Sadness
29/04/2007, 20:27
“…Al enamorarnos escogemos nuestra fatalidad…” Octavio Paz.
Para ti mi dulce Fatalidad.
¿Frase premonitoria? Verso que encierra sencilla, lapidaria y profunda verdad. Al enamorarnos con frecuencia perdemos nuestra individulidad, nuestra propia identidad, vivimos por y para ese nuestro objeto de amor, incluso nos olvidamos de nosostros mismos, algunos pudieran opinar en defensa del amor, que estas características corresponden a la primer fase del amor, denominada “enamoramiento” y muy cierto y sin embargo, es parte del “sentirse enamorado” y es fantástico, sublime, etc, cuando este sentir es bien correspondido; con el tiempo tal vez madure y se convierte en “amor verdadero” o quizá termine con mutuo consentimiento de las partes comprometidas y derive a una “buena amistad”.
Pero cuando, las más de las veces, este sentimiento no es correspondido, nos aferramos a él, con la vida misma, comprometiendo nuestra propia autoestima, nos obstinamos a este ¿amor? Llegando a convertirse en una relación destructiva. Y sin embargo, los seres humanos nos sentimos atraídos por este tipo de amores no correspondidos o malogrados y que han generado innumerables historias románticas, canciones que hablan de amores perdidos, películas sobre el misma tema e incluso para más de un genio creativo motor para parir sus mejores obras, quién no recuerda a Manuel Acuña y su Nocturno a Rosario, Alfonsina Storni, etc.
¿Será que muy dentro nuestro se oculta un espíritu sadomasoquista? ¿Por qué nos entregamos sin reserva a aquél que no, nos ama y de quién somos víctima de su desprecio y despreciamos a aquél que nos brinda un amor desinteresado? Y a mi mente acude en estos momentos una frase de mi admirado Oscar Wilde: Matamos lo que más amamos…”¡Y vaya que él sabía bien de lo que hablaba! Pues, defendió su amor sin claudicar en una época en que la homosexualidad era severamente castigada, prefirió mil veces la condena injusta a que se vió sometido, que renegar de lo que era y del amor que sentía por aquel(que cobarde le abandonó). “Asesinamos lo que más amamos…” y yo añadiría ¡Qué terrible comprobarlo en carne propia”.
Para ti mi dulce Fatalidad.
¿Frase premonitoria? Verso que encierra sencilla, lapidaria y profunda verdad. Al enamorarnos con frecuencia perdemos nuestra individulidad, nuestra propia identidad, vivimos por y para ese nuestro objeto de amor, incluso nos olvidamos de nosostros mismos, algunos pudieran opinar en defensa del amor, que estas características corresponden a la primer fase del amor, denominada “enamoramiento” y muy cierto y sin embargo, es parte del “sentirse enamorado” y es fantástico, sublime, etc, cuando este sentir es bien correspondido; con el tiempo tal vez madure y se convierte en “amor verdadero” o quizá termine con mutuo consentimiento de las partes comprometidas y derive a una “buena amistad”.
Pero cuando, las más de las veces, este sentimiento no es correspondido, nos aferramos a él, con la vida misma, comprometiendo nuestra propia autoestima, nos obstinamos a este ¿amor? Llegando a convertirse en una relación destructiva. Y sin embargo, los seres humanos nos sentimos atraídos por este tipo de amores no correspondidos o malogrados y que han generado innumerables historias románticas, canciones que hablan de amores perdidos, películas sobre el misma tema e incluso para más de un genio creativo motor para parir sus mejores obras, quién no recuerda a Manuel Acuña y su Nocturno a Rosario, Alfonsina Storni, etc.
¿Será que muy dentro nuestro se oculta un espíritu sadomasoquista? ¿Por qué nos entregamos sin reserva a aquél que no, nos ama y de quién somos víctima de su desprecio y despreciamos a aquél que nos brinda un amor desinteresado? Y a mi mente acude en estos momentos una frase de mi admirado Oscar Wilde: Matamos lo que más amamos…”¡Y vaya que él sabía bien de lo que hablaba! Pues, defendió su amor sin claudicar en una época en que la homosexualidad era severamente castigada, prefirió mil veces la condena injusta a que se vió sometido, que renegar de lo que era y del amor que sentía por aquel(que cobarde le abandonó). “Asesinamos lo que más amamos…” y yo añadiría ¡Qué terrible comprobarlo en carne propia”.