Pompilio Zigrino
18/01/2007, 18:36
Algunas frases de Perón: (mensaje que se me envió)
«El día que se lance a colgar, yo estaré del lado de los que «cuelgan» (2 de agosto de 1946).
«Entregaré unos metros de piola a cada descamisado y veremos quién cuelga a quién» (13 de agosto de 1946).
«A mí me van a matar peleando» (13 de agosto de 1946).
«Esa paz tengo que imponerla yo por la fuerza» (23 de agosto de 1947).
«Con un fusil o un cuchillo a matar al que se encuentre» (24 de junio de 1947).
«Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores» (8 de septiembre de 1947).
«Distribuiremos alambre de enfardar para colgar a nuestros enemigos» (31 de agosto de 1951).
«Ustedes me piden leña: ¿Por qué no empiezan a darla ustedes?» - (mayo de 1953).
La violencia que preconizaba alcanzó su máxima expresión en su último, discurso, cuando impulsó a las masas al crimen organizado, -indicando la forma cómo debía procederse y dando, por consiguiente, un «bill de indem*nidad» a los que así lo hicieran, al expresar:
«A la violencia la hemos de contestar con una violencia mayor. Con nuestra tolerancia exagerada nos hemos ganado el derecho de reprimirlos violentamente. Y desde ya establecemos como una conducta permanente pa*ra nuestro movimiento: aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las autoridades constituidas o en contra de la ley o de la Constitución, puede ser muerto por cualquier argentino.
«Esta conducta que ha de seguir todo peronista no solamente va dirigida contra los que ejecutan, sino también contra los que conspiren o inciten.
«La consigna para todo peronista, esté aislado o dentro de una organización, es contestar a una acción violenta con otra más violenta. Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos».
Ninguna circunstancia ha podido justificar tan tremendas amenazas por parte de quien, como presidente y como general, estaba obligado a respetar. a la ciudadanía y a la ley, así como a guardar el orden y dar ejemplo de mesura y serenidad.
Las amenazas e insultos, proferidos unas veces contra determinadas per*sonas y otras indiscriminaciones contra, amplios y respetables sectores de la población, amparándose su autor en la impunidad que le deparaba su carácter de primer mandatario, revelan una falla moral incompatible con el pundonor militar.
«El día que se lance a colgar, yo estaré del lado de los que «cuelgan» (2 de agosto de 1946).
«Entregaré unos metros de piola a cada descamisado y veremos quién cuelga a quién» (13 de agosto de 1946).
«A mí me van a matar peleando» (13 de agosto de 1946).
«Esa paz tengo que imponerla yo por la fuerza» (23 de agosto de 1947).
«Con un fusil o un cuchillo a matar al que se encuentre» (24 de junio de 1947).
«Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores» (8 de septiembre de 1947).
«Distribuiremos alambre de enfardar para colgar a nuestros enemigos» (31 de agosto de 1951).
«Ustedes me piden leña: ¿Por qué no empiezan a darla ustedes?» - (mayo de 1953).
La violencia que preconizaba alcanzó su máxima expresión en su último, discurso, cuando impulsó a las masas al crimen organizado, -indicando la forma cómo debía procederse y dando, por consiguiente, un «bill de indem*nidad» a los que así lo hicieran, al expresar:
«A la violencia la hemos de contestar con una violencia mayor. Con nuestra tolerancia exagerada nos hemos ganado el derecho de reprimirlos violentamente. Y desde ya establecemos como una conducta permanente pa*ra nuestro movimiento: aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las autoridades constituidas o en contra de la ley o de la Constitución, puede ser muerto por cualquier argentino.
«Esta conducta que ha de seguir todo peronista no solamente va dirigida contra los que ejecutan, sino también contra los que conspiren o inciten.
«La consigna para todo peronista, esté aislado o dentro de una organización, es contestar a una acción violenta con otra más violenta. Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos».
Ninguna circunstancia ha podido justificar tan tremendas amenazas por parte de quien, como presidente y como general, estaba obligado a respetar. a la ciudadanía y a la ley, así como a guardar el orden y dar ejemplo de mesura y serenidad.
Las amenazas e insultos, proferidos unas veces contra determinadas per*sonas y otras indiscriminaciones contra, amplios y respetables sectores de la población, amparándose su autor en la impunidad que le deparaba su carácter de primer mandatario, revelan una falla moral incompatible con el pundonor militar.