Aníbal Reis
13/08/2005, 18:54
Ad Isabellam
Como el soberbio girasol que enhiesto,
lidia los vendavales de noviembre
por contemplar el indiferente astro,
me yergo hacia ti, mi estrella celeste.
Mucho tiempo ha que el brillo de tus ojos
no ahuyenta la tristeza de los míos,
que mueren sin admirar tu semblante:
fino, hermoso, imagen de la pureza.
infausto de mí por amarte, niña,
que el infierno me valga tu desprecio,
pues sólo habrá de lograr que te olvide
el estupor que causa el fuego recio.
Es mi último minuto... y te deseo;
estertores sangrientos quedan presos
en mi boca, del alma salida ahora,
otrora recipiente de tus besos.
Como el soberbio girasol que enhiesto,
lidia los vendavales de noviembre
por contemplar el indiferente astro,
me yergo hacia ti, mi estrella celeste.
Mucho tiempo ha que el brillo de tus ojos
no ahuyenta la tristeza de los míos,
que mueren sin admirar tu semblante:
fino, hermoso, imagen de la pureza.
infausto de mí por amarte, niña,
que el infierno me valga tu desprecio,
pues sólo habrá de lograr que te olvide
el estupor que causa el fuego recio.
Es mi último minuto... y te deseo;
estertores sangrientos quedan presos
en mi boca, del alma salida ahora,
otrora recipiente de tus besos.