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Oliverio
09/04/2000, 06:02
Saludos: alguien tiene algún texto sobre el autor norteamericano Charles Bukowsky o alguna sugerencia sobre algun libro de Benedetti

ROD
09/04/2000, 21:33
De Mario Benedetti te puedo recomendar una de sus mejores novelas que quizas ya leiste, " La Tregua", o si tu intención es leer poemas te recomiendo " La vida ese parentesis".

Cuentos, poesías y algo más...
http://www.cpyalgomas.com.ar

Raco
02/05/2000, 11:54
nocesito informacion sobre poesia concreta o sobre apollinaire, deseo saber si la verbicovisulidad en los corpus son un nexo que se repite a traves de toda su obra, adeams si alguen me puede recomendar autores.

Gise
25/06/2006, 20:17
"Pedro y el Capitán" de Benedetti es una lectura recomendable.
Dejo el prólogo, por si a alguien le interesa; en ésta (http://www.galeon.com/elortiba/benede1.html) dirección se puede leer la obra completa.


Prólogo

El tema de Pedro y el Capitán lo pensé inicialmente como una novela, e incluso le había puesto título: El cepo. Recuerdo que en un reportaje que en 1974 me hizo el crítico uruguayo Jorge Ruffinelli, como él me preguntara sobre mis proyectos literarios de entonces, le hablé justamente de una eventual futura novela, llamada El cepo, y le dije, más o menos: "Va a ser una larga conversación entre un torturador y un torturado, en la que la tortura no estará presente como tal, aunque sí como la gran sombra que pesa sobre el diálogo. Pienso tomar al torturador y al torturado no sólo en la prisión o en el cuartel, sino mezclados con la vida particular de cada uno." Bueno, pues eso es en realidad Pedro y el Capitán.
Yo definiría la pieza como una indagación dramática en la psicología de un torturador. Algo así como la respuesta a por qué, mediante qué proceso, un ser normal puede convertirse en un torturador. Ahora bien, aunque la tortura es, evidentemente, el tema de la obra, como hecho físico no figura en la escena. Siempre he creído que, como tema artístico, la tortura puede tener cabida en la literatura o el cine, pero en el teatro se convierte en una agresión demasiado directa al espectador y, en consecuencia, pierde mucho de su posibilidad removedora. En cambio, cuando la tortura es una presencia infamante, pero indirecta, el espectador mantiene una mayor objetividad, esencial para juzgar cualquier proceso de degradación del ser humano.
La obra no es el enfrentamiento de un monstruo y un santo, sino de dos hombres, dos seres de carne y hueso, ambos con zonas de vulnerabilidad y de resistencia. La distancia entre uno y otro es, sobre todo, ideológica, y es quizá ahí donde está la clave para otras diferencias, que abarcan la moral, el ánimo, la sensibilidad ante el dolor humano, el complejo trayecto que media entre el coraje y la cobardía, la poca o mucha capacidad de sacrificio, la brecha entre traición y lealtad.
Otro aspecto a destacar es que la obra, de alguna manera, propone una relación torturador-torturado, que, aunque ha sido escasamente tocada por el teatro, se da frecuentemente en el ámbito de la verdadera represión, por lo menos en la que se practica en el Cono Sur. En Pedro y el Capitán los cuatro actos son meros intermedios, treguas entre tortura y tortura, son los breves períodos en que el interrogador "bueno" recibe al detenido, que ha sido previa y brutalmente torturado, y, en consecuencia, es de presumir que tiene las defensas bajas.
El torturado puede no ser sólo una víctima indefensa, condenada a la inevitable derrota o a la delación. También puede ser (y la historia reciente demuestra que miles de luchadores políticos la han encarado así) un hombre que derrota al poder aparentemente omnímodo, un hombre que usa su silencio casi como un escudo y su negativa casi como un arma, un hombre que prefiere la muerte a la traición. Pero aun para sostener esa actitud digna, entera, insobornable, el preso debe fabricarse sus propias verosímiles defensas y convencerse a sí mismo de su inexpugnabilidad. Cuando Pedro inventa la metáfora de que en realidad ya es un muerto, está sobre todo inventando una trinchera, un baluarte tras el cual resguardar su lealtad a sus compañeros y a su causa. En la obra hay dos procesos que se cruzan: el del militar que se ha transformado de "buen muchacho" en verdugo; el del preso que ha pasado de simple hombre común a mártir consciente. Pero quizá la verdadera tensión dramática no se dé en el diálogo sino en el interior de uno de los personajes: el Capitán.
No he querido representar en el preso a un militante de uno u otro sector político. La durísima represión ha abarcado virtualmente todo el espectro de la izquierda uruguaya, y hasta ha alcanzado a otros sectores de oposición, como pueden ser la Iglesia o los partidos tradicionales. Pedro es simplemente un preso político de izquierda que no delata a nadie, y que de algún modo humilla a su interrogador, venciéndolo mientras agoniza. Cada uno de los cuatro actos concluye con un no.
De más está decir que, aun en medio de la derrota que hoy sobrellevamos, no estoy por una literatura –y menos por un teatro– derrotista y lloriqueante, destinados a inspirar lástima y conmiseración. Tenemos que recuperar la objetividad, como una de las formas de recuperar la verdad, y tenemos que recuperar la verdad como una de las formas de merecer la victoria.