Zulaira
07/09/2006, 08:32
Hubo un día, uno de estos que se suman al pasar del tiempo, en que me fue hecho un regalo. El más único de todos los regalos. Si estaba envuelto de amor, de deseo, de equivocación, premeditación o simplemente de casualidad no es asunto que me concierna. El caso es que, un remoto día, me hicieron un regalo.
Si bonito o si feo, si perfecto o mejorable, tampoco es de importancia, porque en la especialidad de su singularidad reside mi arte para hacer de él a mi antojo.
Un día me regalaron una caja. La más hermosa de las cajas. Tan simple y tan corriente como las que todos los días se regalan por millares a las almas errantes anhelantes de vida finita. Tan frágil y perecedera como las que todos los días vuelven a ser envueltas en capas de tierra, fuego, recuerdos, libros o simplemente olvido.
Un día, el primero de los días, recibí el más grande de los regalos. Entregado tan simplemente que resulta difícil entenderlo. Sin instrucciones ni garantía. En un estado tan puro que sólo ahora puedo ser consciente de su evolución.
En las páginas del tiempo firmé mi contrato, acepté la caja. Mi caja única. Hipoteca de por vida, pero no de vida eterna. En el correr de los años, transporté mi caja donde quiera que fuera, porque incluso en mis sueños resulta imposible desligarme de ella. Milagrosa atadura ésta, al más exclusivo de mis regalos.
Aquel día, el más aleatorio de todos, decidí que lucharía por mi caja, ajada o no, eso no importa, la exprimiría en lo posible para que, como cosa material, cuando dejara de ser útil, volver a los comienzos con la seguridad de que a mi preciosa caja no le quedaba una astilla por desgastar.
Algún día, yo también regalaré una caja, la más hermosa de las cajas. Para envolverla elegiré capas de esperanza y la más cara de las alegrías.
Zulaira
Si bonito o si feo, si perfecto o mejorable, tampoco es de importancia, porque en la especialidad de su singularidad reside mi arte para hacer de él a mi antojo.
Un día me regalaron una caja. La más hermosa de las cajas. Tan simple y tan corriente como las que todos los días se regalan por millares a las almas errantes anhelantes de vida finita. Tan frágil y perecedera como las que todos los días vuelven a ser envueltas en capas de tierra, fuego, recuerdos, libros o simplemente olvido.
Un día, el primero de los días, recibí el más grande de los regalos. Entregado tan simplemente que resulta difícil entenderlo. Sin instrucciones ni garantía. En un estado tan puro que sólo ahora puedo ser consciente de su evolución.
En las páginas del tiempo firmé mi contrato, acepté la caja. Mi caja única. Hipoteca de por vida, pero no de vida eterna. En el correr de los años, transporté mi caja donde quiera que fuera, porque incluso en mis sueños resulta imposible desligarme de ella. Milagrosa atadura ésta, al más exclusivo de mis regalos.
Aquel día, el más aleatorio de todos, decidí que lucharía por mi caja, ajada o no, eso no importa, la exprimiría en lo posible para que, como cosa material, cuando dejara de ser útil, volver a los comienzos con la seguridad de que a mi preciosa caja no le quedaba una astilla por desgastar.
Algún día, yo también regalaré una caja, la más hermosa de las cajas. Para envolverla elegiré capas de esperanza y la más cara de las alegrías.
Zulaira