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jorgesalaz
21/12/2005, 13:13
ANUAR EL SADAT
LA HISTORIA DE UN HOMBRE QUE PUDO CAMBIAR
LA TRAMA MISMA DE SU PENSAMIENTO

De El 8º Hábito. De la efectividad a la grandeza, por Stephen Covey (Paidós, 2005), pp. 72-74.

Contaré una experiencia que puede ayudar a explicar que la inteligencia espiritual es la más elevada de nuestras capacidades. Estoy enormemente impresionado por el trabajo del difunto Anuar el Sadat, presidente de Egipto, en sus esfuerzos por alcanzar los Acuerdos de Paz de camp David entre Israel y Egipto con el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter y el ex primer ministro israelí Menahem Begin.

Hace unos años, mientras me llevaba de visita en un carrito de golf por las instalaciones de Camp David, el presidente de los Estados Unidos me señaló el lugar exacto donde se firmaron los acuerdos. Fue una experiencia muy emotiva para mí. He llegado a ver en Sadat a una persona que era consciente del espacio que hay entre estímulo y respuesta. Desarrolló un enorme espacio cuando, siendo un hombre joven, estuvo incomunicado en la celda 54 de la prisión central de El Cairo. Sintamos cómo se refleja la profundidad de esta comprensión en las siguientes palabras:

Quien no puede cambiar la trama misma de sus pensamientos nunca podrá cambiar la realidad, y por lo tanto no hará ningún progreso.(1)

Antes de este cambio de postura en relación con Israel, Sadat se había convertido en un presidente muy popular y profundamente comprometido con la causa árabe. Viajó por todo Egipto dando discursos políticos en los que decía que nunca estrecharía la mano de un israelí mientras ocuparan un sólo centímetro de suelo árabe, gritando: "¡Nunca! ¡Nunca! ¡Nunca!".

Invitamos a la mujer de Sadat, madame Jean Sadat, para que diera el discurso inaugural de nuestro Simposium Internacional. Tuve el privilegio de almorzar con ella. Le pregunté cómo había sido vivir con Anuar el Sadat, sobre todo en la época en que había emprendido la audaz iniciativa de visitar el parlamento de Israel, un paso que culminó en los acuerdos de Camp David.

Me dijo que a ella le había costado mucho creer en aquel cambio de postura, sobre todo después de lo que Sadat había dicho y hecho. A continuación reproduzco lo que me contó.

Encarándose con él en las dependencias privadas del palacio, le preguntó: "Tengo entendido que piensas ir a Israel. ¿Es eso verdad?".

"Sí."

"¿Cómo es posible que lo hagas después de todo lo que has dicho?"

"Estaba equivocado y ahora voy a hacer lo correcto."

"Perderás el liderazgo y el apoyo del mundo árabe."

"Supongo que podría ocurrir, pero no creo que pase."

"Perderás la presidencia de tu país."

"Eso también podría pasar."

"Perderás la vida." (Y, como sabemos, murió en un atentado.)

Respondió: "Mi vida está predestinada. No durará ni un minuto más ni un minuto menos de lo que deba durar".

Ella le abrazó y le dijo que era la persona más grande que había conocido.

Luego le pregunté qué había pasado cuando volvió de Israel. Me dijo que normalmente se tardan treinta minutos para hacer el recorrido entre el aeropuerto y el palacio. Aquel día, el recorrido duró tres horas. Las carreteras y las calles estaban atestadas con centenares de miles de personas que vitoreaban con entusiasmo a Sadat apoyándole por lo que estaba haciendo, las mismas personas que justo una semana antes habían aplaudido exactamente la postura contraria. Estaba haciendo lo correcto y lo sabían. La inteligencia espiritual es un don más elevado que la inteligencia emocional. Reconocían que no podemos pensar ni vivir independientemente en un mundo interdependiente.

Sadat había subordinado su ego y su Inteligencia Emocional (sensibilidad social, empatía y aptitudes sociales) a su Inteligencia Espiritual (conciencia) y los resultados resonaron en todo el mundo. El liderazgo de su inteligencia espiritual elevó sus otras inteligencias y se convirtió en una persona con una autoridad moral formidable.

Este camino hacia la autoridad moral, la realización personal y la influencia beneficiosa no es un ámbito exclusivo de los grandes líderes mundiales. El potencial para una autoridad moral sencilla, grande y tranquila se encuentra en el interior de cada uno de nosotros.

(1) Anuar el Sadat, In Search of Identity: An Autobiography, Nueva York, Harper and Row, 1978, pág, 103.