atenea12
07/06/2005, 12:04
Cualquier día decidimos no separarnos y hacer de nuestras vidas lo que eran hasta ahora: un compartir, una alegría, el goce más esperado en la semana, una noche llena de sueños...
Defendimos a capa y espada (literalmente hablando), cada una de nuestras ideas que, aunque no fueron colectivas, eran de todos al momento de expresarlas y hacer conocer su posición para con las mismas.
Ella fue la primera en abandonarnos. Una fuerte cuerda amarró su blanco y delicado cuello dejándola sin respiración... su cobarde cuerpo halaba hacia abajo, mientras la, aparentemente indefensa, arma halaba hacia arriba ayudada de un gran mástil que nunca la soltó y que cada segundo le daba más fuerza... la cuerda se sentía incapaz de abandonar su cuello, pues encontró el momento de ser más poderosa que quien había sido su dueña... su alma tan valiente y su cuerpo tan cobarde, fueron a enfrentarse con la muerte, aunque en realidad, no hubo tal enfrentamiento, pues se acercaron a ella y se entregaron, ahorrándole todo el trabajo que esta última debía hacer...
Pensando bien las cosas, yo los abandoné primero. Comencé a acabar con un pacto que no se podía romper. Después de la muerte de mi hermano yo no quería escuchar más voz que la suya, aunque sabía que jamás la escucharía; no quería que ojos diferentes a los suyos me miraran, sabiendo que nunca volvería a ver esos tiernos y cálidos ojos azules... Me alejé de todos, no queriendo saber nada de sus rumbos, de sus fantasías, de sus ideas; sólo quería ser yo en la soledad, en el frío y, ahogarme en esa angustia que inevitablemente me perseguía...
A pesar de esa mirada triste y ofensiva que mantenía cada día, me sentía sin alientos para darle otra oportunidad al mundo que se había derrumbado, algún día, ante mis pies; pero cualquier mañana reaccioné de golpe ante el hilo del melodrama ya comenzado, ella se había esfumado con el viento, ahora sólo quedaban sus ideas rondando por cada una de nuestras cabezas; ahora me sentía, una vez más, abatida por este juego de cartas que no sé jugar; por este juego de cartas, donde el majo siempre hace de las suyas... se alejó, igual que mi hermano, no sé si en circunstancias muy similares o muy diferentes... se alejaron y, aún no comprendo por qué.
La otra, de pronto la única que me quedaba, tomó una decisión que tuvo mi total aprobación, aunque mi corazón – muy egoísta – quisiera dejarla otro momento aquí... Se fue, si sé para qué lugar partió, con qué intenciones y, con quién lo hizo... Se fue, pero sus ideas también quedaron aquí y permanecerán hasta el día que dejen de vivir... ahora sólo me queda su voz, aunque lejana... Se fue, y fue la tercera en hacerlo, o tal vez la segunda, porque yo regresé...
Ella se fue, no sé si en calma... y alma dejó su alma, así como lo hacía cada mañana.
¿Y el amor? Aunque, en mí, sigue vivo, no sé si en esta otra alma – una más, una cuarta o tercera – se fue o, permanezca; no sé si ese otro cuerpo todavía lo sienta... sólo le pido a la vida que si de allí se quiere ir, por favor lo detenga, pues de esa inmensa y hermosa pasión no quiero hablar en pasado...
Defendimos a capa y espada (literalmente hablando), cada una de nuestras ideas que, aunque no fueron colectivas, eran de todos al momento de expresarlas y hacer conocer su posición para con las mismas.
Ella fue la primera en abandonarnos. Una fuerte cuerda amarró su blanco y delicado cuello dejándola sin respiración... su cobarde cuerpo halaba hacia abajo, mientras la, aparentemente indefensa, arma halaba hacia arriba ayudada de un gran mástil que nunca la soltó y que cada segundo le daba más fuerza... la cuerda se sentía incapaz de abandonar su cuello, pues encontró el momento de ser más poderosa que quien había sido su dueña... su alma tan valiente y su cuerpo tan cobarde, fueron a enfrentarse con la muerte, aunque en realidad, no hubo tal enfrentamiento, pues se acercaron a ella y se entregaron, ahorrándole todo el trabajo que esta última debía hacer...
Pensando bien las cosas, yo los abandoné primero. Comencé a acabar con un pacto que no se podía romper. Después de la muerte de mi hermano yo no quería escuchar más voz que la suya, aunque sabía que jamás la escucharía; no quería que ojos diferentes a los suyos me miraran, sabiendo que nunca volvería a ver esos tiernos y cálidos ojos azules... Me alejé de todos, no queriendo saber nada de sus rumbos, de sus fantasías, de sus ideas; sólo quería ser yo en la soledad, en el frío y, ahogarme en esa angustia que inevitablemente me perseguía...
A pesar de esa mirada triste y ofensiva que mantenía cada día, me sentía sin alientos para darle otra oportunidad al mundo que se había derrumbado, algún día, ante mis pies; pero cualquier mañana reaccioné de golpe ante el hilo del melodrama ya comenzado, ella se había esfumado con el viento, ahora sólo quedaban sus ideas rondando por cada una de nuestras cabezas; ahora me sentía, una vez más, abatida por este juego de cartas que no sé jugar; por este juego de cartas, donde el majo siempre hace de las suyas... se alejó, igual que mi hermano, no sé si en circunstancias muy similares o muy diferentes... se alejaron y, aún no comprendo por qué.
La otra, de pronto la única que me quedaba, tomó una decisión que tuvo mi total aprobación, aunque mi corazón – muy egoísta – quisiera dejarla otro momento aquí... Se fue, si sé para qué lugar partió, con qué intenciones y, con quién lo hizo... Se fue, pero sus ideas también quedaron aquí y permanecerán hasta el día que dejen de vivir... ahora sólo me queda su voz, aunque lejana... Se fue, y fue la tercera en hacerlo, o tal vez la segunda, porque yo regresé...
Ella se fue, no sé si en calma... y alma dejó su alma, así como lo hacía cada mañana.
¿Y el amor? Aunque, en mí, sigue vivo, no sé si en esta otra alma – una más, una cuarta o tercera – se fue o, permanezca; no sé si ese otro cuerpo todavía lo sienta... sólo le pido a la vida que si de allí se quiere ir, por favor lo detenga, pues de esa inmensa y hermosa pasión no quiero hablar en pasado...