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jorgesalaz
30/01/2007, 12:44
– Entre las muchas artimañas que usaron los Aliados para hacer guerra psicológica contra los alemanes, hubo una que me pareció fantástica. En 1940 y 1941, cuando la posibilidad de una invasión alemana por mar a Inglaterra era más que una posibilidad, los ingleses tenían un programa de radio en la BBC en el que su locutor, un inglés que hablaba perfectamenet alemán, se hacía pasar por un alemán exiliado a Londres, descontento por el ascenso del Nazismo. El locutor, Sefton Delmer, retransmitía en alemán, supuestamente con la intención de animar a sus compatriotas en el frente, pero con el verdadero propósito de minar su moral. El programa era un éxito entre los alemanes destacados en Francia. En el programa se enseñaba inglés, para que los alemanes pudieran desenvolverse al llegar a Gran Bretaña. Cuando la invasión parecía más probable, los británicos empezaron a propagar el bulo de que los ingleses habían llenado las costas de defensas que harían arder una inmensa cantidad de combustible sobre el agua, carbonizando así cualquier barco que intentase desembarcar. El programa de radio contribuyó con su granito de arena: El instructor del programa iba enseñando a lo alemanes a pronunciar: “Mi sastre es rico”, “Amo a mi mamá”, “Estamos cruzando el canal”, “Navegamos en una lancha de desembarco”, “No estamos lejos de la playa”, “Yo me quemo, tú te quemas, él se quema…”, “Nuestro capitán de las SS está ardiendo de la cabeza a los pies”…

– Cuando Inglaterra le declaró la guerra a Japón, lo hizo mediante una carta de Churchill al embajador japonés en Londres. La carta terminaba con la frase hecha de cortesía “tengo el honor de ponerme, señor, con todo respeto, a sus órdenes”. A Churchill se le criticó tanto servilismo en la misiva, pero él respondió que “después de todo, si uno tiene que matar a alguien, no cuesta nada ser amable”.

– La tribu birmana de los kachins luchó junto a los aliados para expulsar a los japoneses de Birmania (hoy Myanmar). En un momento dado, al General J. Stillwell se le comunicó en una revista de tropas que los kachins habían matado a 5.447 japoneses. El general hizo un mohín de desprecio ante una cifra tan exacta, y preguntó cómo podían saber en esa tribu atrasada el número exacto de bajas. El jefe de la tribu se acercó, se quitó un collar que llevaba al cuello y dejó caer en una mesa un montón de pequeños discos que iban enhebrados en el collar. Eran orejas japonesas disecadas. — “Divida usted entre dos y tendrá el número de japoneses muertos… señor”.

– Tras el desembarco de Normandía, al internarse los Aliados en el interior de Francia, se establecieron combates en una zona pantanosa. La niebla era persistente y la orientación difícil. El principal problema era coordinar la artillería con la infantería, pues cuando la infantería pedía bombardear una posición, descubría que las balas caían lejos, pues ellos mismos estaban perdidos. En al menos una ocasión, un capitán de pelotón pidió que bombardearan lo que él creía que era su propia posición. Al ver caer los obuses en otro lado, supo orientarse y corrigió el tiro. No se aceptó como método válido, pues la posibilidad del suicidio era no despreciable.

“Kilroy was here”. Esta pintada pudo verse en multitud de sitios, en los frentes europeo, pacífico y africano. Estaba dentro de los búnkeres, en las casas, en los carros enemigos destruidos. Obviamente, un único Kilroy no pudo haber estado en tantos sitios. Los soldados norteamericanos lo ponían en las paredes al tomar una posición alemana o japonesa, para expandir el mito, y en parte para combatir la desesperación de la lucha con un poco de humor. Cuando al llegar a un sitio veían la pintada, se contagiaba el sentido del humor de los que ya habían estado allí, era síntoma de que sus compañeros ya habían pasado, de que estaban en zona amiga.

Esta superpoblación de pintadas de Kilroy causó incluso alguna anécdota digna de figurar aparte. En Londres, en 1944, una señora apareció asesinada en su casa. En la pared del dormitorio alguien (el asesino, seguramente) había pintado “Ha sido Kilroy”. Esto centró la investigación en las tropas norteamericanas destacadas en Londres. Se revisaron todos los expedientes médicos y psicológicos, buscando candidatos para un hecho así. Pero no hubo éxito. La solución era mucho más fácil. Había sido el vecino de arriba de la señora, que se apellidaba, precisamente, Kilroy, y que se sorprendió de que tardaran tanto tiempo en ir a por él cuando había dejado su confesión en la pared.

Tras la guerra, un fabricante de coches convocó un concurso para escubrir al verdadero Kilroy, al que lo había empezado todo. El premio era un coche. Se presentaron unos treinta o cuarenta soldados apellidados Kilroy, pero ninguno pudo dar pruebas de haber comenzado la historia. Parecía que el concurso iba a quedar desierto, cuando el auténtico Kilroy por fin se dio a conocer. Se trataba de Jim Kilroy, y no era soldado. Trabajaba en unos astilleros. Era el encargado de supervisar las planchas de acero con las que luego se harían los barcos y lanchas de desembarco. Al revisar las planchas, marcaba las que valían con tiza. Pero a veces la tiza se borraba, y la plancha se la devolvían para que volviera a revisarla, lo cual era un incordio porque le pagaban por número de planchas revisadas, por lo que perdía dinero por cada marca de tiza que se borrara. Así que decidió escribir con pintura un “Kilroy was here” en cada plancha revisada. Luego, los soldados en las lanchas de desembarco y en los barcos aliados podían ver “Kilroy was here” en muchos lugares del barco, y a partir de ahí comenzó el mito. Propagaron su firma en tierra firme. Kilroy se llevó el coche. El nombre más repetido en los frentes de la IIGM perteneció a un trabajador que nunca salió de los EE.UU.

Gaetano
03/02/2007, 01:14
Son muy buenas las anecdotas militares, y me alegra mucho que el espíritu del foro militar aún siga vivo. Gracias

jorgesalaz
03/02/2007, 02:09
¡Hola Gaetano! Ahora que lo dices, hay una anécdota muy buena de los tiempos de la Segunda Guerrra Mundial. En cierto almacén de suministros militares ubicado en Inglaterra, pero manejado por los norteamericanos, había un encargado que tronaba todos los dias contra los burócratas del Pentágono, ya que debía llenar muchos formularios que a su juicio, eran una sarta de idioteces. Hastiado y para divertirse a costillas de "la pandilla de haraganes de Washington" como él les llamaba, urdió un plan. Había unas tiras de papel engomado que tenían una substancia atrayente para las moscas de tal manera que al posarse éstas en los papeles, quedaban pegadas con la goma. Se recomendaba colocarla en sitios cercanos a las ventanas y puertas. Pues bien, nuestro amigo dibujó un croquis de las oficinas donde ubicó con ciertas claves que inventó, los famosos papeles matamoscas y les dió códigos por demás rebuscados: XLW-01A, YKQ-98T, etc. luego contó dia a dia las moscas atrapadas, hizo cuadros comparativos, ecuaciones, gráficas, análisis de varianza, correlación, regresión y todo lo que pudo utilizar de la ciencia Estadística, hasta armar un grueso cuaderno de información vana e inútil pero con apariencia de oficial. Y todo funcionó como lo había imaginado. El informe de los papeles matamoscas cayó en manos de un estúpido ratón de escritorio y éste decidió a solicitar la misma información a todas las oficinas militares de los Estados Unidos en el mundo. Los encargados replicaron que no tenían el manual de operaciones correspondiente y al no encontrarlo en las oficinas centrales, el muy bestia se lo pidió al bromista de Inglaterra. Este, divertido, realizó un extenso y complicado manual y le mandó una copia al solicitante quien mandó imprimirlo y lo distribuyó por toda la faz de la tierra. Y asi se instituyó en el ejército más poderoso del mundo el informe sobre la mortalidad de las moscas en las bases militares de los Estados Unidos. No fué sino hasta la década de los 60`s en que el autor comentó su bromazo durante una reunión de veteranos, que alguien horrorizado, porque a ésas fechas aún requerían dicha información, denunció a las autoridades militares el suceso. Tal broma costó a los contribuyentes varias decenas de millones de dólares, pero descubrió también el lado flaco de la burocracia militar norteamericana. En fin, para que sorprendernos si en todos lados se cuecen habas.

MackSwain
19/06/2007, 18:58
Tambien existen acnédotas del lado alemán, por ejemplo las de Rommel, que con una inferioridad de material, por ejmplo en carros de combate y trasnportes, le ponía cadenas en la parte de atrás de los tanques, y cuando comenzaba en enfrentamiento las cadenas en la arena producían mucho polvo lo que daba la sensación que la cantidad de tanques era muy superior.

Otra, del mismo Rommel, era hacer una desfile mostrando sus tropas y carros, el desfile lo filmaban, y duraba unas pocas cuadras, pero el mu largo, lo cierto es que cuando llegaban al final de la pasada, los volvía a hacer pasar, también para dar una sensación de tener mayor cantidad de recursos para el combate.

jorgesalaz
10/07/2007, 13:34
Mi abuela paterna me contaba una anécdota sobre su luna de miel. Mis abuelos se casaron en 1913, cuando México se encontraba inmerso en la lucha revolucionaria. Tomaron el tren para viajar hacia los Estados Unidos como viaje de bodas, pero cuando recorrían el bello Desierto de Sonora, fueron atacados por una horda de indios yaquis, primos hermanos de los apaches, que aún viven al noroeste del pais. Antes de que los indios pudieran matar a alguien, llegó una patrulla militar revolucionaria que dispersó e hizo huir a los asaltantes. Mi abuelo, que era coronel del ejército revolucionario se dió a conocer con los salvadores, quienes trasladaron a los recién casados al campamento, ya que el tren había quedado inutilizado e iban a ser necesarios varios dias para repararlo. Cuando llegaron a la improvisada base militar, mis abuelos fueron recibidos por el Jefe, el General Roberto Cruz, quien llevaba una buena relación amistosa con mi abuelo. Amablemente les ofreció su carpa para que pasaran ahí su noche de bodas. La cama era de aquellas antiguas con cabecera de tubos de latón, el piso estaba alfombrado sobre la arena y había las comodidades necesarias para el aseo personal. Lo que olvidó el General, fué advertirles que tenía como mascota a un búho que lo seguía por todas partes y acostumbraba dormir sobre el tubo de latón, al pie de la cama. En la noche, cuando reinaba la calma en todo el campamento, el búho llegó de sus correrías y tomó su lugar acostumbrado para dormir, pero la luz de la luna dió sobre un adorno de diamantes que mi abuela se había dejado en el cuello. El búho se abalanzó sobre el reflejo y mi abuela dió el grito de su vida. Mi abuelo despertó y entre las sombras vió un animal terrible al cual tomó, le retorció el cuello y encima le asestó tres balazos de su Colt 45. Se hizo un gran escándalo en el campamento. Soldados corriendo a sus posiciones y el General en ropa interior, de aquellos calzones largos que hoy sólo se ven en las películas del viejo oeste, irrumpiendo junto con oficiales y soldados en su carpa, que aquella noche se había convertido en cámara nupcial. La escena que contemplaron al entrar fué a mi abuela horrorizada tapada con una sábana y mi abuelo, de pie, con su pistola humeante aún y también en ropa interior contemplando a sus pies a la mascota del General que ya había pasado a mejor vida.
El General, al ver a su animalito muerto, montó en cólera e increpó a mi abuelo, quien le reclamó el dejar suelto a semejante animal. se fueron calentando los ánimos hasta que quedaron apuntándose mutuamente con las armas ante los oficiales, los soldados y mi abuela casi muerta de miedo. Al fin, se enfriaron los ánimos, regresó la cordura y al contemplarse en ésa situación no pudieron menos que reir a carcajadas y pedirse mutuas disculpas. El General se retiró de la habitación no sin antes despedirse galantemente de mi abuela deshaciéndose en disculpas y mi abuelo regresó a la cama a terminar la larga y accidentada noche.
Los dos vivieron para ver el triunfo de su causa y contemplar la creación del México moderno. Sólo mi abuelo no llegó a viejo. Murió por una embolia a los 60 años. Nosotros sus nietos, no llegamos a conocerlo. Pero ironías del destino, El General Cruz terminadas sus luchas y vida política, que también la tuvo, vivía en nuestro mismo pueblo, a unas casas de la mía. A diario lo veía pasar con el gesto adusto con su chofer, su sombrero Stetson, su bastón y su Colt 45 colgada a la cintura. De su nivel, fué el militar más longevo de la Revolución. Vivió hasta los 102 años.

idem
12/07/2007, 08:26
Hace tiempo leí la autobiografía de Miguel Gila, un humorista español. En el libro cuenta que cuando él estaba haciendo el Servicio Militar (la Mili, como se llamaba por aquí), le llamaba mucho la atención que siempre había un soldado haciendo guardia al lado de un banco y que impedía que nadie se sentara en él.
Se le ocurrió investigar por qué había siempre un soldado allí, cuando lo normal es que estuvieran en la puerta del cuartel o en las "garitas".
Lo que se descubrió fué que muchos años antes, habían pintado ese banco. El "jefe" del cuartel (lo siento, no entiendo de rangos militares), había dado la órden de que alguien vigilara que no se sentaran en el banco hasta que la pintura no estuviera seca. Desde entonces, se tomó como costumbre, rutina o como "puesto habitual" de guardia...aunque ya no tenía ningún sentido.

un beso;
Idem

Mircko
12/07/2007, 10:39
.....ese Gila no hace más que reírse de las giladas españolas, por cierto con mucha razón ;-)
Salutes.....

MackSwain
19/07/2007, 07:11
Me acordé de algo que había visto una vez y ahora lo busqué en otro foro y lo voy a copiar como anéctoda porque no es muy conocido.

Tiras de metal

Frederick Lindemann, profesor de psicología experimental antes de la guerra, amigo personal de Winston Churchill y durante la contienda, asesor científico personal del primer ministro fue quien en 1937, conocedor de las propiedades del radar, sugirió que unas tiras de láminas de metal cortadas cuidadosamente para que concidieran con la longitud de onda de las estaciones receptoras devolverían unos reflejos potentes. Los "ecos" serían mucho más fuertes si se empleaban filamentos de estaño minuciosamente cortados, su magnitud sería comparable con la de los producidos por un avión que se aproximase. En teoría, la idea era muy sencilla, la aviación descargaría manojos de tiras de esas características, que simularían la aproximación de formaciones aéreas a las instalaciones de radar enemigas.El resultado era obvio, los cazas enemigos se verían persiguiendo nubes revoloteantes de tiras de "papel de plata" y ningún avión a la vista.
No obstante en los medios oficiales imperaba el mayor escepticismo en torno a esta sugerencia y hasta 1942 no se llevaron a cabo pruebas prácticas, estas pruebas resultaron un éxito total.La plana mayor del Mando de Bombardeo solicitó enérgicamente su utilización, para proteger a las formaciones de bombarderos aliados. La respuesta del alto mando consistió en una firme negativa, la razón esgrimida era elemental, si los aliados empezaba a utilizar el sistema window, los alemanes se apropiarían de la idea y la emplearían ellos también, en 1942 Alemania era aún un enemigo capaz de asestar duros golpes, el mando de caza necesitaba por encima de todo la información captada por radar, así que de momento se dio carpetazo al sistema window.
El 15 de julio de 1943, Churchill dio la autorización para el uso del sistema window, diez días más tarde, la incursión de bombardeo sobre Hamburgo, cuyo número de misión en el Mando de Bombardeo correponde al 791, la nueva contramedida entro en acción, el resultado fue devastador , redujo las defensas alemanas al completo caos, los reflectores tanteaban a ciegas en busca de bombarderos, los cazas alemanes se encontraban con nubes de tiras de aluminio y la artillería antiaérea disparaba hacia la oscuridad con la vana esperanza de alcanzar algún bombardero.
Las medidas de esas tiras de aluminio eran 0,3048 m. de longitud por 0,0381 m. de ancho, se presentaban en manojos de 2.000 unidades, unidas por una banda elástica, cuando eran soltadas se deshacían formando una "nube", esta nube era reflejada en las pantallas de radar como un bombardero cuatrimotor, soltando una nube de este sistema por minuto desde cada avión de la formación, era posible saturar el área de falsos "ecos", haciendo imposible la interceptación por parte de la caza controlada por radar.