Mircko
31/03/2006, 13:05
..... comparto con uds. un artículo que resultó muy interesante, una suerte de homenaje y mucha gratitud.....
Uds. dirán......... :|
Este año se conmemora el 150° aniversario del nacimiento de Sigmund
Freud. En muchos países se realizan actividades que evocan su vida y
su fascinante obra. La bibliografía desenfrenada sobre su
pensamiento es inabarcable, y los aspectos ligados con ella
comprenden casi todos los rincones del laberinto humano.
En los Estados Unidos, sin embargo, se ha vacilado a partir de la
segunda mitad del siglo XX entre una rendida admiración y el rechazo
torpe. Freud visitó este país en 1909, por poco tiempo, y saludó a
su público con una frase inolvidable: "Vengo a traerles la peste".
Después, su prestigio aumentó en forma sostenida y la Segunda Guerra
Mundial determinó la llegada de notables discípulos, que se ocuparon
de difundir y ampliar el campo del psicoanálisis.
Pero la aparición de terapias alternativas y de psicofármacos puso
en cuestión su calidad y eficacia. En los años 90 parecía
registrarse una caída irremediable, lo cual es ahora, de súbito,
objeto de una revisión. Pocos años atrás se decía que Freud había
muerto. Ahora se empieza a decir que está muy vivo, respaldado por
disciplinas que hasta hace poco se consideraban sus sepultureros. La
acusación de que fue más poeta que científico se diluyen al recordar
que empezó sus trabajos en la ardua investigación histológica y que
durante el resto de su existencia lo obsesionó verificar la certeza
de sus descubrimientos, al extremo de que a veces mantenía versiones
diferentes sobre una misma cuestión a la espera de poder resolverlas
con fundamento más adelante, él mismo o sus continuadores.
El laboratorio de sus años iniciales se transformó en el laboratorio
de su consultorio psicoanalítico. Al principio estudiaba con
microscopio las células del sistema nervioso central y luego, con
lupa de entomólogo (o de Sherlock Holmes), los mínimos detalles de
las palabras de sus pacientes, para hacer visibles escandalosos
secretos.
En una precoz carta a su novia Martha Bernays, le
escribió: "Preciosa amada... en este momento estoy tentado por el
deseo de descifrar el acertijo de la estructura cerebral. Creo que
la anatomía es el único verdadero rival que tienes o tendrás en la
vida". Inventó un método de coloración que le permitía la
observación más detallada de las células.
Algunos de sus dibujos, realizados con el arte de Leonardo (que
después analizaría en un famoso escrito), serán exhibidos en un
homenaje que le brindará la Academia de Medicina de Nueva York
dentro de un mes. Prueban su calidad de observador su destreza para
captar detalles y su imaginación conceptual. Publicó varios trabajos
sobre la histología de los peces y un libro sobre la afasia, antes
de empezar el prodigioso develamiento de la mente humana. Fue un
profesional de damasquinado rigor que jamás deseó apartarse de la
recta científica, pero que estaba bendecido, además, por un
excepcional talento literario. Gracias a la seducción de sus textos,
pudo vencer las espinosas resistencias que generaron hipótesis
revolucionarias, destinadas a sedimentar un procedimiento novedoso
de tratamiento, basado, sin embargo, en la herramienta más antigua,
valiosa y despreciada del hombre: la palabra.
Hasta hace poco parecía que las neurociencias iban a matar el
psicoanálisis. Ahora se multiplican las voces que reconocen el valor
de las semillas sembradas por Freud. En la época victoriana,
ocuparse de la mente era tarea de filósofos y especuladores. Cinco
años antes de lanzar su fundamental Interpretación de los sueños
(1900: inauguró el siglo), Freud escribió su arduo Proyecto para una
psicología científica. Era un esfuerzo creador impresionante, porque
en ese tiempo se carecía de suficiente información histológica y
fisiológica y no había escáneres de resonancia magnética,
potenciales evocados, ADN ni aportes de la química.
Freud nunca quiso publicar esa obra, que fue impresa después de su
muerte. Allí aparecen los brotes de futuras ideas. Se trata de un
modelo cohesivo entre la mente y el cerebro, cosa que ahora nos
parece obvia, pero que entonces no lo era. Explora las raíces de las
abstracciones y describe las células nerviosas que serían
responsables de la conciencia, la memoria y la percepción. Eric
Kandel, de la Universidad de Columbia, asegura que en ese libro
Freud desarrolló el concepto de que la neurona es el elemento
esencial del cerebro y de que el contacto entre las neuronas puede
ser modificado mediante el aprendizaje.
Lo admirable es que las neurociencias duras admiten que muchos de
sus avances se han realizado a partir de los conceptos que Sigmund
Freud dejó inconclusos. El escaneo cerebral permite ver lo que Freud
sólo pudo intuir con su genio. Las pruebas son numerosas y no
asombrarán a los especialistas. Sólo citaré las que alcanzaron mayor
difusión. Kandel y sus colaboradores, por ejemplo, han tratado de
seguir pistas en los cerebros de estudiantes voluntarios, a los
cuales se les mostraron fugaces imágenes de rostros temibles. Tan
rápido corrían las imágenes que los voluntarios dijeron que no
habían podido ver nada. Pero las imágenes mostraron otra cosa en el
escáner: se había encendido la amígdala cerebral, donde se concentra
el centro del miedo. Es decir, concluyeron los investigadores, el
inconsciente existe.
También se estudió la represión. En la Universidad de Oregon han
podido verificarla mediante el "olvido motivado". Michael Anderson
entrenó a personas para memorizar pares de palabras que no tuvieran
relación entre sí, como "prueba" y "cucaracha", por ejemplo. Después
las sometió a una resonancia magnética y pidió que se concentraran
en la primera palabra, sin prestar atención a la otra. El escáner
mostró un complejo circuito: el hipocampo, responsable de recuperar
la memoria, exhibía una actividad reducida, mientras que el córtex
lateral prefrontal, que ayuda a inhibir las acciones reflejas (como,
por ejemplo, retirar la mano de un plato caliente), mostró una
actividad multiplicada. Por supuesto que hay mucha distancia entre
suprimir una palabra suelta y enterrar en el inconsciente un trauma
poderoso, pero, como afirma Anderson, "creo que Freud estaba sobre
algo importante".
Otros estudios utilizaron imágenes cerebrales para descubrir los
circuitos que se activan cuando la mente es sometida a un fuerte
conflicto; por ejemplo, entre un deseo y un impulso que tiende a
inhibir ese deseo. También hay estudios sobre traumas precoces y sus
efectos muchos años después. Entre los experimentos con drogas se ha
tratado de establecer si es posible corregir un estrés traumático
mediante la supresión de determinados recuerdos. En fin: la lista
sería larga. Pero debemos saber que sólo se pisó el primer peldaño.
En las próximas décadas seguro que tendremos un río de sorpresas
adicionales en geométrica progresión.
Ya no es posible dudar de algunos descubrimientos realizados por
Sigmund Freud como el mensaje cifrado de los sueños, la
significación de los olvidos, la importancia de la sexualidad y su
presencia en la infancia, las pulsiones agresivas, el conflicto
edípico, la rivalidad fraterna, el poder de los afectos, las
transferencias invisibles y otros temas que disecó en forma paciente
y brillante. Entre tantas, la humanidad le debe reflexiones
profundas sobre la guerra, las ilusiones, el fenómeno de masas, el
malestar en la cultura, los orígenes de la religión y el conflicto
humano interminable.
De su robusto tronco se han desprendido decenas de escuelas que
introdujeron modificaciones, ajustes e inventiva. La psicoterapia se
ha convertido en un instrumento imprescindible que puede asociarse
con otros recursos, según los pacientes. Jamás olvidarse del antiguo
principio que afirma: no existen enfermedades, sino enfermos. Cada
individuo necesita y merece una atención específica, al margen de lo
que indiquen las teorías o los rituales. En este sentido, debe
mantenerse el modelo del sabio Sigmund, que nunca cesaba de prestar
atención a sus propios errores, para corregirlos cuanto antes. En la
práctica del psicoanálisis he observado que muchos colegas
permanecen fijados a los textos como si se tratase de obras sacras y
verdades reveladas, con arrogante desdén hacia los cuestionamientos
que se realizan desde otras ópticas. Freud no ha creado una
religión, sino una disciplina con ambiciones científicas. Como tal,
debe ser objeto de estudios incesantes y descarnados y escuchar las
críticas de los pacientes y de la sociedad, además de estudiar con
interés los progresos de otros campos.
Al siglo y medio del nacimiento de Sigmund Freud, debemos
manifestarle nuestra gratitud por haber insuflado al mundo el soplo
maravilloso y fértil de su genialidad.
© La Nacion
Uds. dirán......... :|
Este año se conmemora el 150° aniversario del nacimiento de Sigmund
Freud. En muchos países se realizan actividades que evocan su vida y
su fascinante obra. La bibliografía desenfrenada sobre su
pensamiento es inabarcable, y los aspectos ligados con ella
comprenden casi todos los rincones del laberinto humano.
En los Estados Unidos, sin embargo, se ha vacilado a partir de la
segunda mitad del siglo XX entre una rendida admiración y el rechazo
torpe. Freud visitó este país en 1909, por poco tiempo, y saludó a
su público con una frase inolvidable: "Vengo a traerles la peste".
Después, su prestigio aumentó en forma sostenida y la Segunda Guerra
Mundial determinó la llegada de notables discípulos, que se ocuparon
de difundir y ampliar el campo del psicoanálisis.
Pero la aparición de terapias alternativas y de psicofármacos puso
en cuestión su calidad y eficacia. En los años 90 parecía
registrarse una caída irremediable, lo cual es ahora, de súbito,
objeto de una revisión. Pocos años atrás se decía que Freud había
muerto. Ahora se empieza a decir que está muy vivo, respaldado por
disciplinas que hasta hace poco se consideraban sus sepultureros. La
acusación de que fue más poeta que científico se diluyen al recordar
que empezó sus trabajos en la ardua investigación histológica y que
durante el resto de su existencia lo obsesionó verificar la certeza
de sus descubrimientos, al extremo de que a veces mantenía versiones
diferentes sobre una misma cuestión a la espera de poder resolverlas
con fundamento más adelante, él mismo o sus continuadores.
El laboratorio de sus años iniciales se transformó en el laboratorio
de su consultorio psicoanalítico. Al principio estudiaba con
microscopio las células del sistema nervioso central y luego, con
lupa de entomólogo (o de Sherlock Holmes), los mínimos detalles de
las palabras de sus pacientes, para hacer visibles escandalosos
secretos.
En una precoz carta a su novia Martha Bernays, le
escribió: "Preciosa amada... en este momento estoy tentado por el
deseo de descifrar el acertijo de la estructura cerebral. Creo que
la anatomía es el único verdadero rival que tienes o tendrás en la
vida". Inventó un método de coloración que le permitía la
observación más detallada de las células.
Algunos de sus dibujos, realizados con el arte de Leonardo (que
después analizaría en un famoso escrito), serán exhibidos en un
homenaje que le brindará la Academia de Medicina de Nueva York
dentro de un mes. Prueban su calidad de observador su destreza para
captar detalles y su imaginación conceptual. Publicó varios trabajos
sobre la histología de los peces y un libro sobre la afasia, antes
de empezar el prodigioso develamiento de la mente humana. Fue un
profesional de damasquinado rigor que jamás deseó apartarse de la
recta científica, pero que estaba bendecido, además, por un
excepcional talento literario. Gracias a la seducción de sus textos,
pudo vencer las espinosas resistencias que generaron hipótesis
revolucionarias, destinadas a sedimentar un procedimiento novedoso
de tratamiento, basado, sin embargo, en la herramienta más antigua,
valiosa y despreciada del hombre: la palabra.
Hasta hace poco parecía que las neurociencias iban a matar el
psicoanálisis. Ahora se multiplican las voces que reconocen el valor
de las semillas sembradas por Freud. En la época victoriana,
ocuparse de la mente era tarea de filósofos y especuladores. Cinco
años antes de lanzar su fundamental Interpretación de los sueños
(1900: inauguró el siglo), Freud escribió su arduo Proyecto para una
psicología científica. Era un esfuerzo creador impresionante, porque
en ese tiempo se carecía de suficiente información histológica y
fisiológica y no había escáneres de resonancia magnética,
potenciales evocados, ADN ni aportes de la química.
Freud nunca quiso publicar esa obra, que fue impresa después de su
muerte. Allí aparecen los brotes de futuras ideas. Se trata de un
modelo cohesivo entre la mente y el cerebro, cosa que ahora nos
parece obvia, pero que entonces no lo era. Explora las raíces de las
abstracciones y describe las células nerviosas que serían
responsables de la conciencia, la memoria y la percepción. Eric
Kandel, de la Universidad de Columbia, asegura que en ese libro
Freud desarrolló el concepto de que la neurona es el elemento
esencial del cerebro y de que el contacto entre las neuronas puede
ser modificado mediante el aprendizaje.
Lo admirable es que las neurociencias duras admiten que muchos de
sus avances se han realizado a partir de los conceptos que Sigmund
Freud dejó inconclusos. El escaneo cerebral permite ver lo que Freud
sólo pudo intuir con su genio. Las pruebas son numerosas y no
asombrarán a los especialistas. Sólo citaré las que alcanzaron mayor
difusión. Kandel y sus colaboradores, por ejemplo, han tratado de
seguir pistas en los cerebros de estudiantes voluntarios, a los
cuales se les mostraron fugaces imágenes de rostros temibles. Tan
rápido corrían las imágenes que los voluntarios dijeron que no
habían podido ver nada. Pero las imágenes mostraron otra cosa en el
escáner: se había encendido la amígdala cerebral, donde se concentra
el centro del miedo. Es decir, concluyeron los investigadores, el
inconsciente existe.
También se estudió la represión. En la Universidad de Oregon han
podido verificarla mediante el "olvido motivado". Michael Anderson
entrenó a personas para memorizar pares de palabras que no tuvieran
relación entre sí, como "prueba" y "cucaracha", por ejemplo. Después
las sometió a una resonancia magnética y pidió que se concentraran
en la primera palabra, sin prestar atención a la otra. El escáner
mostró un complejo circuito: el hipocampo, responsable de recuperar
la memoria, exhibía una actividad reducida, mientras que el córtex
lateral prefrontal, que ayuda a inhibir las acciones reflejas (como,
por ejemplo, retirar la mano de un plato caliente), mostró una
actividad multiplicada. Por supuesto que hay mucha distancia entre
suprimir una palabra suelta y enterrar en el inconsciente un trauma
poderoso, pero, como afirma Anderson, "creo que Freud estaba sobre
algo importante".
Otros estudios utilizaron imágenes cerebrales para descubrir los
circuitos que se activan cuando la mente es sometida a un fuerte
conflicto; por ejemplo, entre un deseo y un impulso que tiende a
inhibir ese deseo. También hay estudios sobre traumas precoces y sus
efectos muchos años después. Entre los experimentos con drogas se ha
tratado de establecer si es posible corregir un estrés traumático
mediante la supresión de determinados recuerdos. En fin: la lista
sería larga. Pero debemos saber que sólo se pisó el primer peldaño.
En las próximas décadas seguro que tendremos un río de sorpresas
adicionales en geométrica progresión.
Ya no es posible dudar de algunos descubrimientos realizados por
Sigmund Freud como el mensaje cifrado de los sueños, la
significación de los olvidos, la importancia de la sexualidad y su
presencia en la infancia, las pulsiones agresivas, el conflicto
edípico, la rivalidad fraterna, el poder de los afectos, las
transferencias invisibles y otros temas que disecó en forma paciente
y brillante. Entre tantas, la humanidad le debe reflexiones
profundas sobre la guerra, las ilusiones, el fenómeno de masas, el
malestar en la cultura, los orígenes de la religión y el conflicto
humano interminable.
De su robusto tronco se han desprendido decenas de escuelas que
introdujeron modificaciones, ajustes e inventiva. La psicoterapia se
ha convertido en un instrumento imprescindible que puede asociarse
con otros recursos, según los pacientes. Jamás olvidarse del antiguo
principio que afirma: no existen enfermedades, sino enfermos. Cada
individuo necesita y merece una atención específica, al margen de lo
que indiquen las teorías o los rituales. En este sentido, debe
mantenerse el modelo del sabio Sigmund, que nunca cesaba de prestar
atención a sus propios errores, para corregirlos cuanto antes. En la
práctica del psicoanálisis he observado que muchos colegas
permanecen fijados a los textos como si se tratase de obras sacras y
verdades reveladas, con arrogante desdén hacia los cuestionamientos
que se realizan desde otras ópticas. Freud no ha creado una
religión, sino una disciplina con ambiciones científicas. Como tal,
debe ser objeto de estudios incesantes y descarnados y escuchar las
críticas de los pacientes y de la sociedad, además de estudiar con
interés los progresos de otros campos.
Al siglo y medio del nacimiento de Sigmund Freud, debemos
manifestarle nuestra gratitud por haber insuflado al mundo el soplo
maravilloso y fértil de su genialidad.
© La Nacion