
Las lolas as son un garrón: saltan, se mueven, ocupan lugar, son un punto débil porque las piñas y codazos ahí duelen como en las testículos, hay que sostenerlas con corpiños porque aprietan, dan calor y dejan marcas rojas en la piel, no pueden usar musculosas sin nada abajo sin que las miren por la calle hasta hacerlas sentir incómodas y tienen que volver a casa a ponerse el molesto corpiño.
Lo más alarmante es que cuando una mujer habla de operarse las lolas, nadie cuestiona su decisión.
Muy por el contrario, en general, la apoyan con fervor.
Y la conversación toma ribetes surrealistas:
- “¿Y cuánto te pondrías de busto?”, “
- Y… me pondría 90, más no porque soy chiquita de espaldas”.
Ahí, todos opinan: “¡Ah, no! ¡Ya que te vas a operar, ponete mucho, así se nota!”.
- “Yo si fuera mujer y me operara me pondría 120 de un saque”,
- “Ay, no, que después queda espantoso, unas gomas gigantes arriba de unas patitas de tero”,
- “Yo si veo a una tipa así por la calle, le silbo, ja ja”,
- “El problema es que después tenés que comprar siempre dos bikinis: talle extra grande para arriba y talle chico para abajo”,
- “Sí, y no sabés la plata que se te va a ir en modista y arreglo de ropa, porque lo que te vaya bien de arriba te va a queda mal de abajo y viceversa”
- “Claro, te queda un cuerpo soñado que en la vida real no existe”,
- “Las lolas de cirugía quedan más paradas que las de verdad”,
- “Tardan más en caerse”,
- “No, no es cierto”,
- “Una amiga mía que después de tener los bebés le quedó un colgajito así, plif, se las hizo y quedó bárbara. El marido no reaccionaba de la sorpresa”
- “Es que te da mucha más confianza en vos misma”,
- “Ojo con que te las hagan parejas, y no mirando para afuera, o bizcas”
- “Conozco un tipo que te las hace re barato por mil quinientos”,
- “¿Mil quinientos?, A una amiga se las hicieron por novecientos”,
- “Yo a ese precio no me arriesgo, andá a saber qué desastre te hace.
Por algo cobra tan barato”,
- “Y… los mejores cobran más de dos mil”,
- “No te vamos a reconocer después, ja, ja!”.
¡Parece un diálogo extraído de una versión posmoderna de “El monstruo de Frankestein”! Pero juro que es absolutamente real.
Cuando se habla de operar el cuerpo de una mujer como si se tratara de decoración de interiores, siento horror.
Horror de que una mujer se quiera tan poco como para ponerse en la vitrina y que los demás juzguen si ella está bien así, de nacimiento, o si conviene repararla o cambiarla, como si fuera una muñeca de trapo en vez de un ser humano. Y horror de que si los hombres son, tan insensibles como para considerar con naturalidad que una mujer se rellene el cuerpo de goma para agradar.
Si existiera una intervención quirúrgica que aumentara artificialmente el tamaño del pene en los hombres…...
¿se hablaría públicamente entre semi conocidos de distinto sexo si a Fulano le conviene operarse para agrandarse el pene con tal o cual médico, cómo va a quedar después y si las mujeres distinguen un operado del que no lo está? Seguro que no.
La técnica sería top-secret y nadie osaría hablar de la operación por temor de que alguno de los presentes de pene chico (que abundan) se sienta herido en su amor propio.
¿No sería más justo que de una vez por todos cortemos con los preconceptos históricos y comencemos a charlar todos de los tamaños de los penes conocidos, tal como ahora se habla de las lolas?
¡Sí, que se haga justicia!
De pronto escucharíamos en un bar, en un club, o en el colectivo diálogos como éste:
- “Ya que te vas a operar, ¡ponete uno de 20 centímetros!”,
- “No… me quedaría desproporcionado con los testículos”,
- “¿Y qué te importa? ¡Las tipas te seguirían por la calle!”
- “Dicen que si te lo ponés muy grande, cuando se te para no sabés donde meterlo”, -
- “Pero venden slip especiales para sostener la erección”,
- “Bueno ahora hay unos slip que vienen con relleno imitación bulto para los que no -- se animan a operarse”,
- “Hay que ser zonzo para no hacerlo… se están operando todos.
Al que no lo haga ¿quién le va a dar bola?”,
- “Te da una seguridad bárbara en vos mismo”,
- “Tengo un amigo que se operó después de tener tres hijos, y ahora piensa qué tarado que fue por no haberlo decidido antes”,
- “Tengo un amigo que por tres mil dólares te trae de Francia testículos inflables, que hacen juego con la NaboPlast, la que varía de tamaño según como la quieras”,
- “A vos te vendría bien esa, Pablo!... Tu mujer le contó a la mía que no se te para.”, .
“Y… Yo diría que sí te operes, Alberto. La tenés tan chiquita que ni se ve,
- “Sí, lo voy a hacer antes de que mi mujer me empiece a meter los cuernos con un operado”,
- “Como amigo tuyo te lo tengo que advertir: tu mujer ya me preguntó cuándo me opero y cuándo me dan el alta. Tiene ganas de estrenarla conmigo, ja, ja”
- “Yo vendo el coche y me agrando el pene cuanto antes”,
- “No vendas el coche, en Florencio Varela te la agrandan por ochocientos”,
- “No me arriesgo, prefiero que el agrande sea caro pero bien hecho… A ver si me lo dejan mirando para el costado, arrugado o doblado”,
- “¡Uh, eso ya lo hace todo el mundo…!”.
¿Qué sentiría un hombre si un diálogo así fuera real, cotidiano y repetido hasta el hartazgo, en todas partes a donde fuere ?...
No creo que falte mucho para escuchar esos comentarios…hoy día ya no sorprende nada.
-Espero no herir posibles susceptibilidades-
Lo aclaro por si.....
Saludos.
Un poco extenso, pero vale la pena.....
¿Cómo sería si en vez de agrandar tantas lolas la cirugía plástica se empezara a dedicar a agrandar penes?
¿Se hablaría con la misma frivolidad y ligereza del asunto?
Si vamos a lo práctico, no hay nada más cómodo para una mujer que no tener nada de lolas.
Las lolas as son un garrón: saltan, se mueven, ocupan lugar, son un punto débil porque las piñas y codazos ahí duelen como en las testículos, hay que sostenerlas con corpiños porque aprietan, dan calor y dejan marcas rojas en la piel, no pueden usar musculosas sin nada abajo sin que las miren por la calle hasta hacerlas sentir incómodas y tienen que volver a casa a ponerse el molesto corpiño.
Lo más alarmante es que cuando una mujer habla de operarse las lolas, nadie cuestiona su decisión.
Muy por el contrario, en general, la apoyan con fervor.
Y la conversación toma ribetes surrealistas:
- “¿Y cuánto te pondrías de busto?”, “
- Y… me pondría 90, más no porque soy chiquita de espaldas”.
Ahí, todos opinan: “¡Ah, no! ¡Ya que te vas a operar, ponete mucho, así se nota!”.
- “Yo si fuera mujer y me operara me pondría 120 de un saque”,
- “Ay, no, que después queda espantoso, unas gomas gigantes arriba de unas patitas de tero”,
- “Yo si veo a una tipa así por la calle, le silbo, ja ja”,
- “El problema es que después tenés que comprar siempre dos bikinis: talle extra grande para arriba y talle chico para abajo”,
- “Sí, y no sabés la plata que se te va a ir en modista y arreglo de ropa, porque lo que te vaya bien de arriba te va a queda mal de abajo y viceversa”
- “Claro, te queda un cuerpo soñado que en la vida real no existe”,
- “Las lolas de cirugía quedan más paradas que las de verdad”,
- “Tardan más en caerse”,
- “No, no es cierto”,
- “Una amiga mía que después de tener los bebés le quedó un colgajito así, plif, se las hizo y quedó bárbara. El marido no reaccionaba de la sorpresa”
- “Es que te da mucha más confianza en vos misma”,
- “Ojo con que te las hagan parejas, y no mirando para afuera, o bizcas”
- “Conozco un tipo que te las hace re barato por mil quinientos”,
- “¿Mil quinientos?, A una amiga se las hicieron por novecientos”,
- “Yo a ese precio no me arriesgo, andá a saber qué desastre te hace.
Por algo cobra tan barato”,
- “Y… los mejores cobran más de dos mil”,
- “No te vamos a reconocer después, ja, ja!”.
¡Parece un diálogo extraído de una versión posmoderna de “El monstruo de Frankestein”! Pero juro que es absolutamente real.
Cuando se habla de operar el cuerpo de una mujer como si se tratara de decoración de interiores, siento horror.
Horror de que una mujer se quiera tan poco como para ponerse en la vitrina y que los demás juzguen si ella está bien así, de nacimiento, o si conviene repararla o cambiarla, como si fuera una muñeca de trapo en vez de un ser humano. Y horror de que si los hombres son, tan insensibles como para considerar con naturalidad que una mujer se rellene el cuerpo de goma para agradar.
Si existiera una intervención quirúrgica que aumentara artificialmente el tamaño del pene en los hombres…...
¿se hablaría públicamente entre semi conocidos de distinto sexo si a Fulano le conviene operarse para agrandarse el pene con tal o cual médico, cómo va a quedar después y si las mujeres distinguen un operado del que no lo está? Seguro que no.
La técnica sería top-secret y nadie osaría hablar de la operación por temor de que alguno de los presentes de pene chico (que abundan) se sienta herido en su amor propio.
¿No sería más justo que de una vez por todos cortemos con los preconceptos históricos y comencemos a charlar todos de los tamaños de los penes conocidos, tal como ahora se habla de las lolas?
¡Sí, que se haga justicia!
De pronto escucharíamos en un bar, en un club, o en el colectivo diálogos como éste:
- “Ya que te vas a operar, ¡ponete uno de 20 centímetros!”,
- “No… me quedaría desproporcionado con los testículos”,
- “¿Y qué te importa? ¡Las tipas te seguirían por la calle!”
- “Dicen que si te lo ponés muy grande, cuando se te para no sabés donde meterlo”, -
- “Pero venden slip especiales para sostener la erección”,
- “Bueno ahora hay unos slip que vienen con relleno imitación bulto para los que no -- se animan a operarse”,
- “Hay que ser zonzo para no hacerlo… se están operando todos.
Al que no lo haga ¿quién le va a dar bola?”,
- “Te da una seguridad bárbara en vos mismo”,
- “Tengo un amigo que se operó después de tener tres hijos, y ahora piensa qué tarado que fue por no haberlo decidido antes”,
- “Tengo un amigo que por tres mil dólares te trae de Francia testículos inflables, que hacen juego con la NaboPlast, la que varía de tamaño según como la quieras”,
- “A vos te vendría bien esa, Pablo!... Tu mujer le contó a la mía que no se te para.”, .
“Y… Yo diría que sí te operes, Alberto. La tenés tan chiquita que ni se ve,
- “Sí, lo voy a hacer antes de que mi mujer me empiece a meter los cuernos con un operado”,
- “Como amigo tuyo te lo tengo que advertir: tu mujer ya me preguntó cuándo me opero y cuándo me dan el alta. Tiene ganas de estrenarla conmigo, ja, ja”
- “Yo vendo el coche y me agrando el pene cuanto antes”,
- “No vendas el coche, en Florencio Varela te la agrandan por ochocientos”,
- “No me arriesgo, prefiero que el agrande sea caro pero bien hecho… A ver si me lo dejan mirando para el costado, arrugado o doblado”,
- “¡Uh, eso ya lo hace todo el mundo…!”.
¿Qué sentiría un hombre si un diálogo así fuera real, cotidiano y repetido hasta el hartazgo, en todas partes a donde fuere ?...
No creo que falte mucho para escuchar esos comentarios…hoy día ya no sorprende nada.
-Espero no herir posibles susceptibilidades-
Lo aclaro por si.....
Saludos.