Observador
24/05/2006, 15:41
Parte I
El arrianismo a través de los siglos (X)
El arrianismo a través de los siglos (XII y último)
El arrianismo a través de los siglos (XI)
El arrianismo a través de los siglos (X)
La continuación del artículo anterior (BT nº 112, de fecha 09-01-04, p 15.) dice así: Ahora bien, hay que tener siempre presente que, para el arrianismo, todo gira en torno a su doctrina principal, que es el “unitarismo divino”; es decir, que no admite nada más que la existencia de una sola persona en la Divinidad: Yavé (o Jehová); por tanto, los arrianos niegan rotundamente la divinidad del Logos, el cual, para ellos, sólo es una criatura hecha (o creada) por Dios; por eso, niegan también la naturaleza divina de Cristo, quien, para los arrianos, sólo es un hombre. Dicho esto, pasemos a ver el período histórico arriano en la Península Ibérica. En el año 409, tuvieron lugar “las invasiones pacíficas”; varios pueblos bárbaros arrianos entraron en la Península Ibérica: alanos, suevos y vándalos (asdingos y slingos); vinieron por los Pirineos causando toda suerte de atropellos y saqueos; después tuvieron lugar las invasiones violentas, que acabaron con el Imperio romano occidental en el año 476; en lo sucesivo, los visigodos, que también eran arrianos, se hicieron con el control de la Península Ibérica; desde entonces, unos diez millones de hispanorromanos católicos tuvieron que soportar las imposiciones religiosas de los gobernantes arrianos, que sólo eran unos doscientos mil; baste, como botón de muestra, el asesinato de Hermenegildo, hijo y príncipe heredero del rey Leovigildo, a quien, por haber abrazado el catolicismo y negarse a volver al arrianismo, su padre mandó ejecutar. Por tanto, su hermano Recaredo heredó el reino visigodo en el año 586. Este rey, en el III Concilio de Toledo, abandonó el arrianismo y abrazó el catolicismo; es decir, de un plumazo (con una firma) hizo católico a todo el reino visigodo el día 7 de mayo del año 589.
Recaredo, por medio de una embajada, envió una carta al papa Gregorio I Magno informándole de lo sucedido en dicho Concilio; a la carta acompañaba un regalo consistente en un cáliz de oro y piedras preciosas. El Pontífice respondió con otra carta, que decía: ¿Qué diré en el juicio final cuando me presente con las manos vacías, y vos vayáis seguido de rebaños de fieles cuyas almas habéis ganado a la fe con sólo el imperio de la persuasión?” (Juan Ortega y Rubio: Compendio de Historia de España, tomo I, p. 61). El Papa también agregó, a su carta de respuesta, un regalo de tres reliquias: un pedacito de madera (que, según el Papa, era del lignum crucis), una llave (que el Pontífice decía que estaba hecha con parte del hierro de las cadenas puestas sobre el apóstol Pedro cuando sufrió el martirio), y unos cabellos (que Gregorio I afirmaba que eran de Juan el Bautista). Al parecer, por fin, el catolicismo había triunfado en su lucha secular contra el arrianismo, el cual quedó eliminado en la Península Ibérica. Ahora bien, ¿cuánto tiempo iba a pasar sin volver a ser molestado otra vez el catolicismo por la doctrina arriana del unitarismo divino? Para ver esto, tenemos que dar un salto hacia atrás en la Historia. En efecto, según vimos, el Artículo IX, en el siglo IV, el arrianismo se convirtió en la religión de los pueblos que estaban fuera de las fronteras del Imperio romano. La península Arábiga era uno de esos lugares al Este de dicho Imperio; pues bien, allí también se estableció el arrianismo. Más tarde, los cristianos arrianos, en ese lugar, entraron en contacto con los primeros musulmanes; así lo dice la historia: “En cuanto a los cristianos, es un hecho su presencia en Arabia. […]. Los cristianos de Nachran enviaron una delegación para discutir con los primeros musulmanes la conclusión de un pacto y el Corán (C 3:61) menciona la ordalía que Mahoma les habría propuesto y que los cristianos rechazaron. […]. El desierto ha sido siempre el refugio – o lugar de exilio – de los no conformistas. Se conoce documentalmente el caso de cristianos exiliados del Imperio bizantino que fueron a dar en el oasis de Nachran. Y en Egipto los arrianos fueron enviados a los oasis por por los ortodoxos, […].” (Jacques Jomier [de la Universidad de la Sorbona, de París]: Introducción al Corán, que traduce y edita Julio Cortés [profesor de árabe en la Universidad de Carolina del Norte, EE. EE.], Barcelona, Editorial Herder, S. A., 1989, p. 17). Por eso, como es sabido, el Corán tiene algunas cosas de los cristianos; pero se trata de los cristianos arrianos, como es el unitarismo divino; el Corán lo dice así: “Vuestro Dios es un Dios Uno. No hay más dios que Él, el Compasivo, el Misericordioso.” (Corán 2:163).
Por tanto, cuando el Islam entró en el reino visigodo en el año 711, otra vez tuvieron que convivir los católicos con la doctrina arriana del unitarismo divino hasta 1492. A partir de esta fecha, parecería que, en España, la única religión sería sólo el catolicismo para siempre; por lo menos, así se expresó en la Constitución de Cádiz en el año 1812, que, en su artículo 12, dice: “La religión de la nación española es y será perpetuamente la Católica, Apostólica y Romana, única verdadera. La nación la protege por leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquier otra.” (Historia para el Debate, año 2000, abril-junio, p. 41). Y, en el siglo siguiente, todavía se decía esto: Concordato del Vaticano con España de 1953. Artículo 1.- La Religión Católica, Apostólica, Romana sigue siendo la única de la Nación española y goza de los derechos y de las prerrogativas que le corresponden en conformidad con la Ley Divina y el Derecho Canónico.” (Id., pp. 42-43).
Lo que menos podía imaginarse el catolicismo entonces es que de nuevo iba a tener que vérselas otra vez con el unitarismo divino del arrianismo en España. En efecto, en el tiempo que media entre esas dos citas, esto es, a finales del siglo XIX, el norteamericano Charles T. Russell (m en 1916) fundó, en EE. UU., “... la corporación que ahora se conoce como la Sociedad Watch Tower (Testigos de Jehová). Fue estatuida en 1884.” Russell fue sucedido (como presidente de esa Sociedad) por Joseph F. Rutherfrod (1916-1942) (La Atalaya, 1 de Abril de 1972, p. 25). En 1925, Rutherford envió a un testigo de Jehová (en lo sucesivo TJ), llamado George Yung, a España, para comenzar aquí la obra del jehovismo. Yung, con la ayuda del “embajador británico”, consiguió que las autoridades españolas le dieran permiso para que el propio Rutherford pronunciara una conferencia en Barcelona y, después, en Madrid. Yung anunció esas conferencias en los periódicos. Un domingo, a las 11h. de la maña, tuvo lugar la conferencia en Barcelona en un teatro, que estuvo protegido por la policía. Mientras Rutherford pronunció su conferencia, el gobernador de Barcelona permaneció en el estrado. “No hubo ningún disturbio, y al terminar la reunión se pidió al auditorio que firmara tarjetas en las cuales dieran su dirección. El número de direcciones que se entregaron llegó a 702 y la asistencia pasó de 2.000 personas. Más tarde, se pudo visitar a los que entregaron su nombre y dirección para estimular el interés de ellos en las Escrituras.” En Madrid se repitió la misma experiencia, con una asistencia de 1.200 personas; el subgobernador estuvo en el estrado y unas 400 personas dieron sus direcciones para ser visitadas. El subgobernador dio permiso para que, el 12 de mayo de 1925, se publicara la conferencia de Rutherford en el periódico Informaciones. Los mismos TJ dicen, sobre el resultado de esa visita de su Presidente: “El éxito de la visita del hermano Rutherford le indujo a establecer una oficina sucursal de la Sociedad Watch Tower en España, bajo la superintendencia de George Yung. Su dirección oficial era el domicilio del hermano Eduardo Álvarez Montero, en Madrid. A partir de agosto de 1925 la nueva sucursal empezó a publicar una versión reducida de cuatro páginas de La Torre del Vigía impresa por una firma comercial. (Continuará).
El arrianismo a través de los siglos (X)
El arrianismo a través de los siglos (XII y último)
El arrianismo a través de los siglos (XI)
El arrianismo a través de los siglos (X)
La continuación del artículo anterior (BT nº 112, de fecha 09-01-04, p 15.) dice así: Ahora bien, hay que tener siempre presente que, para el arrianismo, todo gira en torno a su doctrina principal, que es el “unitarismo divino”; es decir, que no admite nada más que la existencia de una sola persona en la Divinidad: Yavé (o Jehová); por tanto, los arrianos niegan rotundamente la divinidad del Logos, el cual, para ellos, sólo es una criatura hecha (o creada) por Dios; por eso, niegan también la naturaleza divina de Cristo, quien, para los arrianos, sólo es un hombre. Dicho esto, pasemos a ver el período histórico arriano en la Península Ibérica. En el año 409, tuvieron lugar “las invasiones pacíficas”; varios pueblos bárbaros arrianos entraron en la Península Ibérica: alanos, suevos y vándalos (asdingos y slingos); vinieron por los Pirineos causando toda suerte de atropellos y saqueos; después tuvieron lugar las invasiones violentas, que acabaron con el Imperio romano occidental en el año 476; en lo sucesivo, los visigodos, que también eran arrianos, se hicieron con el control de la Península Ibérica; desde entonces, unos diez millones de hispanorromanos católicos tuvieron que soportar las imposiciones religiosas de los gobernantes arrianos, que sólo eran unos doscientos mil; baste, como botón de muestra, el asesinato de Hermenegildo, hijo y príncipe heredero del rey Leovigildo, a quien, por haber abrazado el catolicismo y negarse a volver al arrianismo, su padre mandó ejecutar. Por tanto, su hermano Recaredo heredó el reino visigodo en el año 586. Este rey, en el III Concilio de Toledo, abandonó el arrianismo y abrazó el catolicismo; es decir, de un plumazo (con una firma) hizo católico a todo el reino visigodo el día 7 de mayo del año 589.
Recaredo, por medio de una embajada, envió una carta al papa Gregorio I Magno informándole de lo sucedido en dicho Concilio; a la carta acompañaba un regalo consistente en un cáliz de oro y piedras preciosas. El Pontífice respondió con otra carta, que decía: ¿Qué diré en el juicio final cuando me presente con las manos vacías, y vos vayáis seguido de rebaños de fieles cuyas almas habéis ganado a la fe con sólo el imperio de la persuasión?” (Juan Ortega y Rubio: Compendio de Historia de España, tomo I, p. 61). El Papa también agregó, a su carta de respuesta, un regalo de tres reliquias: un pedacito de madera (que, según el Papa, era del lignum crucis), una llave (que el Pontífice decía que estaba hecha con parte del hierro de las cadenas puestas sobre el apóstol Pedro cuando sufrió el martirio), y unos cabellos (que Gregorio I afirmaba que eran de Juan el Bautista). Al parecer, por fin, el catolicismo había triunfado en su lucha secular contra el arrianismo, el cual quedó eliminado en la Península Ibérica. Ahora bien, ¿cuánto tiempo iba a pasar sin volver a ser molestado otra vez el catolicismo por la doctrina arriana del unitarismo divino? Para ver esto, tenemos que dar un salto hacia atrás en la Historia. En efecto, según vimos, el Artículo IX, en el siglo IV, el arrianismo se convirtió en la religión de los pueblos que estaban fuera de las fronteras del Imperio romano. La península Arábiga era uno de esos lugares al Este de dicho Imperio; pues bien, allí también se estableció el arrianismo. Más tarde, los cristianos arrianos, en ese lugar, entraron en contacto con los primeros musulmanes; así lo dice la historia: “En cuanto a los cristianos, es un hecho su presencia en Arabia. […]. Los cristianos de Nachran enviaron una delegación para discutir con los primeros musulmanes la conclusión de un pacto y el Corán (C 3:61) menciona la ordalía que Mahoma les habría propuesto y que los cristianos rechazaron. […]. El desierto ha sido siempre el refugio – o lugar de exilio – de los no conformistas. Se conoce documentalmente el caso de cristianos exiliados del Imperio bizantino que fueron a dar en el oasis de Nachran. Y en Egipto los arrianos fueron enviados a los oasis por por los ortodoxos, […].” (Jacques Jomier [de la Universidad de la Sorbona, de París]: Introducción al Corán, que traduce y edita Julio Cortés [profesor de árabe en la Universidad de Carolina del Norte, EE. EE.], Barcelona, Editorial Herder, S. A., 1989, p. 17). Por eso, como es sabido, el Corán tiene algunas cosas de los cristianos; pero se trata de los cristianos arrianos, como es el unitarismo divino; el Corán lo dice así: “Vuestro Dios es un Dios Uno. No hay más dios que Él, el Compasivo, el Misericordioso.” (Corán 2:163).
Por tanto, cuando el Islam entró en el reino visigodo en el año 711, otra vez tuvieron que convivir los católicos con la doctrina arriana del unitarismo divino hasta 1492. A partir de esta fecha, parecería que, en España, la única religión sería sólo el catolicismo para siempre; por lo menos, así se expresó en la Constitución de Cádiz en el año 1812, que, en su artículo 12, dice: “La religión de la nación española es y será perpetuamente la Católica, Apostólica y Romana, única verdadera. La nación la protege por leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquier otra.” (Historia para el Debate, año 2000, abril-junio, p. 41). Y, en el siglo siguiente, todavía se decía esto: Concordato del Vaticano con España de 1953. Artículo 1.- La Religión Católica, Apostólica, Romana sigue siendo la única de la Nación española y goza de los derechos y de las prerrogativas que le corresponden en conformidad con la Ley Divina y el Derecho Canónico.” (Id., pp. 42-43).
Lo que menos podía imaginarse el catolicismo entonces es que de nuevo iba a tener que vérselas otra vez con el unitarismo divino del arrianismo en España. En efecto, en el tiempo que media entre esas dos citas, esto es, a finales del siglo XIX, el norteamericano Charles T. Russell (m en 1916) fundó, en EE. UU., “... la corporación que ahora se conoce como la Sociedad Watch Tower (Testigos de Jehová). Fue estatuida en 1884.” Russell fue sucedido (como presidente de esa Sociedad) por Joseph F. Rutherfrod (1916-1942) (La Atalaya, 1 de Abril de 1972, p. 25). En 1925, Rutherford envió a un testigo de Jehová (en lo sucesivo TJ), llamado George Yung, a España, para comenzar aquí la obra del jehovismo. Yung, con la ayuda del “embajador británico”, consiguió que las autoridades españolas le dieran permiso para que el propio Rutherford pronunciara una conferencia en Barcelona y, después, en Madrid. Yung anunció esas conferencias en los periódicos. Un domingo, a las 11h. de la maña, tuvo lugar la conferencia en Barcelona en un teatro, que estuvo protegido por la policía. Mientras Rutherford pronunció su conferencia, el gobernador de Barcelona permaneció en el estrado. “No hubo ningún disturbio, y al terminar la reunión se pidió al auditorio que firmara tarjetas en las cuales dieran su dirección. El número de direcciones que se entregaron llegó a 702 y la asistencia pasó de 2.000 personas. Más tarde, se pudo visitar a los que entregaron su nombre y dirección para estimular el interés de ellos en las Escrituras.” En Madrid se repitió la misma experiencia, con una asistencia de 1.200 personas; el subgobernador estuvo en el estrado y unas 400 personas dieron sus direcciones para ser visitadas. El subgobernador dio permiso para que, el 12 de mayo de 1925, se publicara la conferencia de Rutherford en el periódico Informaciones. Los mismos TJ dicen, sobre el resultado de esa visita de su Presidente: “El éxito de la visita del hermano Rutherford le indujo a establecer una oficina sucursal de la Sociedad Watch Tower en España, bajo la superintendencia de George Yung. Su dirección oficial era el domicilio del hermano Eduardo Álvarez Montero, en Madrid. A partir de agosto de 1925 la nueva sucursal empezó a publicar una versión reducida de cuatro páginas de La Torre del Vigía impresa por una firma comercial. (Continuará).