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Mircko
18/04/2005, 12:54
El proceso de elección del heredero del trono de San Pedro tiene reglas centenarias muy claras (aislamiento de los cardenales electores; mayoría de dos tercios; fumata blanca y fumata negra...), pero nada dice la Constitución Apostólica sobre la duración de un cónclave. Si miramos el pasado y observamos la historia de los cónclaves, vemos que, para llegar a un acuerdo, los cardenales electores pueden demorar desde menos de un par de horas hasta... más de dos años.

El cónclave más breve de la historia fue en 1503 y los cardenales apenas tuvieron tiempo para instalarse en la sala de votación cuando ya se estaba pronunciando el tradicional "habemus papam".

El 31 de octubre de ese año fue proclamado papa Julio II y su elección fue poco más que un trámite. Cuenta la historia que, gracias al ofrecimiento de cargos eclesiásticos y a la simonía, es decir, la compra y venta de bienes espirituales y temporales, el papable italiano Giuliano della Rovere sobornó a los electores que, unánimemente, lo entronizaron.

Sobrino del papa Sixto IV (1471-1484), Della Rovere tuvo un ascenso fulgurante en la jerarquía eclesiástica gracias a su habilidad política. Cuando fue designado papa, eligió como nombre Julio II en homenaje al romano Julio César.

Contrariamente a lo ocurrido en 1503, el cónclave iniciado en 1268 entró en la historia por ser el más largo de todos los tiempos: duró dos años, nueve meses y dos días.

Unas semanas después de la muerte de Clemente IV, en noviembre de 1268, los cardenales reunidos en un palacio de la ciudad de Viterbo, al norte de Roma, tuvieron muchas dificultades para llegar a un acuerdo que permitiera designar a un sucesor.

Al cabo de un año con el trono de San Pedro vacante, el señor de Viterbo, Alberto de Montebono, hizo cerrar herméticamente el palacio papal con los cardenales adentro, y les arrojaba comida y bebida bien racionadas a través de una abertura en el techo.

Después de varios meses, exasperadas, las autoridades locales de Viterbo le quitaron el techo al palacio donde estaban sesionando y amenazaron a los electores con no enviar más comida. Finalmente, en 1271, designaron a Gregorio X.

El nuevo papa buscó evitar una repetición del incidente y determinó, en 1274, que los electores deben ser encerrados hasta que decidan la elección.

En su Constitución "Ubi Periculum", se utiliza por primera vez la palabra cónclave en relación con la elección de un papa. Las reglas de esta Constitución eran severas, imponiendo hasta una dieta restringida a los cardenales si no elegían un sucesor con prontitud. Algunas de estas regulaciones cambiaron, pero el concepto del cónclave prevaleció hasta nuestros días.

Mircko
18/04/2005, 14:20
El año 1978 fue llamado el de los tres Papas. Entre el 6 de agosto y el 16 de octubre se vivió un período dramático para la Iglesia, que repercutió causando muchos traumas en el Vaticano. El 6 de agosto murió de un infarto Pablo VI en la residencia estival pontificia de Castelgandolfo, a unos 30 kilómetros de Roma, tras un reinado de 15 años.

Era un momento difícil para la Iglesia tras la agitación que se vivió en los años de antes, durante y después del Concilio Vaticano II, convocado por Juan XIII, Angelo Roncalli, patriarca de Venecia hasta su elección en 1958.

Los dos últimos Cónclaves fueron distintos entre sí. Pablo VI, el Papa Giovanni Montini, había sido elegido en vida por el propio Juan XXIII que quería como sucesor al arzobispo de Milán "para que complete el final del Concilio, que yo no voy a ver". El Papa Bueno murió en junio de 1963 y el Vaticano II concluyó dos años después.

También Pablo VI pensó en su sucesor y eligió a Giovanni Benelli, uno de sus más estrechos colaboradores.

El cardenal Benelli era el líder de las facciones moderada y progresista. Enfrente, la Curia conservadora alzó la candidatura del cardenal Giuseppe Siri, arzobispo de Génova.

El Cónclave, que se inició en la tarde del 25 de agosto de 1978, fue fulminante. Benelli, dándose cuenta de que la ofensiva conservadora podía tener éxito, retiró su candidatura y replegó sobre el patriarca de Venecia, Albino Luciani, ortodoxo pero abierto a la experiencia del Concilio.

Luciani fue el que recibió más sufragios desde la primera votación, con Siri pisándole los talones. El cardenal argentino Eduardo Pironio recibió 4 votos.

Al final de la jornada, en la cuarta votación, una parte de los conservadores se unió al voto en favor de Luciani, que conquistó 101 de los 111 sufragios de los cardenales presentes. Adoptó el nombre de Juan Pablo I y murió de un infarto 33 días después.

El segundo Cónclave de aquel agitado 1978 fue dramático. No hubo compromiso sino opción. Esta vez Giovanni Benelli y Edoardo Siri se enfrentaron abiertamente. Al concluir la primera jornada, el 15 de octubre, con cuatro votaciones, el Cónclave estaba bloqueado por la pelea entre los dos italianos favoritos. El cardenal Franz Koenig, arzobispo de Austria, reunió a varios grupos de cardenales aquella noche y propuso una audacia: elegir a un Papa no italiano, al arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla, de solo 58 años, atlético, pastoral, hijo del Concilio Vaticano II. Hacía 455 años que los Papas eran italianos.

Al dia siguiente, 16 de octubre, el cardenal Wojtyla comenzó a crecer rápidamente y a la cuarta votación de la jornada —la octava del Cónclave—, fue elegido con 99 votos sobre 111.

Mircko
18/04/2005, 14:24
Acostumbrada a recibir a miles de turistas por día, la Capilla Sixtina enfrenta un paisaje a la que está poco acostumbrada. Hoy recibe sólo a los 115 cardenales electores que llevarán adelante la primera votación para elegir al sucesor de Juan Pablo II.

Entre sus maravillosos frescos la capilla alojó hasta hace pocos a días a ruidosos carpinteros y artesanos que prepararon la más extraordinaria mesa electoral del mundo.

Los 115 electores se sentarán en bancas dispuestas en forma de herradura, frente a la mesa de los escrutinios y de la presidencia del Cónclave.

Aunque tienen una ardua tarea por delante, los cardenales podrán distraerse durante las largas y nerviosas horas mirando uno de los lugares más bellos del mundo.

La capilla, uno de los grandes monumentos culturales de la civilización occidental, debe su nombre al Papa Sixto IV della Rovere -pontífice de 1471 a 1484- quien hizo reestructurar la antigua Capilla Magna entre el año 1477 y el 1480.

La decoración del siglo XV de las paredes incluye: las falsas cortinas, las Historias de Moisés y de Cristo y retratos de varios Pontífices.

Los frescos fueron realizados por un equipo de pintores formado originariamente por Pietro Perugino, Sandro Botticelli, Domenico Ghirlandaio, Cosimo Rosselli, asistidos por sus respectivos talleres y por algunos de sus colaboradores más estrechos entre los que destacan Biagio di Antonio, Bartolomeo della Gatta y Lucas Signorelli.

Sobre la bóveda, Pier Matteo d'Amelia pintó un cielo estrellado en 1481 y concluyó su trabajo un año más tarde. A esa época pertenecen también varias obras de mármol como el escudo pontificio encima de la puerta de entrada.

El 15 de agosto de 1483 Sixto IV consagró y dedicó la nueva capilla a la Asunción de la Virgen. Julio II della Rovere (1503-1513), sobrino de Sixto IV, decidió modificar parcialmente la decoración del edificio, confiando el encargo a Miguel Ángel en 1508, quien pintó la bóveda y los domos, en la parte alta de las paredes.

En octubre de 1512 el trabajo había terminado y el día de Todos los Santos (1° de noviembre), Julio II inauguró la Sixtina con una misa solemne. En los nueve recuadros centrales se hallan representadas las Historias del Génesis, desde la Creación hasta la Caída del hombre, el Diluvio y el nuevo renacer de la humanidad con la familia de Noé.

Hacia fines de 1533 Clemente VII de Medici (1523-1534) hizo un nuevo encargo a Miguel Ángel: modificar una vez más la decoración pintando en la pared del altar el Juicio Universal. Esta nueva intervención ocasionó la pérdida de los frescos del siglo XV, es decir, la imagen de la Virgen Asunta entre los Apóstoles y los primeros dos episodios de las Historias de Moisés y Cristo.

El artista inició la grandiosa obra en 1536 durante el pontificado de Pablo III y la concluyó en el otoño de 1541. Miguel Ángel, sirviéndose de sus extraordinarias capacidades artísticas, trató de traducir en formas visibles la invisible belleza y majestad de Dios, y guiado por el Génesis hizo de la Capilla Sixtina "el santuario de la teología del cuerpo humano", como describió en su homilía del 8 de abril de 1994, Juan Pablo II. Los frescos de la Capilla Sixtina fueron restaurados completamente entre 1979 y 1999.

Sobre la pared izquierda de la Capilla se encuentra la estufa en la que se quemarán las papeletas después de cada votación. Salvo hoy que habrá una sola, el resto de los días habrá cuatro por día, dos a la mañana y dos a la tarde. Con la ayuda de productos químicos producirá una fumata negra si el resultado es negativo o una fumata blanca en el caso que el nuevo Papa haya sido elegido.

El viernes, fue colocada la chimenea de bronce que llevará al cielo el esperado humo. Para que nadie se confundiera y pensara que los cardenales habían adelantado el Cónclave, se hicieron pruebas con humos de diferentes colores.

Tres cardenales escrutadores, tres revisores e "infirmari" que deben ir a buscar los votos de algún cardenal enfermo que está en su cama dentro del área del Cónclave, contarán los votos de los purpurados. Cada cardenal escribirá el nombre de su elegido y lo llevará hasta la urna. Al final de se hará el escrutinio, cosiendo los votos para evitar embrollos.

Si uno de los cardenales resultase el elegido, le preguntarán si acepta y cómo quiere llamarse. Después, el nuevo Papa será conducido a la "Camara Lachrimatoria", así llamada porque en el pasado derramaban lágrimas los elegidos. El sastre le ajustará el hábito blanco. Tres talles (chico, mediano y grande) ya están preparados.

Cuando esté listo, el elegido partirá en medio de una procesión hasta el balcón principal. Y el cardenal chileno Jorge Medina Estévez, encargado de hacer el anuncio, exclamará: "¡Habemus Papam!".