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Ver la versión completa : U-154, Comandante Kusch (4)



Nicasio
13/10/2005, 08:20
EL AUDITOR

Seis días después de la llegada del U-154 a Lorient el “Scharnhorst” cayó en la emboscada de toda una flota y fue hundido en el Ártico con casi toda su dotación; tras llevárselo por delante, el Almirante Fraser comentaría a sus oficiales que, de llegar un día en que ellos también hubieran de enfrentarse a fuerzas tan aplastantes, confiaba en que se comportaran como lo habían hecho los alemanes. Para estos llovía sobre mojado desde marzo cuando, por causas que sería largo relatar, habían perdido la guerra submarina y algo más. Sólo durante el mes de mayo perdieron 41 submarinos y hubo períodos en que no volvían a la base ni la mitad de los que salían; en diciembre de 1943 (cuando Abel desembarcó) se estaban perdiendo mensualmente, y repito mensualmente, el 20% de los submarinos que salían de patrulla. Obviamente, la moral no estaba para paños calientes y Abel, preocupado por la situación de su familia, afectado por la pérdida de más de 1.800 compañeros en el “Scharnhorst” y motivado por una arenga incendiaria de su Jefe de Flotilla, tampoco. Y entonces, ocurrió.

El 12 de enero de 1944, apenas incorporado al curso en Neustadt y aparentemente sin consultarlo con nadie, Abel elevó a su superior temporal (CF Schmidt) un parte contra su antiguo Comandante por sedición y cobardía, “...tras considerar a fondo todas las posibles consecuencias” y juzgarle inadecuado para el mando de un submarino por la “... repetida e incontrovertible evidencia de su enérgica oposición al mando político y militar alemán.” El entrecomillado procede de la versión inglesa de Rust, quien puntualiza que, a la vista del parte, el único objetivo de Abel habría sido que a Kusch le quitaran el mando. Rust debe ser una excelente persona, pero basta un somero conocimiento del sistema judicial alemán de la época para palidecer ante el primer entrecomillado en pluma de un ex-juez. El hecho de que, tras dos traducciones, el segundo entrecomillado siga conservando la precisión e inexorabilidad de un tiro en la cabeza me hace pensar que, bajo el uniforme azul, seguía viviendo un profesional de la judicatura particularmente competente; sirva de muestra el detalle de asegurar la tramitación de su parte presentándolo a 1.500 km de su base, en un lugar donde Kusch no era más que un número y donde su propia “independencia” no corría riesgo de influencias ajenas. Respecto a los aspectos morales de la delación, deberíamos contar hasta mil antes de ensalzar la desinhibición con que un “nórdico” denuncia a su vecino a Hacienda. En la época y lugar donde transcurre este relato, los ciudadanos se denunciaban entre sí con tal entusiasmo que, personalmente, doy gracias al cielo por la “vacuna” de nuestros genes latinos y los “anticuerpos” que nos legó la Inquisición.

La “Inquisición” local cayó sobre Kusch con tal rapidez que el 21 de enero ya había perdido el mando y el 26 estaba en Kiel ante un Consejo de Guerra formado por un Auditor Naval (Hagemann) y dos supuestos compañeros (los T.N. Dittmers y Westphalen). Tanto en los arcaicos procesos inquisitoriales como en los “modernos” sumarios, no es extraño el concurso de “acongojados” testigos cuyo exceso de “motivación” facilita el trabajo del tribunal a costa del rigor y, por ende, de la justicia. Es lo mejor que se me ocurre para explicar la actitud de otros dos supuestos compañeros de Kusch, el médico y el Jefe de Máquinas del U-154 quienes, no contentos con ratificar lo declarado por el Segundo, aportaron material de su propia cosecha, quizás y como certeramente apunta Rust, “...to compensate for failing to report Kusch´s activities earlier”. Sus antiguos comandantes del U-103 declararon que Kusch era un excelente oficial pero, aunque se trataba de Jefes particularmente prestigiosos, los hechos que se juzgaban habían ocurrido a bordo del U-154 y para desgracia de su ex-comandante no se llamó a declarar al personal subalterno, entre quienes era muy apreciado como profesional y querido como persona.

Alguno de los once cargos formulados (como rehuir el contacto con el enemigo) no resistía una segunda mirada, pero ser acusado de “no creer en el Führer y en la Victoria Final” tiene un componente teológico que descoloca a cualquiera, especialmente ante un tribunal tan sutil que descubre tus “tendencias liberales” (¡cielos!) por el detalle de haber abandonado las Juventudes Hitlerianas. Aún así, la operatividad del U-154 nunca se había visto comprometida y el fiscal solicitó “sólo” una sentencia de diez años de cárcel. La defensa expuso la irreprochable carrera militar de Kusch, alegando que sus... digamos heterodoxas opiniones expresadas ante los oficiales sólo pretendían “suscitar la conversación” y hacerles “más conscientes de lo que estaba pasando”. De ser así, Kusch se salió con la suya: tras resultar condenado a muerte por sedición y derrotismo y a un año de prisión por escuchar emisoras extranjeras, todo el mundo pudo ser consciente de “lo que estaba pasando” más allá de toda duda y tomar buena nota, que de eso se trataba. Es de suponer el estupor del fiscal pero, pasados los años, ambos “compañeros” del Consejo declararían que esperaban la conmutación de la sentencia en el proceso de revisión. Lo dicho, que con las prisas del “sumario” ni te da tiempo a conocer al personal: aferrado a su particular “Causa Justa”, el antiguo Boy Scout se negó a dar su brazo a torcer y pedir clemencia.