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Pompilio Zigrino
25/07/2006, 09:59
Si asociamos la cultura al conocimiento universal (ciencia, filosofía, religión), podemos decir que la educación es el medio que dispone una sociedad para difundir dicho conocimiento entre sus integrantes. Así, el docente es el intermediario entre quienes lo generan y quienes lo han de recibir.

En la educación podemos distinguir un contenido y un método, asignando a la palabra “método” el significado de “camino al objetivo”. El contenido de la educación ha de ser universal por cuanto la ciencia, la filosofía y la religión tienen ese carácter, o deberían tenerlo. De ahí que es posible hablar de una “ciencia de la educación”

Así como el contenido de la educación ha de ser común y universal, la transmisión del conocimiento ha de depender bastante de las aptitudes de quien la imparte. La forma de transmitir información es una cuestión bastante personal ya que a ella está asociada la creatividad individual, por lo que debemos hablar también del “arte de la educación”. Dicho arte consiste en optimizar la transferencia de ideas sintetizándolas hasta un mínimo, que podrá ser depositado en la memoria y que permitirá realizar razonamientos al respecto. Será como una semilla que podrá germinar si el terreno es el adecuado.

Los objetivos de la educación apuntan al individuo, para que sea consciente del lugar que el hombre ocupa en el cosmos. También existirán objetivos sociales, ya que todo individuo deberá adaptarse a su medio social. Wolfgang Goethe escribió: “Trata a la gente como si fuera lo que debería ser y la ayudarás a convertirse en lo que es capaz de ser”.

Cada postura filosófica propone un contenido y un método para la educación, pero también debemos proponerlos desde una postura científica. Así, los contenidos inherentes a la adaptación cultural del individuo provendrán de una “teoría de la acción”, mientras que los métodos para la aceptación de esos contenidos provendrá de una “teoría del conocimiento”.

El conocimiento le permite al hombre dedicar sus pensamientos a cosas importantes. Es la única forma de evitar su dedicación a las trivialidades cotidianas, a la vulgaridad y al desmedido afán de lujo y comodidades. El intelectual, desinteresado de lo material, adopta esa actitud sin tener que realizar el esfuerzo de sacrificar algo valioso. Ello ocurre porque lo material, para él, sólo significa un medio para que su vida sea más segura y cómoda. Por el contrario, la gente ignorante asigna mayor categoría social a quien más dinero posee. Y sólo por esas personas puede sentir envidia.

Los ideales de la educación no han de diferir esencialmente de los ideales de la ciencia, de la filosofía y de la religión, los que pueden sintetizarse en la búsqueda de la verdad. Todos los demás objetivos se darán como una consecuencia de esa búsqueda. La educación universal tenderá a unificar culturalmente a todos los pueblos. Cristo dijo: “..la verdad os hará libres”; libres respecto de nuestros defectos y también respecto del posible dominio que sobre cada uno puedan ejercer los demás hombres.

El conocimiento universal nos hace sentir ciudadanos del mundo, y nos hace dejar de lado los nacionalismos exagerados que generan antagonismos. Así como al sentirnos partes de la sociedad no dejamos de pertenecer a una familia, al sentirnos partes de la humanidad no dejaremos de pertenecer a nuestra propia Nación. El nacionalismo debe darse simultáneamente con el universalismo, de la misma manera en que el amor propio debe darse junto con el amor al prójimo.

El conocimiento de la verdad nos hace vislumbrar la esencia de la eternidad, porque la verdad es el conocimiento de lo eterno. El hombre común debería acercarse a la obra de los buscadores de la verdad, y no seguir los pasos de los buscadores de lo efímero y de lo circunstancial. Si asociamos nuestra vida a la búsqueda y a la difusión de la verdad, encontraremos el sentido de la vida que las leyes eternas han asignado a todos los hombres.

La escuela materializa sólo una de las causas influyentes en la formación de cada individuo. Esta influencia será compartida con el medio familiar y con los medios masivos de comunicación. Cuando se habla de la “crisis de la educación”, generalmente se supone que los contenidos y los métodos utilizados son anticuados, y se sugiere cambiarlos totalmente. En realidad, lo que está en crisis es la propia sociedad; la que valora muy poco al conocimiento y a la propia cultura. Poco se ganará si se trata de cambiar aspectos poco relevantes respecto de otros factores de mayor importancia.

Las masas ejercen su poder a través de la posibilidad de elegir el contenido de los programas televisivos, ya que la adhesión popular impone lo que exalta lo primitivo y lo vulgar. De esa forma se promueve una mentalidad que crea nuevos adeptos y favorece la contracultura.

En cuanto a los métodos de enseñanza, su efectividad depende de la aptitud del docente para impartir conocimientos ordenados a partir de cierta coherencia lógica previamente existente en su mente. De ahí que ciertos objetivos mínimos deban ser claramente expuestos buscando que queden para siempre ubicados en la memoria de los alumnos. Dicha coherencia lógica provendrá de conocer adecuadamente una secuencia histórica o bien una forma deductiva o bien una forma inductiva. La secuencia histórica implica una sucesión lineal de hechos, mientras que la forma deductiva permite ir desde lo general a lo particular. La forma inductiva, finalmente, permite describir los contenidos desde lo particular a lo general. Estas últimas posibilidades provienen de haber podido organizar el conocimiento en una forma axiomática. De todas formas, es parte de la libertad del docente y de su arte pedagógico elegir entre estas alternativas o bien otras no mencionadas aquí.

El arte de la educación consiste esencialmente en transmitir ideas básicas que sólo pueden establecerse a partir del adecuado conocimiento de los contenidos que van a enseñarse. De ahí que muy pocas veces se podrá suplir el conocimiento con aptitudes pedagógicas. Incluso en los ámbitos educativos se supone que bastan muy pocos libros para lograr un nivel cultural y científico adecuado. Conocimientos y capacidad de síntesis, por parte del docente, e interés y entrenamiento mental por parte del alumno, son los elementos básicos del proceso educativo.

En la actualidad, desde un punto de vista empresarial, se valora más el conocimiento que el capital y el trabajo. El hombre compite con la máquina y subsiste laboralmente el que es servido por una máquina, y no el que la sirve. Peter Druke escribió: “El cambio de significado del saber, que empezó hace doscientos cincuenta años, ha transformado a la sociedad y a la economía. El saber convencional se considera a la vez el recurso personal clave y el recurso económico clave. El saber es hoy el único recurso significativo. Los tradicionales ‘factores de producción’, suelo (recursos naturales), mano de obra y capital, no han desaparecido, pero se han convertido en secundarios; pueden obtenerse, y con facilidad, siempre que haya saber” (De “La sociedad poscapitalista”).

(Sigue)

Pompilio Zigrino
25/07/2006, 10:01
A veces, el exagerado uso de la tecnología perjudica al estudiante. Así, se pierde la posibilidad de entrenamiento mental al realizar cálculos elementales con calculadoras digitales, mientras que se pierde entrenamiento imaginativo al disponer de imágenes televisivas durante gran cantidad de horas. De esta manera, a la mayoría le resulta dificultoso realizar cálculos mentales o leer libros sin figuras. Este proceso está favorecido por el ideal tácitamente aceptado de buscar comodidades a toda costa, aún para que no trabaje nuestra propia mente.

El hombre regido por el “principio del placer”, coloca una alfombra de algodón a los pies de sus hijos para que no sufran el menor malestar. De esa forma sólo consiguen desadaptarlos de la sociedad y de la realidad, convirtiéndolos en personas egoístas, soberbias, caprichosas y exigentes. Si un docente comparte alguna información con sus alumnos, prestándoles libros o revistas, es altamente probable que no reciba su devolución. Este es un síntoma de que el subdesarrollo económico y tecnológico es sólo una consecuencia del subdesarrollo cultural.

Así como la biología trata de conocer el código genético del ser humano buscando resolver gran parte de nuestras debilidades físicas, las ciencias sociales buscan (o deberían hacerlo) la información mínima (ideología) que todo hombre debería llevar en su mente de manera de solucionar nuestros problemas sociales. La libertad del pensamiento ha de surgir a partir de la posesión de verdades elementales y evidentes. Con ellas se ha de elaborar un pensamiento cercano a la realidad. El poder de las ideas simples puede sintetizarse en la siguiente expresión de Cristo: “Es parecido el Reino de los Cielos a un grano de mostaza que un hombre tomó para sembrar en su campo; y, aún siendo la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es mayor que todas las plantas del huerto, y se hace un árbol, adonde vienen los pájaros del cielo a cobijarse en sus ramas” (Mt).