Pompilio Zigrino
05/03/2006, 20:37
Aunque la propia naturaleza, mediante la reproducción sexuada y la herencia genética, busca la variedad y la desigualdad de los seres humanos, muchos creen que la igualdad es la meta que debemos perseguir. El biólogo Ernst Mayr escribió: "Hay muy pocas características humanas que no presenten una enorme variación (poliformismo) en cada población. Esta diversidad es, precisamente, la base de una sociedad saludable. Permite la división del trabajo, pero también exige un sistema social que haga posible que cada persona encuentre un nicho concreto de la sociedad para el que esté mejor adaptada". "Casi todo el mundo está a favor de la igualdad y está de acuerdo en que igualdad significa igualdad ante la ley e igualdad de oportunidades. Pero no significa identidad total. La igualdad es un concepto social y ético, no un concepto biológico. Olvidar la diversidad biológica humana en nombre de la igualdad sólo puede provocar daños; ha constituido un impedimento en la educación, en la medicina y en muchas otras actividades humanas" (De "Así es la biología" - Editorial Debate SA)
Desde las épocas de Adam Smith se reconocen las ventajas de la división (o especialización) del trabajo. Para el establecimiento de una productividad aceptable, es imprescindible una gran diversidad en las características y en las preferencias laborales de los distintos seres humanos. Rudolph Emerson escribió: "Todos los hombres que conozco son superiores a mí en algún sentido, y en ese sentido puedo aprender de todos".
Esta superioridad parcial, existente y necesaria, no es admitida por todos, ya que, respecto de quienes nos superan, podemos adoptar dos actitudes extremas: una consiste en admirarlos e imitarlos, mientras que la otra actitud implica envidiarlos o bien negar los valores y habilidades que posean. Gonzalo Fernandez de la Mora escribió: "El envidioso estima los valores, pero le duele que los posea otro y le hagan más feliz. En cambio, el resentido llega a negar los valores y aun a considerarlos contravalores" (De "La envidia igualitaria" - Ed. Sudamericana-Planeta).
El símbolo de la justicia es la balanza en equilibrio, de ahí que la igualdad se considera como una condición de justicia. Cuando se habla de justicia social, se acepta tácitamente una igualitaria distribución de la cosecha, pero no una previa e igualitaria distribución de la siembra. De ahí que muchos tienden a ser generosos con los medios económicos ajenos. Gonzalo Fernandez de la Mora escribió: "Los demagogos apelan a la envidia porque su universalidad hace que todos los hombres sean víctimas potenciales y porque la invencible desigualdad de las capacidades personales y la irremediable limitación de muchos bienes sociales hacen que, necesariamente, la mayoría sea inferior a ciertas minorías. El cultivo de ese sentimiento de inferioridad envidiosa es la táctica política dominante, por lo menos, en la edad contemporánea. El demagógico fomento de la envidia, como cuanto se refiere a ese sentimiento inconfesable, no se realiza de modo franco, sino encubierto. Un enmascaramiento muy actual de la envidia colectiva es la llamada «justicia social»".
(Sigue)
Desde las épocas de Adam Smith se reconocen las ventajas de la división (o especialización) del trabajo. Para el establecimiento de una productividad aceptable, es imprescindible una gran diversidad en las características y en las preferencias laborales de los distintos seres humanos. Rudolph Emerson escribió: "Todos los hombres que conozco son superiores a mí en algún sentido, y en ese sentido puedo aprender de todos".
Esta superioridad parcial, existente y necesaria, no es admitida por todos, ya que, respecto de quienes nos superan, podemos adoptar dos actitudes extremas: una consiste en admirarlos e imitarlos, mientras que la otra actitud implica envidiarlos o bien negar los valores y habilidades que posean. Gonzalo Fernandez de la Mora escribió: "El envidioso estima los valores, pero le duele que los posea otro y le hagan más feliz. En cambio, el resentido llega a negar los valores y aun a considerarlos contravalores" (De "La envidia igualitaria" - Ed. Sudamericana-Planeta).
El símbolo de la justicia es la balanza en equilibrio, de ahí que la igualdad se considera como una condición de justicia. Cuando se habla de justicia social, se acepta tácitamente una igualitaria distribución de la cosecha, pero no una previa e igualitaria distribución de la siembra. De ahí que muchos tienden a ser generosos con los medios económicos ajenos. Gonzalo Fernandez de la Mora escribió: "Los demagogos apelan a la envidia porque su universalidad hace que todos los hombres sean víctimas potenciales y porque la invencible desigualdad de las capacidades personales y la irremediable limitación de muchos bienes sociales hacen que, necesariamente, la mayoría sea inferior a ciertas minorías. El cultivo de ese sentimiento de inferioridad envidiosa es la táctica política dominante, por lo menos, en la edad contemporánea. El demagógico fomento de la envidia, como cuanto se refiere a ese sentimiento inconfesable, no se realiza de modo franco, sino encubierto. Un enmascaramiento muy actual de la envidia colectiva es la llamada «justicia social»".
(Sigue)