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Ver la versión completa : Un cuento* 1 PARTE



Maat
28/04/2007, 19:52
EL DUENDE

Una vez mas despierto a media noche, veo las sombras de los barrotes de la ventana, con la luz de la luna, que pinta de azul el ambiente, así este frío cada vez es más intenso pasa del cuerpo al alma. Una sola cobija no cubre lo frío de fuera, menos lo de dentro. Entre sueños veo cada una de esas desnudas espaldas, el olor a sudor y ronquidos, toses algunas… jamás pensé que el lugar donde se come, es el lugar donde se vive, el lugar donde se pasa el tiempo y el lugar donde se duerme...
Pierden su sentido al igual que cada una de las juntas, todos exponiendo cuán bajo hemos caído, y con esto, sólo se apostara cuánto más podemos caer. He dejado de hablar con alguien conocido para empezar a desconocerme más, cada vez como menos y me canso igual, cada vez me da más miedo estar afuera mientras añoro salir y, no sé a qué, tal vez el instinto de separarte de una horda inconsciente y lamerse las heridas con que tanto hieres, pero, dónde te refugias más, mientras me veo la piel cada vez más blanca, cuento en mis vanalidades los partidos que me he perdido y mis flácidas piernas lo confirman…, suspirar una vez más y dar otra media vuelta a esta cama, que en sus cobijas es lo único conocido que en verdad me envuelve y otra vez evitar pensar en que tengo frío, este frío que sale del alma… y que la piel sólo confirma…

–¿Tú, dices que tienes frío?
Pero qué crees que se sienta desvanecerte lentamente por el tedio de dejar de ser, de dejar de estar y de ya no vivir, porque, amigo, esto no es vivir, y bien sabes a qué me refiero… La sangre llama, llama a tener lo que eres y hacer lo que debes, sé que tú al igual que yo, extrañas el olor a pólvora y el poder que te da, el temor…, cada vez es más extasiante el redoble de una mirada sosegada por un arma, el suspiro a miedo ¡hay amigo!, ésos son quereres.

–A ti, no te importa, porque no lo haces tú, mientras te diviertes, te regocijas con lo que no haces, porque no puedes, si tuvieras algo, te apuesto que no lo har…

–¡Cállate!, hipócrita, porque a mí no me engañas, bien sabes que mis venas llevan tu sangre, mis ojos respiran por cada poro de tu piel, tu sudor es el mío y conozco esa sal llena de adrenalina y no, idiota, ve bien tú, a quien engañas… ¿por qué?, ¿por qué?, ¿no sabes acaso quién eres?

–Ahhh, sólo veo que cada día pierdes color, pierdes ese olor a éter y dejas cada gota de tu sangre en lágrimas que a veces tardan horas en parar, dejas de mirar con tu instinto psicodélico, y vieras qué feliz me hace verte cada vez más hundido en poros abiertos.

–¿Tienes frío?, yo sé el por qué de ese frío que sale de alma, ¿quién empieza a oler a muerto?,ja, ja, ja, ¿quién empieza a hablar como muerto?, ¿te caliento la sangre?, ¿con cuántos tiros útiles en tu arma te ibas a dormir, y cuántos más sacaron sangre?, y por menos de nada, ¿y qué te daba más placer?, y cómo hacerlo, ja, ja, ja, si tú me fuiste creando lentamente y aún lo disfrutas... ¿qué harías sin mí?

–Hablar de placer, siempre es hablar de placeres, no lo niego, te me fuiste metiendo en la cabeza y cuando cerraba los ojos casi te sentía, mi dibujo era hermoso, sé que cada línea entraba en el contorno exacto encontrándose con su destino, nunca sentí expresar algo profundo de mí, y cuando lo fue, lo fue en grafito, tenía que tenerte ya, ya en mi piel, tú sí eras la ventana de mi alma, poco a poco mi piel fue adquiriendo color amarillento, manos rugosas y colmillos prominentes. Clarito percibí el olor a éter, que decidí adoptarlo como mi mejor amigo… noté extrañado y excitado a quien hizo el trazo en mi piel. Estuve a punto de pegarle un tiro si una vez más me hubiera preguntado, “quién te hizo el dibujo�?, pero noto la indiferencia que me daba darle una respuesta, total, tenía para pagarle eso y más...
Sudábamos cada vez más, él y yo, él por qué le incomodaba que la aguja de la máquina se le tapara con tantos cambios de color, y porque mi piel le pedía velocidad. Lo noté emocionado, al principio hasta extasiado tomando ritmo, no le importó el goteo del sudor de sus manos enguantadas que caía sobre mi espalda, sentía la sal por mi espalda y la sal sobre mi frente. El calor en ese tianguis lleno de gente me hizo desear un poco de paz, tendría que buscarla después con mi proveedor y cada vez se me antojaba más, no sé si a mí o a lo que creaba en mi piel, pero ese deseo me daba una y otra vez más vueltas, y así empezaste a dominar mi mundo, o es que…

–Te da miedo pensar que soy una abertura de tu alma fría, si, si lo soy y siempre lo has sabido.

–Ver esas espaldas desnudas sin nada que les marque un relieve me dan tristeza. Pálidas y claras me dan tristeza, necesitan color que les ayude, intensidad que las realce, color, color y olor…

–¿Rojo escarlata?

–Sí, eso es lo que les hace falta, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja.

–Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja.

–¿Qué haría sin ti?

(No tengo ni idea de quien es este cuento)