jesus.gonzalez
22/03/2005, 01:58
Llegó el final de su historia, junto con el se fueron el romanticismo y las ganas de amar que lo caracterizaban. Probablemente en su firma llevaba marcado su destino.
Loco por sus ganas de perseverar aunque la situación se tornó adversa en repetidas ocasiones. Loco por seguir los latidos de su corazón aunque todos incluyendo su Sirena sabían que su lucha ya estaba perdida desde un inicio. Loco por creer que había encontrado al amor de su vida, a su alma gemela.
La distancia y las circunstancias fueron los agentes mortales que sentenciaron el diagnóstico final del “doctor Tiempo”. Los síntomas agravaron poco a poco el padecimiento de la enfermedad mortal que poco a poco consumía su corazón en medio de convulsiones de pasión, acompañadas de ataques repentinos de esperanza que no hacían más que alargar su agonía en medio de un clima de nostalgia y añoranza por la cura que había perseguido desde el inicio de su padecimiento.
Solitario porque en su funeral solo estuve presente yo quien me había convertido en su mejor amigo. En su epitafio aún se puede apreciar la causa de su deceso: Murió de Amor.
Talvez el no lo sepa, pero en nuestro trayecto juntos por los caminos de su agonía me dejó muchas enseñanzas. Sabes, el Loco Solitario se murió creyendo que en la vida cada uno de nosotros tenemos destinada a una persona especial. Según el no existen eventos ocasionados por la casualidad, sino que cada persona era responsable de edificar el camino que tendría que seguir, algo así como acción y reacción. Él interpretaba cada suceso como una señal que lo motivaba a seguir luchando por su amada, una indicación de que estaba en el camino correcto y que pronto lograría su objetivo.
Me enseñó la magnanimidad del corazón de una persona que ama. Me mostró que el amor nos hace realizar hazañas que nunca creemos lograr en nuestros cinco sentidos. Me enseño que todas las palabras de amor se pueden resumir en una mirada, en un suspiro o en un beso. Logro que creyera que una canción puede ser un himno de amor a la distancia a través de un respiro.
Con frecuencia las personas menospreciaban la magnitud de su amor y le decían frases como “No es lo mismo enamoramiento que amor”, “Estas muy joven, pronto llegará la mujer indicada”, “Ya se te pasará”, “Si es para ti no importa lo que pase, al final estará contigo”. Solo él y yo sabíamos la intensidad de su sentimiento. Tuve oportunidad de acompañarlo en la planeación de cada detalle, cada palabra y cada sorpresa. De la misma manera me asombré junto con el cada que la espontaneidad lo empujaba a decir te quiero en una palabra, en una nota o en una flor. Juntos adornamos su corazón para adorar a su máxima inspiración.
Lo vi llorar, reír y suspirar. Realmente me contagio el optimismo que radiaba antes de morir. Estaba seguro de que su lucha pronto llegaría a su fin, lo que no sabía es que en ese fin no estaba contemplado su éxito. Me consta que no escatimó esfuerzos, talvez sea por este motivo que aún en su funeral su semblante no era el de un hombre derrotado. Murió con cierta satisfacción porque tenía presente que dio todo por conseguir su meta. Las circunstancias ocasionaron su fracaso. Con su vida pagó el precio por seguir los latidos de su corazón.
No creía en el destino porque no le agradaba la idea de no tener el control sobre su vida. Siempre fue un hombre dispuesto a romper con los esquemas y tradiciones. El tiempo no fue un aliado para él, al contrario día con día luchó constantemente contra sus designios.
A mi amigo le hubiera encantado dejar testimonio de su amor, con frecuencia solía pensar que algún día escribiría un libro en donde se mostrará su historia de amor, en el irían todas las cartas, los piropos y detalles que tuvo para con su amada, en pocas palabras… sus emociones.
Recordaré a mi amigo cada que vea el esplendor de la Luna, cada que vea la mirada de una persona enamorada, pues estoy seguro que en algún momento de nuestras vidas todos tenemos algo del “loco solitario”. Lo recordaré cada que una canción logre enamorar a una pareja, cada que un beso resuma la magnitud del universo.
Estoy seguro de que su alma está junto a la mía, porque a cada paso que doy me persigue su filosofía ante la vida.
“Un Loco Solitario”, así firmaba sus cartas. Talvez en algún momento encuentren sus emociones plasmadas en hojas doradas, en el pétalo de una rosa o en una servilleta. Talvez ahora tengas curiosidad por saber como se llamaba ese hombre loco del que te he hablado. En realidad su verdadero nombre no tiene relevancia ahora pues conoces el mío y con eso es más que suficiente.
JESÚS GONZÁLEZ LÓPEZ
SCB*J
“UN LOCO SOLITARIO”
Loco por sus ganas de perseverar aunque la situación se tornó adversa en repetidas ocasiones. Loco por seguir los latidos de su corazón aunque todos incluyendo su Sirena sabían que su lucha ya estaba perdida desde un inicio. Loco por creer que había encontrado al amor de su vida, a su alma gemela.
La distancia y las circunstancias fueron los agentes mortales que sentenciaron el diagnóstico final del “doctor Tiempo”. Los síntomas agravaron poco a poco el padecimiento de la enfermedad mortal que poco a poco consumía su corazón en medio de convulsiones de pasión, acompañadas de ataques repentinos de esperanza que no hacían más que alargar su agonía en medio de un clima de nostalgia y añoranza por la cura que había perseguido desde el inicio de su padecimiento.
Solitario porque en su funeral solo estuve presente yo quien me había convertido en su mejor amigo. En su epitafio aún se puede apreciar la causa de su deceso: Murió de Amor.
Talvez el no lo sepa, pero en nuestro trayecto juntos por los caminos de su agonía me dejó muchas enseñanzas. Sabes, el Loco Solitario se murió creyendo que en la vida cada uno de nosotros tenemos destinada a una persona especial. Según el no existen eventos ocasionados por la casualidad, sino que cada persona era responsable de edificar el camino que tendría que seguir, algo así como acción y reacción. Él interpretaba cada suceso como una señal que lo motivaba a seguir luchando por su amada, una indicación de que estaba en el camino correcto y que pronto lograría su objetivo.
Me enseñó la magnanimidad del corazón de una persona que ama. Me mostró que el amor nos hace realizar hazañas que nunca creemos lograr en nuestros cinco sentidos. Me enseño que todas las palabras de amor se pueden resumir en una mirada, en un suspiro o en un beso. Logro que creyera que una canción puede ser un himno de amor a la distancia a través de un respiro.
Con frecuencia las personas menospreciaban la magnitud de su amor y le decían frases como “No es lo mismo enamoramiento que amor”, “Estas muy joven, pronto llegará la mujer indicada”, “Ya se te pasará”, “Si es para ti no importa lo que pase, al final estará contigo”. Solo él y yo sabíamos la intensidad de su sentimiento. Tuve oportunidad de acompañarlo en la planeación de cada detalle, cada palabra y cada sorpresa. De la misma manera me asombré junto con el cada que la espontaneidad lo empujaba a decir te quiero en una palabra, en una nota o en una flor. Juntos adornamos su corazón para adorar a su máxima inspiración.
Lo vi llorar, reír y suspirar. Realmente me contagio el optimismo que radiaba antes de morir. Estaba seguro de que su lucha pronto llegaría a su fin, lo que no sabía es que en ese fin no estaba contemplado su éxito. Me consta que no escatimó esfuerzos, talvez sea por este motivo que aún en su funeral su semblante no era el de un hombre derrotado. Murió con cierta satisfacción porque tenía presente que dio todo por conseguir su meta. Las circunstancias ocasionaron su fracaso. Con su vida pagó el precio por seguir los latidos de su corazón.
No creía en el destino porque no le agradaba la idea de no tener el control sobre su vida. Siempre fue un hombre dispuesto a romper con los esquemas y tradiciones. El tiempo no fue un aliado para él, al contrario día con día luchó constantemente contra sus designios.
A mi amigo le hubiera encantado dejar testimonio de su amor, con frecuencia solía pensar que algún día escribiría un libro en donde se mostrará su historia de amor, en el irían todas las cartas, los piropos y detalles que tuvo para con su amada, en pocas palabras… sus emociones.
Recordaré a mi amigo cada que vea el esplendor de la Luna, cada que vea la mirada de una persona enamorada, pues estoy seguro que en algún momento de nuestras vidas todos tenemos algo del “loco solitario”. Lo recordaré cada que una canción logre enamorar a una pareja, cada que un beso resuma la magnitud del universo.
Estoy seguro de que su alma está junto a la mía, porque a cada paso que doy me persigue su filosofía ante la vida.
“Un Loco Solitario”, así firmaba sus cartas. Talvez en algún momento encuentren sus emociones plasmadas en hojas doradas, en el pétalo de una rosa o en una servilleta. Talvez ahora tengas curiosidad por saber como se llamaba ese hombre loco del que te he hablado. En realidad su verdadero nombre no tiene relevancia ahora pues conoces el mío y con eso es más que suficiente.
JESÚS GONZÁLEZ LÓPEZ
SCB*J
“UN LOCO SOLITARIO”