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Ver la versión completa : París, Roma y Londres desde El Código Da Vinci



Cevastyan
15/05/2006, 11:58
pocos días del estreno de la película basada en el best- seller de Dan Brown, una recorrida por los lugares en donde transcurre la historia.

Nerio Tello. ESPECIAL PARA CLARIN

Hay viajeros que aman recorrer los territorios de la imaginación literaria. Buscan reproducir la emoción que originara el texto; compartir, aunque sea en un tiempo diferente, esas calles y galerías, esos ríos y puentes, y los villorrios en los que con tanta pasión los metió el escritor. Así, pueden recorrer el Buenos Aires espectral de Adán Buenosayres o la Venecia casi decadente de Thomas Mann. O deambular sin tiempo por la Perspectiva Nevsky e imaginarse un oscuro personaje de Dostoievsky. Es un turismo casi privado, de íntima delectación.

Hoy por hoy, la literatura propone sabores masivos donde los menúes fueron pensados para todos los paladares. Claro que no todos alcanzan el nivel de furor provocado por la novela El Código Da Vinci, de Dan Brown, de la que el jueves 18 se estrena la versión cinematográfica.

Pero antes de que Tom Hanks se metiera en la piel del simbologista Robert Langdon, miles de turistas de todo el mundo ya habían transformado en destino de sus viajes la decena de escenarios en donde el protagonista busca desenredar el laberinto en el que lo pone el narrador.

La novela, que cuenta la historia de una sociedad secreta (ver ¿Qué cuenta la novela), comienza en París, en el famoso hotel Ritz, donde se hospeda el protagonista. Inaugurado en 1898, el hotel es sinónimo de refinamiento y perfección. En sus camas durmieron reyes y príncipes, aristócratas europeos, elites políticas y personajes glamorosos como Rodolfo Valentino, Charles Chaplin, Ernest Hemingway y Coco Chanel, entre tantos otros.

Los viajeros que no están dispuestos a pagar los 610 euros que cuesta la habitación más modesta, pueden darse una idea visitando el hotel, donde se destacan sus mármoles de Carrara, las molduras doradas, los finos tapices y la grifería bañada en oro. Como "premio consuelo", se puede compartir un cóctel en el romántico bar VendÉme.

Como toda trama que se precie, muy pronto aparece el primer muerto. El conservador Jacques Saunière es víctima de una mano anónima en la mismísima Gran Galería del Museo del Louvre, donde convivía con obras de Rafael, Caravaggio, Guido Reni y Arcimboldo Giuseppe. Y Leonardo Da Vinci, por supuesto. Según las autoridades del museo, la Mona Lisa recibió el año de la filmación de la película, 10 millones de visitas, unas 100 mil por encima del promedio anual.

Langdon se reúne con el investigador francés en las puertas del Louvre, al que acceden por La Pyramide, una nueva entrada construida por el arquitecto chino americano Ieoh Ming Pei. Está diseñando con un conjunto de 739 rombos y triángulos de vidrio. Tras unas peripecias, Langdon-Hanks, —acompañado ahora por la nieta del muerto, la bella, francesa y criptóloga Sophie Neveu (encarnada por Audrey Tatou)—, huye por la Rue de Rivoli y cruza Les Champs-«élysées, la avenida más elegante de París. En su raudo devenir, dejan atrás algunos hoteles, muchas brasseries, cafés con sus mesitas al aire libre y las salas de espectáculos más famosas del mundo.

Un nuevo personaje, Silas, "el monje albino", llega a la Iglesia de Saint Sulpice, en busca de cierta clave. Esta iglesia, cuya fachada del siglo XVIII nunca fue terminada, tiene en su interior dos extraordinarios frescos de Delacroix. Allí los visitantes detallistas pueden observar, en el centro de la nave, una de las puntas de la Línea Rosa, la marca original de la Longitud-cero, que atravesaba París antes de que este hito fuera mudado al Meridiano O, en Greenwich, Inglaterra. El libro de Brown hace referencia a un enorme órgano que está en una capilla posterior.

Un destino muy solicitado por los turistas es una exquisita villa localizada a 35 minutos al noroeste de París, muy cerca de Versalles: el Ch»áteau Villette. Hanks y Tatou, llegan a este bello palacio de 1668 buscando un personaje que aclare el enredo. Hoy, sin los atribulados personajes pululando por allí, se puede disfrutar de las 11 suntuosas habitaciones remodeladas con piedra caliza, espejos antiguos y candelabros. El hospedaje en el

chateau incluye actividades como golf, tours, paseos a museos y comidas. ¿Los precios? De película.

Cuando la novela se traslada a Italia, los destinos son, por el tono del relato, más previsibles. El Vaticano y su magnífica Basílica de San Pedro, con sus catorce museos. Imperdibles, desde ya, la Capilla Sixtina, la Stanze y, de paso, disfrutar un café en la terraza de la plaza San Pedro. Una escena crucial transcurre en la casa de descanso del Santo Padre, en Castel Gandolfo, pero curiosamente, gracias a la magia del cine, el director decidió recrear esta escena en una de las residencias de Lincolnshire, en Gran Bretaña, donde rodó gran parte del filme.

Precisamente, cuando la acción se traslada a Londres, la historia alcanza su clímax y el turismo receptivo hace los más pingües negocios en esta región. Convencidos de que allí está el Santo Grial, los protagonistas vuelan hacia la vieja Albión.

La primera escala es Temple Church donde esperan dar con la "tumba del caballero". Esta es una de las iglesias más antiguas de Londres, consagrada en 1185, y hace unos pocos años se supo que había sido construida por los Caballeros Templarios. Esta orden de origen religioso y organización militar protegía a los peregrinos en sus viajes a Jerusalén. Es la única iglesia circular de la gran isla y las estatuas de piedra en tamaño natural de 9 caballeros misteriosos le dan una atmósfera sobrecogedora.

El templo está sobre Fleet Street, calle que toma su nombre del río homónimo, uno de los muchos que recorren Londres ahora, por cierto, bajo tierra. En esta calle se iniciaron los primeros periódicos y editoriales londinenses, por lo que aún conserva cierta tradición literaria.

La acción londinense no evita algunas escenas conocidas como la famosa y diaria ceremonia de cambio de guardia, en la House Guards Road, ubicada en un extremo del parque St. James. Los turistas del Código tampoco evitan visitar la National Gallery, en Trafalgar Square, donde está la Virgen de las Rocas, otra pintura paradigmática de Leonardo que Brown menciona en la novela.


****sigue en otro post****

Cevastyan
15/05/2006, 11:58
Por supuesto, la frenética búsqueda de Langdon y Neveu los lleva hasta la conocida abadía de Westminster, construida en 1245, donde se encuentra enterrado sir Isaac Newton, otro personaje que en la novela aparece vinculado con la secta de marras; este es el lugar de coronación y sepulcro de los monarcas británicos. Pero, como la abadía no permitió el acceso al equipo de filmación, el director Ron Howard mudó el equipo a Escocia. Allí, la Catedral de Lincoln sirvió para simular los interiores de la Abadía. Hoy, esa capilla es un punto insoslayable de los "viajeros del Código", a pesar de que no aparece mencionada en la novela. Sin embargo, hoy esgrime otros atractivos: "aquí comió Tom Hanks", dice uno de los carteles en un restaurante cercano, con lo que el furor del Código Da Vinci está generando ingresos por motivos impensados.

Con la encrucijada medianamente resuelta, los protagonistas se dirigen a la Capilla de Rosslyn, a diez km de Edimburgo, la capital de Escocia. Según la narración de Brown, los templarios llevaron consigo parte de sus documentos y riquezas, entre ellos, el mítico Santo Grial, a esta capilla fundada en 1446, y que deslumbra con su decoración de exquisitas tallas en piedra, que cuentan historias relacionadas con la Biblia, los paganos, los masones y los Caballeros Templarios.

El equipo de filmación despertó de su letargo al pequeño pueblo que rodea la capilla de Rosslyn donde muchos de sus habitantes ignoraban haber sido mencionados por Dan "Rey Midas" Brown. Y ni siquiera sospechaban que en este templo se devela el gran misterio de la novela, que involucra a Sophie Neveu. ¡Suspenso! En los varios tours que se hacen diariamente (contra uno o dos semanales antes de la fiebre del Código), se incluye, además de la larga historia de la capilla, las referencias a las estrellas que un día dieron una celebridad impensada a esta cansina villa. En las iglesias, las calles, los hoteles y los restaurantes esgrimen las leyendas: "aquí se ató los zapatos Tom Hanks", "en este banco estuvo sentada Audrey Tatou" o "en este espejo se peinó Jean Reno". Pensar que un lustro antes había pasado por allí un pálido hombre con cara de niño y nadie lo reconoció. Era Dan Brown y estaba escribiendo una novela aún sin editor.