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Ver la versión completa : Un Viaje para Volver a Enamorarse.



Mircko
30/09/2006, 16:23
Comparto con uds. un artículo que llegó a mis manos y que me pareció oportuno publicarlo, puede que sea coincidente con algunas de sus historias o de sus proyectos futuros.
Espero les guste.
Saludos.


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Con el auto cargado, el tanque lleno y casi 20 mil kilómetros por recorrer, Ana se despidió de cinco de sus seis hijos y sintió que su corazón se partía en partes iguales: una para cada uno. Rompió en llanto… y lloró a mares. El proyecto, sin embargo, no iba a naufragar.
Hacía unos doce meses que Ana y Fernando Ibarzábal, de 55 y 57 años, planeaban materializar un sueño que amasaban desde los 20: recorrer América en una camioneta Kangoo manejando desde la Argentina hasta los Estados Unidos. Pero el sueño tampoco podía aguarse porque, de su llegada a Norteamérica, dependía que otro matrimonio, el de Francesca (49) y Martín Bercetche (60), cumpliera el suyo propio: celebrar 30 años de matrimonio, manejando la misma Kangoo y por la misma ruta, desde los Estados Unidos hasta la Argentina.
Un adelanto del final: para los que creen que la pasión en la pareja amaina pasados los 50, va este ejemplo. Ambos dúos recorrieron juntos el camino y, al llegar a la meta, se encontraron más enamorados que nunca.

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Solos en la ruta
Unos y otros tuvieron siempre la idea por separado y, como amigos que son, los Ibarzábal y los Bercetche decidieron echar a andar juntos esta aventura. Los primeros irían a EE.UU. en auto y volverían en avión, y los segundos volarían al Norte para recibir la posta y volver a la Argentina en auto.
Así, Ana y Fernando partieron desde Buenos Aires en la Kangoo el 26 de diciembre de 2005 y, luego de más de dos meses de andar por las rutas de América, llegaron a la ciudad de Chicago en marzo de 2006. Visitaron al hijo que vive allá y siguieron de recorrida por el país del Norte. Cuando era tiempo de volver, dejaron el auto en una cochera de Connecticut, donde, tres meses después, pasarían a buscarlo Fran y Martín.
Ellos volaron a Nueva York el 30 de mayo de 2006. Celebraron la graduación de su hijo –el único varón entre tres mujeres– que también vive allá, y el 4 de junio se subieron a la Kangoo y emprendieron la travesía Connecticut-Buenos Aires, donde arribaron en agosto.
“Nosotros viajamos 66 días –explica Martín–, a un promedio de 300,6 kilómetros por día, y recorrimos en total 19.850”.
Y eso que los cuatro, como bromea Fran, “son cero tuercas”.
De esta manera, los dos matrimonios anduvieron la costa este del continente americano de punta a punta, y atravesaron Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia (sólo los Bercetche), Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, México y los Estados Unidos. En este orden, según el recorrido de Ana y Fernando, y a la inversa, de acuerdo al trayecto de Francesca y Martín. En total, la incansable camionetita familiar recorrió unos 50 mil kilómetros.
“A ellos se les pincharon dos gomas, a nosotros ninguna. De tener que hacerlo, hubiera tenido que leer el manual”, recuerda divertido Martín. Pero la falta de habilidades mecánicas no los amedrentó.
“Para nosotros era una mezcla de deuda pendiente de la juventud y el festejo de nuestro 30 aniversario…”, cuenta Fran. ¿Y los Ibarzábal? “Teníamos ganas de pasar unas vacaciones largas en algún momento de nuestras vidas, lejos de las responsabilidades. ¡De entrada parecía una locura total!”, relata Fernando. “¡Qué disparate! –pensó Ana al principio–. ¡¿Cómo nos íbamos a ir tres meses si tenemos 6 hijos?!”.
Pero la realidad de ambos matrimonios era que sus chicos ya estaban grandes y podían valerse por sí mismos, y que este, era su momento.

Locos lindos
Los amigos les dijeron que estaban locos, que cómo iban a pasar 60 días metidos en un auto solos con su esposas, que, además, era peligroso, que tuvieran cuidado. “A los más jóvenes les impresionaba que nos pudiéramos llevar bien… ¡Y la verdad es que la pasamos brutal!”, comenta Ana. Y Fran agrega: “Es para hacerlo únicamente con tu pareja, estás tomando decisiones todo el tiempo: que dónde vas a dormir, que por qué ruta vas a agarrar, que dónde vas a comer…”. Ir de a cuatro, dicen, no hubiera funcionado: la cuestión era lograr un espacio privado con su compañero de toda la vida.
“Para hacerlo tenés que tener 20 años o esperar a estar jubilados”, comenta Francesca, quien actualmente trabaja en forma independiente para una empresa turística. Martín, por su parte, es un médico retirado. Fernando se dedica a temas agropecuarios pero se define “medio jubilado”, y Ana es traductora pública free lance. Nunca mejor que aquel momento para la aventura.
Y así fue: durante un año planificaron la travesía, recopilaron información de cada lugar al que irían, confeccionaron la hoja de ruta y fueron a todas las embajadas en la Argentina de los países que iban a visitar. ¿Temores? “Sí, muchísimos”, asegura Ana. Sobre todo a la inseguridad. Para andar tranquilos, blindaron y oscurecieron las ventanillas del auto, le instalaron un teléfono satelital y se equiparon con una caja repleta de herramientas. “Siempre tuvimos mucho cuidado –recuerda Fran–. A las seis de la tarde ya estábamos guardados en el hotel, o, a lo sumo, salíamos a comer, y volvíamos a la ruta recién con las primeras luces del día”.

Diario de viaje
Tanto Ana como Francesca registraron diariamente el relato de sus aventuras. Una, en su cuaderno y a mano alzada. La otra, en una computadora portátil que, a fuerza de tecleo duro y parejo, le permitió tener al tanto del paseo a familiares y amigos que los seguían a través de un blog.
“Es todo tan maravilloso, tan a lo bestia, que yo vivía con piel de gallina. Escribía todos los días y terminaba llorando”, cuenta Ana.
Entre tantos y tan maravillosos paisajes, los viajeros coinciden en resaltar la grandiosidad de Machu Pichu, en Perú. Los cuatro, también se esfuerzan en explicar, por ejemplo, la rara mezcla de culturas, religiones y costumbres que es México. La complejidad de este país todavía hoy los deslumbra. Cuenta Martín un episodio elocuente: “En el pueblo indígena de San Juan Chamula, un guía nos dijo: ‘Debemos comprender los valores propios de cada cultura. Para el indio, son el Sol y las plumas; para el blanco, el Norte y el oro’”.

De la selva al desierto
Cuentan nuestros aventureros que se maravillaban a cada kilómetro. Sus fotos revelan la diversidad de paisajes y gentes con las que se encontraron a lo largo del camino. Desde selvas y desiertos, volcanes y ríos, la naturaleza y el ser humano, todo los sorprendió sin parar. “Nos impresionó la religiosidad en todos lados”, dicen, y los conmocionó también la diversidad de dialectos y formas de comunicación de cada pueblo. La geografía tuvo lo suyo para con los aventureros. Cuentan en el blog que venía Fran manejando por unas plantaciones de bananas en Costa Rica cuando de repente, ella, su marido y la incansable Kangoo, se vieron atascados en un lodazal... ¡de arenas movedizas!

20 mil kilómetros... de amor
“La sensación de libertad, de irresponsabilidad, de volver a ser jóvenes... ¡es total!”, remarca Ana. A lo que su marido agrega: “A la distancia te lográs dar cuenta de que te hacés muchos problemas por pequeñas cosas. Entonces volvés cambiado”. Cuánto sabrá él de cambios, que, sólo por fuera, se lo ve en las fotos renovado, con su barba y melena larguísimas. Tanto, que sus hijos, al recibir las imágenes de papá y mamá desde el exterior, se reunían para ver lo que no podían creer: tenían frente a ellos a dos nuevos hippies que andaban por América en sandalias, ropas batik y bronceados caribeños.
“La impronta que nos deja todo esto es haber conocido en profundidad el continente, su realidad, además, claro, del tiempo compartido con tu pareja, del placer de la buena compañía...”, confiesa Francesca, a quien sus hijos recibieron con una frase alentadora: “Mamá, ahora sos más cool”.
Y sí. El sueño tuvo un final, que aquí llegó. O quizás, tan solo un comienzo... Reunidos los cuatro para esta nota, piensan en voz alta que tal vez, por qué no, el próximo paseo sea la ruta París-Pekín, o Canadá en motorhome, o Brasil en auto, o la Argentina desde Salta hacia abajo... Lo mismo da el camino, parece, siempre que el combustible, como en estas dos historias, sea el amor.








Fuente: http://www.revistanueva.com.ar/00794/nota05/index.htm

Matissa
04/10/2006, 22:38
Que maravilloso, me encanta, quiero hacer lo kçmismo YYYYAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! !!!! :peace: :clap2: :clap2: :clap2:

Mircko
04/10/2006, 22:41
..... todo es posible, ya sabes "pesito a pesito se hace el montoncito", y en una de esas, la próxima que publica algo así sos vos.
Saludos.
;-)

Matissa
04/10/2006, 22:45
Ticko , otra cosa ¿dónde estás viviendo ahora? ojo si querés responder....vos tantas preguntas ahora me toca a mi :mrgreen:

Mircko
04/10/2006, 22:51
..... ¿dónde vive Ticko?
En el país de la gente feliz...... ;-)

Matissa
04/10/2006, 22:56
Ggggrrrrrrrr!!!!!!!!!!!!!!!!!!

tulipan
25/11/2006, 21:05
Ticko, como siempre, muy buenos aportes...

Y pues... si por decir lo que queremos... se lograse.... pues

Yo quiero estar ahorita mismo en :canada:

Saluditos a todos!!!

Mircko
25/11/2006, 21:28
..... recordé aquello de "pídele a la vida lo que quieras y deja que lo bueno ocurra".
Que mejor que eso para nunca replegar nuestras alas y volar....
Un gusto leerte Tulip.....
Un abrazo.
;-)

tulipan
25/11/2006, 21:35
Efectivamente Ticko, un gusto para mi poder venir y saludar...

Las alas que necesito, son las de aircanada jijiji

Sencillamente un porvenir maravilloso a pocas horas de viaje, solo se necesita desearlo mucho mucho y muchooooooo, para que se dibuje una sonrisa en sus labios y en la mia... solamente eso.

:canada:

Mircko
26/11/2006, 11:52
..... Tulip for export entonces.
Que le vaya bien, ojalá Air Canadian le haga tenga una promoción a mano para estas fiestas de fin de año....
Saludos.