Mircko
03/02/2007, 23:59
La homeopatía veterinaria es un campo fascinante y extraordinario. Si la homeopatía digamos general ya lo es de por sí, esta especialidad se lleva la palma en cuanto a contradicciones, afirmaciones sin pruebas, falta de estudios serios y de estadísticas, etc.
Lógicamente, pensarán algunos, ya que hablamos de animales, y de los animales lo último que podemos esperar es la comunicación hablada o inteligible con nosotros, los humanos, y que nos cuenten sus dolencias. Cuando un animal padece una enfermedad es extremadamente difícil, si los síntomas no son muy claros y tajantes, establecer qué enfermedad le afecta, en qué grado, o cuáles son sus causas. Los veterinarios emiten sus diagnósticos muy frecuentemente con mucha menor fiabilidad que si de humanos se tratara, porque el animal no puede decirle que le duele el bazo, o el páncreas, o una muela.
Sin embargo, los veterinarios homeópatas han dado con la clave: someter al dueño del animal a un interrogatorio especialmente riguroso y concreto. Digo “especialmente” porque lo normal es que un veterinario pregunte al dueño del animal por el comportamiento del mismo, si ha observado algo raro en él, sus cambios de costumbres, sus reacciones ante situaciones especiales, etc. El interrogatorio del veterinario homeópata es muchísimo más exhaustivo; de hecho, incluye preguntas acerca del comportamiento del animal cuya respuesta se debe exclusivamente a la naturaleza del mismo, a sus hábitos alimenticios o sociales y a la educación que ha recibido por parte de su amo. Esto da lugar a que comportamientos a veces innatos, a veces adquiridos, se puedan interpretar de manera errónea como síntomas de una enfermedad.
Lo ilustraré con unos ejemplos:
- Para un homeópata es signo de enfermedad el que un animal reaccione ante sonidos bruscos, como un petardo o un trueno: Phosporus o Borax será el producto indicado. Todos sabemos que a un animal se le puede perfectamente acostumbrar a dichos ruidos, es simplemente cuestión de educación.
- Si al animal no le gusta el calor hay que darle Sulphur. Bueno, ¿y si yo soy dueño de un Alaskan Malamute, perro de Alaska como su nombre indica, acostumbrado por raza a los climas fríos, que detesta el calor y se vuelve inactivo e inapetente cuando la temperatura sube, es que está enfermo? No, por supuesto. Si le gusta el sol, en cambio, hay que darle Pulsatilla. Que yo sepa, y que alguien me corrija, a todos los animales les gusta el sol (salvo a los marinos –y no a todos les disgusta- y a los que viven bajo tierra).
- La sensibilidad a las variaciones meteorológicas se cura con Sulphur. ¿En serio? Mi perro detecta invariablemente cuando va a llover o cuando va a hacer viento. ¿Estará enfermo por eso? ¿Y qué decir de los aviones comunes y las golondrinas, que buscan sus nidos horas antes de que comience una tormenta, también están enfermos?
- Si el animal está avido de afecto hay que darle Pulsatilla (sí, la misma que para los enfermos de “gusto al sol”). ¿Alguien conoce a algun animal domesticado que no esté ávido de afecto (y no hablamos sólo del afecto humano, sino del que obtiene por parte de los de su misma raza o manada o bandada o jauría o lo que sea). De hecho, si el animal busca la soledad está decididamente enfermo, y hay que administrarle Sepia.
- Un animal tiene un apetito cambiante: hay que darle Natrum Muriaticum. ¿Por qué, si precisamente los veterinarios saben mejor que nadie que los animales se autoregulan es este aspecto mucho mejor y eficientemente que los humanos?
- Para un animal celoso lo mejor es darle Lachesis, Hyosciamus o Stramonium. Mi periquito enfermó de celos (o eso al menos creímos notros, no somos etólogos) cuantro entró un perro en casa, se le dejaron de prestar atenciones y se le desbancó del lugar de honor que ocupaba hasta entonces. ¿Se habría curado con más atenciones? Seguramente.
- Cuando un animal está ansioso debido a la soledad, hay que administrarle Arsenicum Album o Phosphorus. Es decir, la ansiedad no es un síntoma de la mala educación o egoísmo del dueño, que lo deja mucho tiempo abandonado, no, es que está enfermo. Por eso pasar más tiempo con él no es la solución: la solución es el arsénico.
- Si el animal tiene un comportamiento dictatorial tampoco se debe a que el dueño no le ha hecho comprender su papel en la colectividad y el animal se ha erigido en dueño y señor. No es cosa de la mala educación, sino que está enfermo, y hay que darle Lypocodium. Igual que si se encoleriza cuando se le regaña, hay que darle Chamomilla o Nux Vómica.
Todos estos ejemplos muestran lo que para los veterinarios homeópatas son síntomas de una enfermedad. El mecanismo de la curación (de la curación que ellos afirman que obtienen) les sigue siendo completamente misterioso, al igual que para los homeópatas digamos ordinarios. Por supuesto que niegan el efecto placebo, ya que argumentan que un animal no puede discernir ni tener capacidad para autosugestionarse.
Pero hay que tener en mente que de todos estos síntomas la mayoría se obtienen a raíz del interrogatorio del propietario, no del animal directamente (faltaría más). Son pues, síntomas completamente subjetivizados, interpretados, y en los casos en que no se está familiarizado con su comportamiento, normalmente erróneos
Precisamente por ello habría que prestar más atención al tema de la autocuración. Los animales nunca han ido al médico. La naturaleza y la evolución les ha dotado de mecanismos de autodefensa ante enfermedades muchísimo más potentes que a los humanos. Su sistema inmunitario se desarrolla casi completamente desde que son crías y la selección natural contribuye en gran manera a que sólo los animales saludables y fuertes sobrevivan. Los pavos y los cerdos comen excrementos, los perros lamen orina de otros perros y frecuentemente ingieren determinadas hierbas que explusan de manera natural a los parásitos intestinales, los lobos consumen carne infestada de animales enfermos, y el buitre leonado (Gyps Fulvus) tiene el récord de la naturaleza: todavía nadie ha descubierto ninguna sustancia orgánica que sea capaz de enfermarle (y no será por lo que comen y el estado en que normalmente se encuentra su alimento). Y existen multitud de ejemplos más.
Conclusión: para variar, yo sacaría la navaja de Occam y me apuntaría a la tésis de la autocuración sin vacilar. De hecho, y teniendo en cuenta lo que sabemos de la naturaleza animal y del nulo efecto que en cualquier ser vivo puede causar una sustancia compuesta molecularmente de nada, es la opción más plausible.
Lógicamente, pensarán algunos, ya que hablamos de animales, y de los animales lo último que podemos esperar es la comunicación hablada o inteligible con nosotros, los humanos, y que nos cuenten sus dolencias. Cuando un animal padece una enfermedad es extremadamente difícil, si los síntomas no son muy claros y tajantes, establecer qué enfermedad le afecta, en qué grado, o cuáles son sus causas. Los veterinarios emiten sus diagnósticos muy frecuentemente con mucha menor fiabilidad que si de humanos se tratara, porque el animal no puede decirle que le duele el bazo, o el páncreas, o una muela.
Sin embargo, los veterinarios homeópatas han dado con la clave: someter al dueño del animal a un interrogatorio especialmente riguroso y concreto. Digo “especialmente” porque lo normal es que un veterinario pregunte al dueño del animal por el comportamiento del mismo, si ha observado algo raro en él, sus cambios de costumbres, sus reacciones ante situaciones especiales, etc. El interrogatorio del veterinario homeópata es muchísimo más exhaustivo; de hecho, incluye preguntas acerca del comportamiento del animal cuya respuesta se debe exclusivamente a la naturaleza del mismo, a sus hábitos alimenticios o sociales y a la educación que ha recibido por parte de su amo. Esto da lugar a que comportamientos a veces innatos, a veces adquiridos, se puedan interpretar de manera errónea como síntomas de una enfermedad.
Lo ilustraré con unos ejemplos:
- Para un homeópata es signo de enfermedad el que un animal reaccione ante sonidos bruscos, como un petardo o un trueno: Phosporus o Borax será el producto indicado. Todos sabemos que a un animal se le puede perfectamente acostumbrar a dichos ruidos, es simplemente cuestión de educación.
- Si al animal no le gusta el calor hay que darle Sulphur. Bueno, ¿y si yo soy dueño de un Alaskan Malamute, perro de Alaska como su nombre indica, acostumbrado por raza a los climas fríos, que detesta el calor y se vuelve inactivo e inapetente cuando la temperatura sube, es que está enfermo? No, por supuesto. Si le gusta el sol, en cambio, hay que darle Pulsatilla. Que yo sepa, y que alguien me corrija, a todos los animales les gusta el sol (salvo a los marinos –y no a todos les disgusta- y a los que viven bajo tierra).
- La sensibilidad a las variaciones meteorológicas se cura con Sulphur. ¿En serio? Mi perro detecta invariablemente cuando va a llover o cuando va a hacer viento. ¿Estará enfermo por eso? ¿Y qué decir de los aviones comunes y las golondrinas, que buscan sus nidos horas antes de que comience una tormenta, también están enfermos?
- Si el animal está avido de afecto hay que darle Pulsatilla (sí, la misma que para los enfermos de “gusto al sol”). ¿Alguien conoce a algun animal domesticado que no esté ávido de afecto (y no hablamos sólo del afecto humano, sino del que obtiene por parte de los de su misma raza o manada o bandada o jauría o lo que sea). De hecho, si el animal busca la soledad está decididamente enfermo, y hay que administrarle Sepia.
- Un animal tiene un apetito cambiante: hay que darle Natrum Muriaticum. ¿Por qué, si precisamente los veterinarios saben mejor que nadie que los animales se autoregulan es este aspecto mucho mejor y eficientemente que los humanos?
- Para un animal celoso lo mejor es darle Lachesis, Hyosciamus o Stramonium. Mi periquito enfermó de celos (o eso al menos creímos notros, no somos etólogos) cuantro entró un perro en casa, se le dejaron de prestar atenciones y se le desbancó del lugar de honor que ocupaba hasta entonces. ¿Se habría curado con más atenciones? Seguramente.
- Cuando un animal está ansioso debido a la soledad, hay que administrarle Arsenicum Album o Phosphorus. Es decir, la ansiedad no es un síntoma de la mala educación o egoísmo del dueño, que lo deja mucho tiempo abandonado, no, es que está enfermo. Por eso pasar más tiempo con él no es la solución: la solución es el arsénico.
- Si el animal tiene un comportamiento dictatorial tampoco se debe a que el dueño no le ha hecho comprender su papel en la colectividad y el animal se ha erigido en dueño y señor. No es cosa de la mala educación, sino que está enfermo, y hay que darle Lypocodium. Igual que si se encoleriza cuando se le regaña, hay que darle Chamomilla o Nux Vómica.
Todos estos ejemplos muestran lo que para los veterinarios homeópatas son síntomas de una enfermedad. El mecanismo de la curación (de la curación que ellos afirman que obtienen) les sigue siendo completamente misterioso, al igual que para los homeópatas digamos ordinarios. Por supuesto que niegan el efecto placebo, ya que argumentan que un animal no puede discernir ni tener capacidad para autosugestionarse.
Pero hay que tener en mente que de todos estos síntomas la mayoría se obtienen a raíz del interrogatorio del propietario, no del animal directamente (faltaría más). Son pues, síntomas completamente subjetivizados, interpretados, y en los casos en que no se está familiarizado con su comportamiento, normalmente erróneos
Precisamente por ello habría que prestar más atención al tema de la autocuración. Los animales nunca han ido al médico. La naturaleza y la evolución les ha dotado de mecanismos de autodefensa ante enfermedades muchísimo más potentes que a los humanos. Su sistema inmunitario se desarrolla casi completamente desde que son crías y la selección natural contribuye en gran manera a que sólo los animales saludables y fuertes sobrevivan. Los pavos y los cerdos comen excrementos, los perros lamen orina de otros perros y frecuentemente ingieren determinadas hierbas que explusan de manera natural a los parásitos intestinales, los lobos consumen carne infestada de animales enfermos, y el buitre leonado (Gyps Fulvus) tiene el récord de la naturaleza: todavía nadie ha descubierto ninguna sustancia orgánica que sea capaz de enfermarle (y no será por lo que comen y el estado en que normalmente se encuentra su alimento). Y existen multitud de ejemplos más.
Conclusión: para variar, yo sacaría la navaja de Occam y me apuntaría a la tésis de la autocuración sin vacilar. De hecho, y teniendo en cuenta lo que sabemos de la naturaleza animal y del nulo efecto que en cualquier ser vivo puede causar una sustancia compuesta molecularmente de nada, es la opción más plausible.