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Mircko
23/05/2005, 15:57
Dijo Osvaldo Soriano: ”Hay gatos en todas mis novelas. Soy uno de ellos, perezoso y distante. Aunque nunca aprendí la sutileza de la especie. Ahora mismo, una de mis gatas se lava las manos acostada sobre el teclado y tengo que apartarla con suavidad para seguir escribiendo”, y aseguraba “un escritor sin gato es como un ciego sin lazarillo”. También Borges compartía ese sentimiento, (al igual que Cortázar y otros grandes) e inspirado tal vez en su gata Freya, dedicó uno de sus poemas a los mininos. Pero la locura por los felinos no es patrimonio de los escritores, ni de nadie. O mejor dicho, de todos porque cada vez son más los que prefieren la compañía de estos seres de singulares características.

Años atrás, en los setenta, la postal familiar típica incluía además de padre, madre y niños, un perro, de preferencia ovejero alemán. Hoy, no sólo al pobre y noble ovejero parece habérsele acabado el cuarto de hora (entre tanto labrador y retriver de moda) sino que por variadas cuestiones de estilos y formas de vida, la popularidad canina compite cabeza a cabeza con la de los felinos. El Dr. Rubén Mario Gatti (sí, leyó usted bien) es veterinario y como Vicepresidente de la Asociación Argentina de Medicina Felina, tal vez una de las máximas autoridades en el tema, quien confirma la teoría: “El gato doméstico se está ubicando como uno de los más importantes animales de compañía de la actualidad, ocupando en muchos países de occidente el primer lugar luego de desplazar al perro en las últimas décadas del siglo XX”.

Para el Dr. Gatti, los cambios habitacionales y organizativos de las sociedades modernas favorecieron el acercamiento y los fuertes lazos afectivos entre personas y gatos y a esto, agrega que “junto a una serie de condiciones innatas de los felinos, que permiten su adaptación a estos cambios, contribuyeron al avance y posicionamiento de la especie dentro del núcleo familiar humano”. Para muchos de los propietarios de estas mascotas, hay cualidades que se destacan a favor de la compañía gatuna. Una de ellas, es la predisposición de los felinos a hacer sus necesidades siempre en un mismo lugar (cajón sanitario) a diferencia de los perros, que deben salir dos o tres veces por día a la calle para poder hacerlo. A los fines prácticos, esta virtud, es la responsable del desplazamiento de los perros en los departamentos.

El costo de mantenimiento de los animales domésticos, también es determinante y se basa principalmente en el gasto de alimentación. Según el veterinario, el consumo de alimentos es proporcional al tamaño del animal y como el gato es pequeño (entre 3 y 5 kilos) la ingesta es realmente muy baja. A esto se le llama “cualidad económica” y es muy tenida en cuenta por los dueños al igual que la sociabilidad de la especie. En los gatos, se observa una convivencia relativamente armoniosa con el humano y otras mascotas, siempre y cuando se den las condiciones necesarias de espacio, juegos y cuidados. Además, el gato es silencioso, lo que lo hace más aceptado en edificios de departamentos, ya que es muy común la prohibición de perros por los ladridos.

Pero más allá de la relación costo-beneficio de los felinos como compañía para el Hombre, existe una cuota de fascinación y misterio que estos animalitos ejercen en las personas. “El gato, al igual que sus primos salvajes, reúne una serie de cualidades estéticas sumamente valoradas por el ojo humano. La armonía y equilibrio de sus formas produce un efecto de belleza insuperable. La elegancia y plasticidad de sus movimientos que provoca que en ocasiones pareciera estar caminando en el aire, se nos representa como una maquinaria perfecta, sobre todo cuando despliega su destreza predatoria. El comportamiento y la personalidad del felino, tantas veces catalogado de enigmático sigue siendo a través de los siglos un misterio. Sólo se sabe que en su mayor parte está regido por su código genético de conducta y recién en los últimos años empezó a ser interpretado. Este es uno de los grandes desafíos que afronta actualmente la etología” concluye el Dr. Gatti.

Cristina Castro Kehoe es bióloga, pintora, y escritora pero por sobre todas las cosas, amante de los gatos. Escribió dos libros de poemas de amor para gatos y además de criar a sus cuatro hijas, muchos fueron los mininos que pasaron por su vida y definitivamente, la cambiaron. “A través de los gatos, me hice amiga de mucha gente en el exterior que me contactó por mi primer libro “Poemas de amor para gatos”, yo digo que existe una “catnet”. Allí conocí un personaje maravilloso, un pintor español, Abbe Nozal, un hombre con gran chispa y un ácido humor, que siempre dice que h.. de p…hay en todos lados, pero que jamás encontró ningún h de p que amara a los gatos, tal vez sea un poco exagerado pero me gusta pensar que los que amamos a los gatos somos buena gente”, reflexiona la bióloga gatófila.

- El rey Cambises de Persia, (hijo de Ciro el Grande) había sitiado la ciudad egipcia de Pelusio (actual Tisseh) sin poder doblegar a las fuerzas militares. Para frenar el avance de los escuadrones tuvo la brillante idea de poner gatos en cada uno de los escudos de sus soldados, sabiendo de la adoración de los egipcios por los felinos. Fueron 600 soldados con 600 gatos. Al llegar, el ejército contrario, bajo las órdenes de Psametico III, decidió suspender la batalla por temor de herir a los gatos y así, Cambises tomó con absoluta tranquilidad la ciudad de Pelusio (alrededor de 500 años AC).

- En la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra necesitaba la ayuda de Birmania para la construcción de una ruta estratégica para los aliados, pero los birmanos -influenciados por la propaganda japonesa- se negaban a dársela. Fue entonces que un coronel inglés que conocía las costumbres y creencias de los locales, hizo pintar gatos blancos en los vehículos militares y en el trazado de la ruta y se ordenó a los aviadores ingleses y norteamericanos que llevaran gatos blancos a sus bases, de cualquier lugar de donde los pudieran obtener. Como los birmanos consideraban a los gatos como animales sagrados, interpretaron que los dioses estaban del lado de los aliados, ya que los felinos se sentaban cómodamente en sus bases y debido a ello, Inglaterra tuvo la ayuda esperada.