BEBEDORSOCIAL
09/07/2006, 23:45
Sigo esperando que timbre el teléfono. La ansiedad de escucharte me está quemando por dentro. Solo espero que tu decisión haya variado: que me quieras más que a un amigo.
Las horas siguen transcurriendo, tu voz se me apaga y comienzo a dejarte en el olvido, en esa vieja caja de recuerdos que guardaba en el armario de mi madre. Todo está allí, las cartas que nunca recibí, la flor que nunca cortaste, el regalo que no dio tiempo de comprar en la tienda frente al colegio.
Comienza a caminar el segundero de este reloj. Desearía que el tiempo volviese atrás, al instante en que nos besamos por primera vez; solo me queda el triste recuerdo, triste ahora que ya no estás. Triste el reloj que tiene que seguir andando, sin conocer el sufrimiento que lleva del otro lado: el dolor que guardo en mí.
Si pienso un poco en qué estarás haciendo en estos momentos, imaginaría que se disipó tu sonrisa, que estás junto al teléfono esperando que mi orgullo sea vencido por las ganas de llamarte. Pero no debo hacerlo. Aunque lo deseo.
No quiero ser su amigo, mi cariño por usted es demasiado. No se lo puede imaginar. Nunca había tratado a una dama como lo hice esta vez. Fui sincero, honesto, amoroso y detallista. Pero aunque me confesó que eso la cautivó, no bastó para cultivar amor en su corazón. Y para usted el amor es esencial para estar con alguien. Por desgracia yo cometí el error de amarla, de demostrarle que no podía dejar de pensar en su persona; fallé al ser sincero, al dejarla entrar a mi corazón tan fácilmente y sin trabas. Cómo pude ser tan iluso: imaginar que mi amor por usted era correspondido. No me lo podré perdonar nunca. Ese fue el motivo de su partida.
En este instante, me viene a la mente la imagen de la noche en que por última vez la vi: sentada en uno de los asientos del autobús, mirándome con gran tristeza, los ojos húmedos pero sin llanto, una pequeña sonrisa fingida, un adiós en el corazón. Corazón roto el que se quedó mirándote al otro lado del vidrio, corazón que nunca volverá a ser el mismo.
Tengo tantas ganas de llamarle.
Por eso comencé a escribir estar palabras, para tratar de no hacerlo. Para canalizar la ansiedad de escuchar su voz. ¿Estará pensando en mi?
Esteban (herido).
Las horas siguen transcurriendo, tu voz se me apaga y comienzo a dejarte en el olvido, en esa vieja caja de recuerdos que guardaba en el armario de mi madre. Todo está allí, las cartas que nunca recibí, la flor que nunca cortaste, el regalo que no dio tiempo de comprar en la tienda frente al colegio.
Comienza a caminar el segundero de este reloj. Desearía que el tiempo volviese atrás, al instante en que nos besamos por primera vez; solo me queda el triste recuerdo, triste ahora que ya no estás. Triste el reloj que tiene que seguir andando, sin conocer el sufrimiento que lleva del otro lado: el dolor que guardo en mí.
Si pienso un poco en qué estarás haciendo en estos momentos, imaginaría que se disipó tu sonrisa, que estás junto al teléfono esperando que mi orgullo sea vencido por las ganas de llamarte. Pero no debo hacerlo. Aunque lo deseo.
No quiero ser su amigo, mi cariño por usted es demasiado. No se lo puede imaginar. Nunca había tratado a una dama como lo hice esta vez. Fui sincero, honesto, amoroso y detallista. Pero aunque me confesó que eso la cautivó, no bastó para cultivar amor en su corazón. Y para usted el amor es esencial para estar con alguien. Por desgracia yo cometí el error de amarla, de demostrarle que no podía dejar de pensar en su persona; fallé al ser sincero, al dejarla entrar a mi corazón tan fácilmente y sin trabas. Cómo pude ser tan iluso: imaginar que mi amor por usted era correspondido. No me lo podré perdonar nunca. Ese fue el motivo de su partida.
En este instante, me viene a la mente la imagen de la noche en que por última vez la vi: sentada en uno de los asientos del autobús, mirándome con gran tristeza, los ojos húmedos pero sin llanto, una pequeña sonrisa fingida, un adiós en el corazón. Corazón roto el que se quedó mirándote al otro lado del vidrio, corazón que nunca volverá a ser el mismo.
Tengo tantas ganas de llamarle.
Por eso comencé a escribir estar palabras, para tratar de no hacerlo. Para canalizar la ansiedad de escuchar su voz. ¿Estará pensando en mi?
Esteban (herido).