Nicasio
10/08/2006, 08:10
El combate de El Caney
El día 1 de julio de 1898 fue elegido por el general Shafter para lanzar al 5º Cuerpo de Ejército contra Santiago de Cuba. Desde el día anterior, las tropas norteamericanas habían estado tomando posiciones al lado este de la ciudad, con la intención de comenzar el ataque al amanecer.
El 5º Cuerpo estaba organizado en tres Divisiones y dos Brigadas independientes que sumaban unos dieciocho mil hombres. El Caney era una pequeña posición defensiva apoyada sobre el fortín de El Viso, sin artillería ni ametralladoras, con una guarnición de 527 hombres al mando del general Vara del Rey.
Shafter decidió tomar esta posición, con el fin de no dejar tropas españolas sobre su flanco derecho. La misión se la encomendó a la 2ª División del general Lawton, apoyada por la artillería de Caprón. Era un error táctico supeditar la acción principal a la toma de aquella insignificante posición, distrayendo una posición, pero mayor error fue que sólo dos horas bastarían.
El combate comenzó, con la primera luz del día, sometiendo al fuego artillero las edificaciones y los pequeños fortines de madera de El Caney. Una hora después avanzaba la primera oleada de asaltantes que se vio frenada por las descargas cerradas y rasantes que los soldados españoles realizaban con sus Máuser. Los americanos se las habían prometido muy felices pues creyeron que los españoles saldrían corriendo ante su avance. A las nueve de la mañana ya habían cambiado de opinión; estaba claro, aquellos españoles no iban a correr, y su general se paseaba impasible por sus trincheras, despreciando a las balas enemigas y animando a sus hombres a resistir.
Al mediodía, la brigada del general Bates se había incorporado al combate, con los que efectivos norteamericanos superaban los 60.000 hombres, pero los defensores de El Caney estaban dispuestos a dar una lección de cómo luchan los españoles. Las oleadas de asaltantes se sucedían en movimientos coordinados, pero las descargas de la fusilería española también eran coordinadas y armónicas; una y otra vez fueron rechazados. La batería de Caprón cambió su posición y se aproximó a El Viso, núcleo de la resistencia, y su fuego empezó a batir con eficacia el fortín cuyos muros empezaron a ser demolidos por los impactos continuos que recibían.
A las tres de la tarde, Lawton recibió orden de abandonar El Caney y avanzar sobre San Juan, pero irritado ante la brava defensa de los españoles decidió continuar el ataque. El Viso estaba ya casi destruido, eran más de las cuatro de la tarde, un nuevo y rabioso asalto fue frenado ante los mismos muros del fortín. Vara del Rey sigue, a pesar de sus heridas, arengando a sus hombres. A las cinco, El Viso es tomado. Sólo muertos y algunos heridos encuentran allí los asaltantes. La artillería se sitúa en el mismo para poder batir las casas del pueblo y las trincheras. La resistencia es ya inútil y los pocos defensores que quedan se retiran ordenadamente hacía Santiago dirigidos por el Teniente Coronel Puñet. Allí quedó sin vida el general Vara del Rey y la mayoría de sus soldados.
El día 1 de julio de 1898 fue elegido por el general Shafter para lanzar al 5º Cuerpo de Ejército contra Santiago de Cuba. Desde el día anterior, las tropas norteamericanas habían estado tomando posiciones al lado este de la ciudad, con la intención de comenzar el ataque al amanecer.
El 5º Cuerpo estaba organizado en tres Divisiones y dos Brigadas independientes que sumaban unos dieciocho mil hombres. El Caney era una pequeña posición defensiva apoyada sobre el fortín de El Viso, sin artillería ni ametralladoras, con una guarnición de 527 hombres al mando del general Vara del Rey.
Shafter decidió tomar esta posición, con el fin de no dejar tropas españolas sobre su flanco derecho. La misión se la encomendó a la 2ª División del general Lawton, apoyada por la artillería de Caprón. Era un error táctico supeditar la acción principal a la toma de aquella insignificante posición, distrayendo una posición, pero mayor error fue que sólo dos horas bastarían.
El combate comenzó, con la primera luz del día, sometiendo al fuego artillero las edificaciones y los pequeños fortines de madera de El Caney. Una hora después avanzaba la primera oleada de asaltantes que se vio frenada por las descargas cerradas y rasantes que los soldados españoles realizaban con sus Máuser. Los americanos se las habían prometido muy felices pues creyeron que los españoles saldrían corriendo ante su avance. A las nueve de la mañana ya habían cambiado de opinión; estaba claro, aquellos españoles no iban a correr, y su general se paseaba impasible por sus trincheras, despreciando a las balas enemigas y animando a sus hombres a resistir.
Al mediodía, la brigada del general Bates se había incorporado al combate, con los que efectivos norteamericanos superaban los 60.000 hombres, pero los defensores de El Caney estaban dispuestos a dar una lección de cómo luchan los españoles. Las oleadas de asaltantes se sucedían en movimientos coordinados, pero las descargas de la fusilería española también eran coordinadas y armónicas; una y otra vez fueron rechazados. La batería de Caprón cambió su posición y se aproximó a El Viso, núcleo de la resistencia, y su fuego empezó a batir con eficacia el fortín cuyos muros empezaron a ser demolidos por los impactos continuos que recibían.
A las tres de la tarde, Lawton recibió orden de abandonar El Caney y avanzar sobre San Juan, pero irritado ante la brava defensa de los españoles decidió continuar el ataque. El Viso estaba ya casi destruido, eran más de las cuatro de la tarde, un nuevo y rabioso asalto fue frenado ante los mismos muros del fortín. Vara del Rey sigue, a pesar de sus heridas, arengando a sus hombres. A las cinco, El Viso es tomado. Sólo muertos y algunos heridos encuentran allí los asaltantes. La artillería se sitúa en el mismo para poder batir las casas del pueblo y las trincheras. La resistencia es ya inútil y los pocos defensores que quedan se retiran ordenadamente hacía Santiago dirigidos por el Teniente Coronel Puñet. Allí quedó sin vida el general Vara del Rey y la mayoría de sus soldados.