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Gabriel Azcoitia
14/08/2006, 05:07
LAS CHECAS



La institución soviética de la «checa», empleada como instrumento de terror, fue conocida desde el primer momento revolucionario en todo el territorio español sometido al Frente Popular.

Los partidos políticos extremistas y las sindicales obreras, así como la Federación Anarquista Ibérica, tanto en Madrid como en las demás poblaciones, establecieron en los numerosos edificios incautados para la instalación de sus respectivos centros, comisiones represivas, con facultades ilimitadas para realizar detenciones, requisas y asesinatos. Estos locales, destinados a la represión, fueron conocidos con el nombre genérico de «checas», y su número fue extraordinario, dado el desenfreno típico de la zona marxista y el gran número de edificios que en cualquiera población de mediana importancia tenía requisados cada partido político u organización obrera para el establecimiento, tanto de su centro principal como de sus sucursales y cuarteles de milicias autónomas, más aficionadas a las ventajas de la retaguardia que a los riesgos del frente de combate.

Bajo el mando de un jefe o «responsable», en los centros de tipo marxista, o de un Comité de Defensa, en los de carácter anarquista, las «checas» se multiplican, adoptando las variadas denominaciones de Agrupaciones Socialistas o Republicanas, Radios del Partido Comunista o de las Juventudes Socialistas Unificadas, Ateneos Libertarios, Sindicatos de la C. N. T. o de la U. G. T., Cuarteles de Milicias, Comités de Investigación o de Control, Comités de Vecinos, etcétera. Incluso llegan a establecerse «checas» que pueden ser calificarlas de semiprivadas, a cargo de comunes malhechores, rivalizando todos estos centros en su actuación sanguinaria y en su avidez por el botín, que pasa a engrosar los fondos de cada entidad política o sindical, o el patrimonio privado de los chequistas, siendo entregado en ocasiones a los organismos de incautación creados por la Hacienda pública roja.

Puede afirmarse que sólo en Madrid funcionaron bastante más de doscientas veintiséis checas, plenamente comprobadas, inspiradas en el modelo soviético ; pero con la esencial diferencia de presentar cada una de ellas carácter autónomo, actuando según su capricho y gozando del apoyo de las Autoridades oficiales rojas, a cuyo efecto fueron dotados de carnets de agentes de la Autoridad numerosos chequistas, sin que las «checas» estuviesen por su parte jerárquicamente subordinadas a dichas Autoridades ni obligadas a dar cuenta a las mismas de su actuación ni de la suerte corrida por sus detenidos, sin perjuicio todo ello del mutuo auxilio que se prestaban estas «checas» entre sí, especialmente las pertenecientes a un mismo partido u organización sindical. De este extraordinario número de «checas» diseminadas por toda la capital madrileña puede inferirse la situación de ésta durante el Movimiento y la seguridad personal de sus vecinos.

La complacencia del Gobierno del Frente Popular respecto de la actividad criminal de las «checas» oficiales y no oficiales resulta indiscutible ante la realidad de los hechos, y se vio confirmada por el premio concedido a los chequistas profesionales, que a los pocos meses ingresaron en masa en la Policía del Estado. Las hipócritas advertencias prohibitivas dirigidas por el Gobierno a las «checas» no oficiales, y publicadas alguna vez en la Prensa a efectos de propaganda en el Extranjero, eran puramente platónicas, y su propia reiteración de fe de su ineficacia y de su absoluta falta de sinceridad.

Los marxistas y anarquistas sentían preferencia por los templos y conventos para establecer en ellos sus «checas», pudiéndose citar en Madrid como casos concretos que el Convento de Salesas Reales de la calle de San Bernardo, núm. 72, el Convento de la Plaza de las Comendadoras, la iglesia de Santa Cristina y otros muchos templos madrileños fueron convertidos en «checas» por el Partido Comunista, independientemente de los edificios religiosos dedicados a la misma finalidad por otras organizaciones del Frente Popular.

Entre la multitud de «checas» de todas clases que, principalmente durante los últimos meses del año 1936, se extendieron por todo Madrid, existe un núcleo de ellas directamente conectadas con las Autoridades oficiales rojas, por lo que merecen un especial examen. Son estas «checas», en primer lugar, el Comité Provincial de Investigación Pública («Checa» de Bellas Artes y Fomento), y las de la Escuadrilla del Amanecer, Brigada Ferret, «Checa» de Atadell, «Checa» de la calle del Marqués de Riscal, núm. 1, «Checa» del Palacio de Eleta, de la calle de Fuencarral, y Linces de la República, así como los llamados Servicios Especiales, dependientes del Ministerio de la Guerra.

También con carácter oficial fueron creadas en Madrid treinta y cinco «checas», llamadas Puestos Especiales de Vigilancia, bajo la dependencia de la Inspección General de Milicias Populares, que constituyen la base de las Milicias de Vigilancia de Retaguardia, formadas a fines de 1936 con los referidos elementos y con los miembros más destacados de las restantes «checas» -oficiales y no oficiales- de la capital.

Todas estas «checas», creadas u oficialmente reconocidas durante la primera etapa del terror por la Autoridad frentepopulista, no difieren en ningún aspecto fundamental, en cuanto a su actuación, de las «checas» incontroladas, ya que la misión que realizan unas y otras es el asesinato en gran escala y por motivos arbitrarios y el saqueo.

Ya en una segunda etapa de la guerra, en que, por el cansancio de los asesinos o por conveniencia política del régimen rojo, se debilita el terror anárquico y van cesando poco a poco en sus actividades las «checas» incontroladas, es cuando el Gobierno marxista, por medio del S. I M. y de otros organismos análogos de policía política, desarrolla reflexivamente su campaña represiva, con la menor publicidad posible, haciendo pródigo uso de la tortura, técnicamente organizada y con características diferentes de las que revistió la barbarie tumultuaria y colectiva del primitivo período.

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Gabriel Azcoitia
14/08/2006, 05:28
Checas especiales de vigilancia de la Inspección General de Milicias Populares, dependientes del Comandante Barceló y del Teniente de Asalto Barbeta (uno de los complicados en el asesinato del SR. CALVO SOTELO)



Rios Rosas, número 37.- Inspección General de Milicias.

Pasaje de Bellas Vistas número 7.

Escuela de Ingenieros Agrónomos de la Ciudad Universitaria.

Instituto Geográfico de la calle de Blasco de Garay.

Raimundo Fernández Villaverde número 44.

Ricardo Fuentes, esquina a Gómez Ortega (Altos del Hipódromo).

Blasco de Garay, equina a Cea Bermúdez.

Alberto Aguilera, 70.

Trafalgar, 31.

Abascal, 20.

Príncipe de *****ra, 44.

Cartagena, 93.

Carretera del Este, número 25.

Paseo de la Canalización (talleres de Vicente Rico).

Plaza de España (edificio de la Dirección de Sanidad).

Plaza de San Martín, número 4.

San Lorenzo, número 15.

Duque de Medinaceli, número 2.

Alarcón, número 23.

Plaza de Colón, número 3.

Doctor Esquerdo, esquina a Jorge Juan.

Estación de Coya.

Paseo de los Pontones, número 31.

Carrera de San Francisco, número 4.

Paseo de Santa María de la Cabeza (Perfumería Floralia).

Méndez Alvaro, número 66.

Antonio López, número 68.

Paseo de de las Delicias, número 114.

Ramón y Cajal, número 6.

Tampoco se agregan a estas «checas» últimamente enunciadas los numerosos puestos de las Milicias de Vigilancia de Retaguardia, posteriormente creadas a base de las anteriores «checas» del Comandante Barceló y de las restantes «checas» políticas y sindicales, pero que, por no haber comenzado a funcionar con arreglo a la nueva organización hasta noviembre de 1936, presentan una actuación menos definida, salvo la intervención conjunta de sus elementos, utilizados durante todo dicho mes por las autoridades rojas, en los asesinatos en masa de los presos que con esta finalidad fueron excarcelados v conducidos al campo de Paracuellos y a otros lugares próximos a la capital. Ascienden, por consiguiente, las «checas» que, con carácter inequívoco y permanente, actuaron en Madrid durante el dominio rojo. a un número de doscientas veintiséis, sin incluir una cantidad igual aproximadamente de Centros y Comités que realizaron detenciones y asesinatos de un modo más eventual, por lo que no se les atribuye el concepto de «checas».

Las «checas» políticas y sindicales de todas las significaciones y matices comprendidas dentro del Frente Popular, realizan sus asesinatos y desmanes sin otra limitación que la representada por la distinta capacidad material y elementos represivos a disposición de cada una de ellas. Pero dentro de esta identidad criminal entre todas las «checas», se caracterizan las del Partido Comunista por su ferocidad y ensañamiento, ya que no conformes con asesinar a sus víctimas, les hacen antes objeto de los martirios más crueles, no habiendo una sola «checa» comunista de Madrid en que estos martirios no se aplicasen con carácter casi general.

Así, en la «checa» de la calle de San Bernardo, número 72, fueron cruelmente maltratados antes de su asesinato D. Fernando García Bastarrica, D. Miguel Blanco Rodríguez, la señorita Teresa Pérez Villaverde, D. Jesús Pedrero García Noblejas (que murió en la Cárcel Modelo, poco después de su salida de la «checa», a consecuencia de los martirios sufridos) y muchas víctimas más, hasta el punto de ser muy raro el caso de detenidos que hayan pasado por la «checa» comunista de San Bernardo y no hayan sufrido malos tratos.

De modo unánime manifiestan los testigos que han sobrevivido a su detención en la «checa» de San Bernardo, que en la misma se escuchaban constantemente desde las celdas los lamentos de los detenidos que estaban siendo interrogados y que regresaban a sus respectivos calabozos, después de los interrogatorios, con muestras inconfundibles de las torturas sufridas, figurando entre estos testigos la señorita Lourdes Bueno Méndez, D. Francisco Camacho López de la Manzanara, D. Emilio Mateo Galán y D. Clemente Paramio Redondo, quien manifiesta que uno de los encargados de golpear a los detenidos era un individuo boxeador, que los sometía a grandes palizas, dando lugar a que algunos de ellas perdieran la razón. El cadáver de D. Manuel González de Aledo, asesinado por la «checa», apareció en 3 de agosto de 1936 con señales evidentes, en la cara y en distintas partes del cuerpo, de haber sido cruelmente maltratado por sus asesinos.

En la «checa» comunista de la Guindalera, instalada en la calle de Alonso Heredia, número 9, en un chalet conocido por «El Castillo», se aplicaron también los más bárbaros y refinados tormentos a las víctimas, entre las que cuentan multitud de mujeres, consistiendo estos martirios tanto en palizas como en aplicación de hierros candentes y en arrancamiento de las uñas de manos y pies. La señorita Francisca Buisanz Callizo ha relatado ante las Autoridades judiciales de la España. Nacional, tanto las palizas de larga duración por ella sufridas como los tormentos aplicados a doña Delfina del Amo Portolés, de cincuenta y dos años, que por no acceder a revelar el paradero de su hijo y de su yerno, militares, a quienes los chequistas buscaban para asesinarlos, fue asesinada finalmente, sin que le fuese posible calzarse, para marchar con los milicianos al lugar donde había de ser muerta, por tener los pies terriblemente hinchados a consecuencia de los malos tratos. La testigo doña Rosa Rodríguez de Miguel manifiesta que durante los martirios los chequistas ponían en funcionamiento un potente aparato de radio, que apagaba las quejas de las víctimas ; la misma testigo fue duramente maltratada a *****jazos por dos chequistas, y relata que los miembros de la «checa» comentaban los martirios con regocijo, diciendo cada vez que se aplicaban a un detenido tales malos tratos, «que había habido corrida de toros».

En la misma «checa» comunista fue objeto de toda clase le vejaciones, antes de su asesinato, el Suboficial retirado de la Guardia Civil, D. José Azcutia Camuñas, a quien le fue colocado un gorro le papel, obligándole a ponerse en posición militar de firme, como escarnio, y desfilando ante él los miembros de la «checa», que le golpearon ferozmente, hasta el extremo de saltarle un ojo. Se da la circunstancia de que de la «checa» comunista de la Guindalera formaban parte varios ex presidiarios por delitos comunes, entre ellos Jacinto Vallejo y Román de la Hoz Vesgas (a) «el Vasco», lo que explica el encono que sentían contra los agentes de la Autoridad que caían en sus manos, concurriendo a estos desmanes varias mujeres, amantes de los miembros de la «checa».

La testigo doña Rosa Pizarro Cava, propietaria de una farmacia instalada en las proximidades de la «checa» de la calle de Alonso Heredia, declara que constantemente, desde el principio de los sucesos revolucionarios, hasta bien entrado el año 1937, oía desde su domicilio los lamentos de los detenidos en la «checa», sonando con mucha frecuencia disparos dentro de la misma, a la que, según la declarante, eran llevados numerosos objetos procedentes de saqueos domiciliarios, y entre ellos del palacio de Larios.

Las «checas» anarquistas, si bien asesinaban y robaban gran escala, no solían aplicar a sus víctimas trato tan. cruel, siendo menos frecuentes que entre los comunistas los casos de esta índole. Destacan entre las «checas» anarquistas, por el extraordinario número de asesinatos realizados, la «checa» del Cinema Europa, de la calle de Bravo Murillo ; el Ateneo Libertario de Vallehermoso, así como los de Ventas, Retiro, Barrios Bajos y Delicias, la «checa» de la calle de Fe‑ número 16, y la de Campo Libre, establecida en el número 126 de la calle de Fuencarral ; puede señalarse el caso representativo de la «checa» anarquista de Spartacus, que radicó en el número 18 de la calle Santa Engracia, que fue la encargada de «depurar» la Guardia Civil de Madrid, habiendo asesinado en este cometido la referida «checa», sólo en la noche del 19 de noviembre de 1936, a cincuenta y dos miembros del Benemérito Instituto, entre jefes, oficiales, suboficiales y clases de tropa de dicho Cuerpo.

Angel Galarza Gago, cabecilla republicano y después socialista; ministro del Gobierno del Frente Popular ;organizador de las checas de las M. V. R. y amparador y director de las checas de Atadell, Riscal y otras, de las que se servía para su protección personal y para sus crímenes.