Pompilio Zigrino
23/07/2006, 10:43
El hombre es el principal artífice en el proceso evolutivo asociado a la vida inteligente, siendo la ciencia y la tecnología una parte importante de las actividades humanas que favorecen a ese proceso. Las ciencias exactas sirven como modelo para las ciencias sociales, las que permiten fundamentar a la religión natural, siendo posible, en principio, unificar al medio que nos llevará a nuestra plena adaptación al orden natural.
La ciencia es la actividad cognoscitiva del hombre por medio de la cual describe la ley natural. Organiza el conocimiento en forma axiomática y verifica sus resultados contrastándolos con la propia realidad. Tiene dos aplicaciones básicas: permite nuestra adaptación cultural y brinda el conocimiento que le permite a la tecnología realizar su misión.
La evolución y la adaptación biológica involucran periodos del orden de los millones de años. De ahí que tenemos la necesidad de acelerar dicho proceso, es decir, debemos reemplazarlo por algo que busque una misma finalidad. Los ambientes climatizados, vestimenta, medicamentos, etc., junto a las herramientas, máquinas y dispositivos que prolongan el accionar de nuestros músculos y de nuestra mente, son el resultado de la tecnología; la que apunta hacia una finalidad similar a la que busca la evolución biológica.
La actitud que permite el progreso científico y tecnológico no ha de diferir esencialmente de la que promueve el progreso de los demás aspectos culturales. De ahí que no sólo encontraremos actitudes altruistas, sino también actitudes egoístas y competitivas. Así como el trabajo ha de ser tan intenso como profundos sean los ideales que lo motivan, debemos encontrar los ideales de la ciencia y de la tecnología para que motiven nuestro accionar. Si las consideramos como partes del proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural, veremos en ellas una finalidad cercana a la de la propia religión.
La vida de Louis Pasteur tiene aspectos similares a la vida de un santo. Alguna vez tuvo que contemplar el sufrimiento de quienes morían por la rabia, o el de quienes tenían que padecer los primitivos e inoperantes métodos para combatir tal enfermedad, por lo que puso todo su empeño y su capacidad para el más noble fin de toda actividad humana: disminuir y evitar el sufrimiento de sus semejantes.
La ciencia y la tecnología, dirigidas por los políticos desde el Estado, son promovidas por los mismos que proponen una economía estatal planificada. La planificación de las actividades creativas lleva a restringir y a anular la libertad de pensamiento y de acción. Cuando los nazis llegan al poder, deben irse de Alemania y de Austria muchos científicos de primer nivel. También los físicos integrantes del grupo de Roma, dirigidos por E. Fermi, deben irse luego de divergencias con el Estado fascista. Respecto de la ex –URSS, Andrei Sajarov escribió: “Escritores, pintores, artistas, pedagogos, humanistas, todos se hallan sometidos a tan monstruosas presiones que no pueden por menos de admirarle a uno que el arte y las letras no hayan desaparecido por completo de nuestro país. La influencia de estos mismos factores antiintelectuales es más indirecta sobre las ciencias exactas y la técnica, pero no menos destructiva” (De “Mi país y el mundo”).
Cuando se habla de “revolución”, como un paso adelante en el desarrollo de las sociedades humanas, casi siempre se hace referencia a la reacción de los súbditos contra el egoísmo de los gobernantes. En realidad, lo que cambia el aspecto de las sociedades son las innovaciones tecnológicas, como lo fue la que produjo la Revolución Industrial que comenzó en el siglo XVIII. El nombre más ilustre fue el de James Watt, quien perfecciona la máquina de vapor. La industria se ve favorecida por este dispositivo mientras que sus seguidores se encargan de “llevar la revolución” a otros ámbitos: Robert Fulton la aplica a los barcos, mientras que George Stephenson la aplica a los ferrocarriles. Y el mundo dejó de ser lo que antes fue.
El avance tecnológico, en las primeras épocas, fue establecido mediante el aporte de inventores aislados, pero a fines del siglo XIX, Thomas A. Edison reúne en su empresa a varios inventores para que puedan dedicarse completamente a esa tarea. Igualmente, en los Laboratorios Bell, fundado por el inventor del teléfono, surgen aportes importantes a la tecnología, tales como el transistor, la teoría de la información, la transmisión en banda lateral única, los filtros eléctricos, la radioastronomía, la verificación de las propiedades ondulatorias de las partículas atómicas, etc. Ocho de sus empelados fueron galardonados con el Premio Nobel de Física.
La actitud del científico difiere esencialmente de la actitud del ingeniero. Mientras que el primero busca conocer la ley natural que rige determinado fenómeno natural, el segundo busca aplicar el conocimiento científico para resolver algún problema planteado, o para optimizar alguna solución existente. El científico se desinteresa por una posible aplicación práctica de sus conocimientos e innovaciones, mientras que el ingeniero se desinteresa por el fundamento científico de los conocimientos que emplea; también existen posturas intermedias.
La unificación de las fuerzas de la naturaleza, surgida de necesidades puramente intelectuales, ha favorecido el avance tecnológico. Así, cuando Newton unifica la gravedad celeste con la gravedad terrestre, establece las leyes de la mecánica, que es la base de la tecnología respectiva. Cuando en los trabajos de Faraday se completa la unificación de los fenómenos eléctricos y magnéticos, aparece la posibilidad de la creación de las máquinas eléctricas (generadores, motores, transformadores). Cuando Maxwell logra la síntesis unificadora de electromagnetismo y radiación, establece la base científica para el establecimiento de la radiotelefonía, de la televisión y de las comunicaciones. Lo anterior implica que no es conveniente una “dirección de la ciencia hacia aplicaciones concretas”, por cuanto la ciencia avanza motivada por la simple y saludable curiosidad.
Cuando se realiza la corrección relativista de la mecánica (Einstein) surge la posibilidad de la conversión entre masa y energía. Cuando De Broglie predice la existencia de propiedades ondulatorias de las partículas atómicas, no tiene en su mente la aplicación posterior de su descubrimiento: el microscopio electrónico, que favoreció las investigaciones en biología y en medicina. Cuando se estableció la lógica simbólica (Boole) no se tuvo en cuenta la aplicación posterior, ya que dicha estructura matemática resultó ser también el fundamento de la electrónica digital, que dio lugar a la computadora digital y a la revolución informática. Cuando se realiza la corrección cuántica de la mecánica (Heisenberg, Schrodinger, Dirac) no estaba prevista una importante aplicación: el transistor, que es la célula básica de la microelectrónica. Cuando el matemático V. Jones estudia la topología de nudos, no esperaba que las fórmulas por él encontradas sirvieran para determinar la factibilidad de realización de moléculas por medio de la ingeniería genética. En todos estos casos se nota que una finalidad científica da lugar a una aplicación tecnológica imprevista.
(Sigue)
La ciencia es la actividad cognoscitiva del hombre por medio de la cual describe la ley natural. Organiza el conocimiento en forma axiomática y verifica sus resultados contrastándolos con la propia realidad. Tiene dos aplicaciones básicas: permite nuestra adaptación cultural y brinda el conocimiento que le permite a la tecnología realizar su misión.
La evolución y la adaptación biológica involucran periodos del orden de los millones de años. De ahí que tenemos la necesidad de acelerar dicho proceso, es decir, debemos reemplazarlo por algo que busque una misma finalidad. Los ambientes climatizados, vestimenta, medicamentos, etc., junto a las herramientas, máquinas y dispositivos que prolongan el accionar de nuestros músculos y de nuestra mente, son el resultado de la tecnología; la que apunta hacia una finalidad similar a la que busca la evolución biológica.
La actitud que permite el progreso científico y tecnológico no ha de diferir esencialmente de la que promueve el progreso de los demás aspectos culturales. De ahí que no sólo encontraremos actitudes altruistas, sino también actitudes egoístas y competitivas. Así como el trabajo ha de ser tan intenso como profundos sean los ideales que lo motivan, debemos encontrar los ideales de la ciencia y de la tecnología para que motiven nuestro accionar. Si las consideramos como partes del proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural, veremos en ellas una finalidad cercana a la de la propia religión.
La vida de Louis Pasteur tiene aspectos similares a la vida de un santo. Alguna vez tuvo que contemplar el sufrimiento de quienes morían por la rabia, o el de quienes tenían que padecer los primitivos e inoperantes métodos para combatir tal enfermedad, por lo que puso todo su empeño y su capacidad para el más noble fin de toda actividad humana: disminuir y evitar el sufrimiento de sus semejantes.
La ciencia y la tecnología, dirigidas por los políticos desde el Estado, son promovidas por los mismos que proponen una economía estatal planificada. La planificación de las actividades creativas lleva a restringir y a anular la libertad de pensamiento y de acción. Cuando los nazis llegan al poder, deben irse de Alemania y de Austria muchos científicos de primer nivel. También los físicos integrantes del grupo de Roma, dirigidos por E. Fermi, deben irse luego de divergencias con el Estado fascista. Respecto de la ex –URSS, Andrei Sajarov escribió: “Escritores, pintores, artistas, pedagogos, humanistas, todos se hallan sometidos a tan monstruosas presiones que no pueden por menos de admirarle a uno que el arte y las letras no hayan desaparecido por completo de nuestro país. La influencia de estos mismos factores antiintelectuales es más indirecta sobre las ciencias exactas y la técnica, pero no menos destructiva” (De “Mi país y el mundo”).
Cuando se habla de “revolución”, como un paso adelante en el desarrollo de las sociedades humanas, casi siempre se hace referencia a la reacción de los súbditos contra el egoísmo de los gobernantes. En realidad, lo que cambia el aspecto de las sociedades son las innovaciones tecnológicas, como lo fue la que produjo la Revolución Industrial que comenzó en el siglo XVIII. El nombre más ilustre fue el de James Watt, quien perfecciona la máquina de vapor. La industria se ve favorecida por este dispositivo mientras que sus seguidores se encargan de “llevar la revolución” a otros ámbitos: Robert Fulton la aplica a los barcos, mientras que George Stephenson la aplica a los ferrocarriles. Y el mundo dejó de ser lo que antes fue.
El avance tecnológico, en las primeras épocas, fue establecido mediante el aporte de inventores aislados, pero a fines del siglo XIX, Thomas A. Edison reúne en su empresa a varios inventores para que puedan dedicarse completamente a esa tarea. Igualmente, en los Laboratorios Bell, fundado por el inventor del teléfono, surgen aportes importantes a la tecnología, tales como el transistor, la teoría de la información, la transmisión en banda lateral única, los filtros eléctricos, la radioastronomía, la verificación de las propiedades ondulatorias de las partículas atómicas, etc. Ocho de sus empelados fueron galardonados con el Premio Nobel de Física.
La actitud del científico difiere esencialmente de la actitud del ingeniero. Mientras que el primero busca conocer la ley natural que rige determinado fenómeno natural, el segundo busca aplicar el conocimiento científico para resolver algún problema planteado, o para optimizar alguna solución existente. El científico se desinteresa por una posible aplicación práctica de sus conocimientos e innovaciones, mientras que el ingeniero se desinteresa por el fundamento científico de los conocimientos que emplea; también existen posturas intermedias.
La unificación de las fuerzas de la naturaleza, surgida de necesidades puramente intelectuales, ha favorecido el avance tecnológico. Así, cuando Newton unifica la gravedad celeste con la gravedad terrestre, establece las leyes de la mecánica, que es la base de la tecnología respectiva. Cuando en los trabajos de Faraday se completa la unificación de los fenómenos eléctricos y magnéticos, aparece la posibilidad de la creación de las máquinas eléctricas (generadores, motores, transformadores). Cuando Maxwell logra la síntesis unificadora de electromagnetismo y radiación, establece la base científica para el establecimiento de la radiotelefonía, de la televisión y de las comunicaciones. Lo anterior implica que no es conveniente una “dirección de la ciencia hacia aplicaciones concretas”, por cuanto la ciencia avanza motivada por la simple y saludable curiosidad.
Cuando se realiza la corrección relativista de la mecánica (Einstein) surge la posibilidad de la conversión entre masa y energía. Cuando De Broglie predice la existencia de propiedades ondulatorias de las partículas atómicas, no tiene en su mente la aplicación posterior de su descubrimiento: el microscopio electrónico, que favoreció las investigaciones en biología y en medicina. Cuando se estableció la lógica simbólica (Boole) no se tuvo en cuenta la aplicación posterior, ya que dicha estructura matemática resultó ser también el fundamento de la electrónica digital, que dio lugar a la computadora digital y a la revolución informática. Cuando se realiza la corrección cuántica de la mecánica (Heisenberg, Schrodinger, Dirac) no estaba prevista una importante aplicación: el transistor, que es la célula básica de la microelectrónica. Cuando el matemático V. Jones estudia la topología de nudos, no esperaba que las fórmulas por él encontradas sirvieran para determinar la factibilidad de realización de moléculas por medio de la ingeniería genética. En todos estos casos se nota que una finalidad científica da lugar a una aplicación tecnológica imprevista.
(Sigue)