PDA

Ver la versión completa : El Otro Huracán..........



Mircko
25/09/2005, 15:49
Casi nadie habla de otra cosa que del huracán Katrina, el gran asesino, y de su inacabable rosario de consecuencias. Por un lado, se lloran las víctimas
directas, pero por el otro una hidra de cien cabezas abofetea al
goberno federal, al Congreso, a la espesa burocracia, a las
autoridades de Louisiana y de los Estados vecinos por negligencias
que no van a ser perdonadas. Esto se llamaría "el otro huracán", también
inclemente, cuya duración y graves sanciones no pueden calcularse
aún.
Las inundaciones gigantescas se han inscripto en las mitologías de
la humanidad con una fuerza que no sólo deriva de cataclismos
probablemente ciertos, sino del pánico que transmiten de generación
en generación con vívidas imágenes. A la historia de Noé en el
Génesis y a la de Gilgamesh en Sumeria pueden añadirse las acuñadas
en Grecia, donde dioses vengativos castigaban con lluvias
torrenciales u ordenaban el crecimiento de los mares. Otra fuente,
la céltica, narra que el lago Llion desbordó en forma rápida y
brutal hasta producir la muerte de todo ser viviente, excepto a
Dwyfan y a Dawfach, que tuvieron la inteligencia de concentrar en
una enorme nave parejas de todas las especies zoológicas.
Puede que estos relatos sean variaciones sobre un mismo tema que
difundieron navegantes temerarios, luego sometidos al filtro de la
mentalidad local, o que hechos análogos hayan estimulado fantasías
cercanas.
En otra área del mundo, en Kenya, una leyenda asegura que el océano
logró condensarse tanto hasta caber en una pequeña vasija que estaba
en un rincón de la choza donde vivía una familia pobre. El padre
advirtió a su nuera que nunca osara tocarla porque allí había
elementos de sus venerables ancestros. Pero la curiosidad es esta
mujer –¿resulta conocido el prejuicio?– no pudo resistir la
tentación, intentó averiguar qué contenía y la vasija explotó. De
inmediato, el océano recuperó su monstruoso tamaño y ahogó en sus
abismos todo lo preexistente.
Así como en la Biblia Dios advirtió sobre el Diluvio, en los Estados
Unidos los servicios técnicos venían advirtiendo sobre el peligro
que se cernía sobre N.O., una de las más bellas y queridas
ciudades históricas del país, pero construida por debajo del nivel
del mar, del que la protegían altos terraplenes y diques macizos.
Noé escuchó y se puso a construir el arca según los consejos del
único técnico entonces presente, que era Dios mismo. En los Estados
Unidos no se escuchó a los técnicos, que anunciaban el peligro y
urgían a tomar medidas ante la obsolescencia de los viejos diques.
En consecuencia, llegó el huracán, produjo una catástrofe mayúscula
y ahora se deberá pagar su costo económico, político y moral.
Se afirma, con razón, que Nueva Orleáns, cuna del mejor jazz,
siempre vibró en un delicado equilibrio entre mar y tierra; orden y
desorden; riqueza y pobreza; blancos y negros; la belleza del French
Quarter, con el encaje de sus balcones antiguos, y los rencorosos
barrios marginales; la estupenda comida criolla, rociada con el
hurricane chispeante de ron, y las dietas miserables de quienes
vegetan en los baldíos de la ignorancia y otras carencias. Y fue
visitada por torrenciales columnas de turistas que gozaban de sus
encantos, pero casi nada percibían de sus áreas miserables.
Uno de los efectos nobles del Katrina –si se puede hablar así– es
que por primera vez la sociedad norteamericana en su conjunto ha
tomado conciencia de que los bolsones de pobreza no se limitan a los
homeless y psicóticos que deambulan en las grandes ciudades, sino
que forman grupos considerables en el sur profundo. Constituye parte
del "otro huracán" enterarse súbitamente de que el 28% de la
población de Nueva Orleáns se encuentra por debajo de la línea de
pobreza, comparada con el 9% que corresponde al resto del país; que
el 24% de sus adultos son discapacitados, en comparación con el 19%
del conjunto nacional (cifra que incluye las numerosas víctimas de
guerra). Y ni hablar de la violencia y el desapego a la democracia
representativa. Esas comunidades atrasadas son también parte de una
nación que no las tenía en cuenta, porque pocas personas votan (el
voto es voluntario) y no instalan en el Congreso representantes de
gravitación. Por eso, avisos a toda página, con una pizca de culpa,
afirman que "el pueblo de la costa del Golfo estaba allí por
nosotros; ahora nosotros estaremos allí por ellos".
Los norteamericanos son solidarios, no sería honesto negarles esta
virtud. Enseguida comenzaron a brotar dólares destinados al Sur,
tanto de individuos como de instituciones. Las confesiones
religiosas han convertido a sus iglesias, sinagogas y mezquitas en
centros de recaudación. El presidente, escoltado por Bush padre y
Clinton, puso en marcha una campaña parecida a la que había lanzado
ante los estragos del tsunami en Asia. Basta recorrer las calles y
ver, en casi todos los negocios, bandejas donde la gente deposita
con generosidad sus dólares, con la certeza de que ese dinero genera
suficiente respeto para que nadie los toque o malverse.
Pero los méritos correspondientes a una cultura basada en los
derechos individuales, que potencian la responsabilidad ante el
prójimo, no oculta el hecho de que el azote de Katrina no sólo ha
caído sobre Nueva Orleáns, sino sobre todo el país y muchas de sus
autoridades.
En efecto, N.O. es uno de los principales puertos de la
nación. Su parálisis afectará la importación de una manera radical.
Lo mismo respecto del petróleo que por allí ingresaba, además de las
refinerías, cuya reparación significará bastante tiempo. Ni hablar
sobre las tareas ímprobas que demandará secar la ciudad, cuyo 80%
quedó bajo las aguas. Secado que ya es objeto de iracundas
polémicas, porque a muchos les parece que será inhabitable debido a
la corrosión de los cimientos. A estos aspectos materiales debe
agregarse el más complejo y sensible que representan los cientos de
miles de ciudadanos que se han quedado sin hogar ni bienes ni
trabajo. Sin que haya existido una guerra, los Estados Unidos
tienen, por primera vez, sus propios refugiados, como hasta ahora
los tuvieron de a millones Europa, Asia y Africa. Tendrán que
alimentarlos, darles asistencia médica, reubicarlos, conseguirles
casas, ofrecerles un nuevo trabajo, devolverlos a las escuelas
La magnitud de este rompecabezas no se puede atribuir a un país
enemigo, ni siquiera al terrorismo. Los culpables están en casa. Y
hacia ellos apunta con creciente malhumor la sociedad. La prensa,
que defiende a raja cincha su libertad de decir lo que considera
justo, no escamotea la reproducción de críticas internas y externas.
Esta capacidad para expresarse sin censura es uno de los factores
que atizaron la grandeza del país. No hay día que uno no encuentre
alguna nota donde se critique la renuencia de los gobiernos, tanto
demócratas como republicanos, a frenar la polución que calienta el
planeta; y es esta temperatura creciente la que provoca disturbios
naturales, como el tifón y el huracán. ¿Cuántos Katrina serán
necesarios hasta que se decida un cambio radical? ¿Cuántos Katrina
serán necesarios hasta que se tengan más en cuenta los informes
técnicos y científicos que los lobbies sectoriales?
Imagino los retortijones que padecen innumerables funcionarios,
desde el presidente para abajo, cuando ven ciertas imágenes
difundidas por la prensa y los comentarios que lanzan llamas en
radios, diarios y televisión. Por cierto que las responsabilidades
no son parejas. Aunque la comprensible furia de las víctimas tenga
urgencia por colgar a algunos, ciertas conductas son admirables.
El alcalde de Nueva Orleáns, por ejemplo, es considerado hasta ahora
como una suerte de Rudolph Giuliani, que ha preferido permanecer en
su ciudad arrasada, sin agua ni luz, en vez de mudarse a Baton
Rouge, la capital del Estado.

Tampoco la evacuación fue adecuada. Quienes poseían autos,
camionetas y hasta motocicletas pudieron alejarse más o menos a
tiempo. Pero los que carecían de transporte y de dinero aguardaron
con desesperación los ómnibus y camiones que no llegaban en cantidad
suficiente, con niños en brazos y enfermos tendidos sobre las
veredas. El estadio llamado Superdome se sobrecargó de gente que
confiaba hallar protección por un día y una noche, pero después, no
pudieron salir a las calles convertidas en ríos mugrientos; los
sanitarios no alcanzaban y quedaron sin luz, sin agua, sin comida.
Sin orden ni autoridad. Allí murieron niños, ancianos y enfermos.

Nueva Orleáns empezó a adquirir las tonalidades del báratro cuando
los primeros cadáveres comenzaron su siniestra navegación por las
aguas barrosas. Más horrible cuando esos cadáveres se veían montados
por ratas que les arrancaban voraces la carne hinchada y azul de la
espalda y los muslos. Más horrible todavía cuando las ratas se
aproximaban a los conglomerados de los que aún estaban vivos. Y
junto con las ratas llegaban ondulando las serpientes. El hedor
anticipaba la acelerada reproducción de bacterias y parásitos. La
evacuación se encontraba con personas que no dormían, sino que
habían muerto. Los gritos y sollozos no sólo provenían de quienes no
encontraban a sus familiares, sino de madres que habían entregado a
sus bebes para ser llevados a un hospital, y ya no sabían a cuál.

Es posible que muchos funcionarios se golpeen la cabeza
preguntándose cómo pudieron ser tan negadores y creer que el Katrina
no alcanzaría el grado 5 ni apuntaría a una ciudad importante, y que
los viejos diques de Nueva Orleáns no podían ser quebrados.

Ahora, deberán enfrentar el "otro huracán". Sospechan que su negligencia
tendrá que sufrir sanciones tan fuertes que se parecerán a los
colmillos que exhiben las ratas de los pantanos. Pero si les quedan
vida y posibilidad, sacarán enseñanzas de esta experiencia.............

Saludos :|