Gigabyte
27/07/2004, 13:18
Algunas almas inocentes se asombraron ante la barbarie con que una muchedumbre iraquí capturó,
golpeó, torturó, quemó y colgó de un puente a cuatro denominados “consultores de seguridad” hace
un par de semanas.
Ese asombro se diluyó en tristeza cuando muchos observadores comprendieron que los cuatro
“civiles” eran en verdad mercenarios contratados por empresas privadas norteamericanas dedicadas al
lucrativo negocio de la “seguridad” en Irak.
Fue más fácil entender esa situación cuando se comprende que tales “civiles” no son soldados, no
respetan la Convención de Ginebra ni ninguna ley civilizada y pueden, por tanto, dedicarse a librar
“su” guerra torturando, violando, quemando, golpeando y asesinando a hombres, mujeres y niños de
cualquier nacionalidad, raza o bandera. No hay ley ni autoridad que ponga freno a sus desmanes,
como informa hoy (Abril 19, 2004) el New York Times en su primera plana.
Esa ha sido la principal actividad de esos 20.000 mercenarios llamados “consultores de seguridad”
que cuestan al contribuyente norteamericano cinco mil millones de dólares y son la más reciente
expresión del capitalismo brutal dedicado a la guerra sucia.
Cuando se entiende que tales combatientes han estado asesinando iraquíes durante 365 días y noches
y en todo lugar y circunstancia, se entiende también por qué las autoridades norteamericanas de la
invasión de Irak prefieren no contar los cadáveres ni las víctimas de su “democratización” del país. Es
decir, se entiende el desprecio norteamericano contra los iraquíes y el odio iraquí contra un ejercito
“secreto” de 20.000 asesinos profesionales encargados de “pacificar” al pueblo de Irak.
Son mercenarios de toda nacionalidad y raza, llegados de todas las esquinas del mundo tras el “dinero
fácil” que esta guerra monstruosa del Siglo 21 les ofrece. Son comandos de los Navy Seal de la marina
de guerra de USA. Son Gurkas de Nepal (cito aquí al NYT) Son ex-soldados de Sud Africa, los
dedicados hace un lustro a torturar a los negros de Mandela. Son “civiles” cuya experiencia criminal
proviene de las “fuerzas especiales” (léase criminales) de todos los ejércitos del mundo. Es decir, son
la flor y nata de la criminalidad militar del mundo moderno.
Se mueven por el país en vehículos blindados provistos de todas las armas que el dólar puede
comprar. Tienen sus propios equipos de espionaje e interrogación, sus propios helicópteros y
aviones. Andan sonrientes y amables, una pesadilla de 20.000 torturadores mercenarios libres como
palomas. O como hienas.
Entre las tareas que el Pentágono les ha confiado (tal vez porque no confía en sus propios soldados)
está, claro, la protección personal del jefe de la Autoridad Provisional de la “Coalición” invasora, L.
Paul Bremer III, y toda su plana mayor. Pero su principal tarea es la guerra sucia lanzada contra Irak
y no contra el dictador “made in USA” hoy ya preso y “desaparecido.”
Dada la extorsión a la que USA ha sometido a la mayoría de los países por la que los ciudadanos de
USA (y los asesinos contratados por ese gobierno) no pueden ser juzgados por ningún país que no
sea USA, la pregunta lógica emerge por sí sola: ¿quién juzgará y castigará algún día estos crímenes?
¿Cuántos miles de iraquíes han sido torturados, quemados y asesinados con impunidad por estos
mercenarios?
La principal: ¿Quién le va a poner el cascabel a este gato?
Y aún otra: ¿quién garantiza que lo que hoy sucede en Irak no sucederá mañana en Colombia, Bolivia,
España o cualquier país declarado “terrorista” por el Imperio entre gallos y medianoche?
La situación hoy tiene un solo precedente: la Europa ocupada por los Nazis.
Esa situación forzó a cada ser humano a tomar partido – por la vida o por la muerte; por la dignidad o
por la barbarie – y es una situación que se impone como realidad en el mundo todo. Una coyuntura en
la que no puede haber indiferentes. Sólo hay cómplices o víctimas.
Al parecer, las predicciones bíblicas comienzan a cumplirse al pie de la letra. Pero algunos no las
necesitamos: nos bastan los ojos para ver, los oídos para escuchar y una conciencia no muy tupida
para hablar y actuar. Si nadie protesta y grita hoy, que no se queje mañana si lo torturan, lo violan, lo
queman y asesinan como a un animal dañino. Por lo menos tuvo esta nota como advertencia.
Gigabyte
golpeó, torturó, quemó y colgó de un puente a cuatro denominados “consultores de seguridad” hace
un par de semanas.
Ese asombro se diluyó en tristeza cuando muchos observadores comprendieron que los cuatro
“civiles” eran en verdad mercenarios contratados por empresas privadas norteamericanas dedicadas al
lucrativo negocio de la “seguridad” en Irak.
Fue más fácil entender esa situación cuando se comprende que tales “civiles” no son soldados, no
respetan la Convención de Ginebra ni ninguna ley civilizada y pueden, por tanto, dedicarse a librar
“su” guerra torturando, violando, quemando, golpeando y asesinando a hombres, mujeres y niños de
cualquier nacionalidad, raza o bandera. No hay ley ni autoridad que ponga freno a sus desmanes,
como informa hoy (Abril 19, 2004) el New York Times en su primera plana.
Esa ha sido la principal actividad de esos 20.000 mercenarios llamados “consultores de seguridad”
que cuestan al contribuyente norteamericano cinco mil millones de dólares y son la más reciente
expresión del capitalismo brutal dedicado a la guerra sucia.
Cuando se entiende que tales combatientes han estado asesinando iraquíes durante 365 días y noches
y en todo lugar y circunstancia, se entiende también por qué las autoridades norteamericanas de la
invasión de Irak prefieren no contar los cadáveres ni las víctimas de su “democratización” del país. Es
decir, se entiende el desprecio norteamericano contra los iraquíes y el odio iraquí contra un ejercito
“secreto” de 20.000 asesinos profesionales encargados de “pacificar” al pueblo de Irak.
Son mercenarios de toda nacionalidad y raza, llegados de todas las esquinas del mundo tras el “dinero
fácil” que esta guerra monstruosa del Siglo 21 les ofrece. Son comandos de los Navy Seal de la marina
de guerra de USA. Son Gurkas de Nepal (cito aquí al NYT) Son ex-soldados de Sud Africa, los
dedicados hace un lustro a torturar a los negros de Mandela. Son “civiles” cuya experiencia criminal
proviene de las “fuerzas especiales” (léase criminales) de todos los ejércitos del mundo. Es decir, son
la flor y nata de la criminalidad militar del mundo moderno.
Se mueven por el país en vehículos blindados provistos de todas las armas que el dólar puede
comprar. Tienen sus propios equipos de espionaje e interrogación, sus propios helicópteros y
aviones. Andan sonrientes y amables, una pesadilla de 20.000 torturadores mercenarios libres como
palomas. O como hienas.
Entre las tareas que el Pentágono les ha confiado (tal vez porque no confía en sus propios soldados)
está, claro, la protección personal del jefe de la Autoridad Provisional de la “Coalición” invasora, L.
Paul Bremer III, y toda su plana mayor. Pero su principal tarea es la guerra sucia lanzada contra Irak
y no contra el dictador “made in USA” hoy ya preso y “desaparecido.”
Dada la extorsión a la que USA ha sometido a la mayoría de los países por la que los ciudadanos de
USA (y los asesinos contratados por ese gobierno) no pueden ser juzgados por ningún país que no
sea USA, la pregunta lógica emerge por sí sola: ¿quién juzgará y castigará algún día estos crímenes?
¿Cuántos miles de iraquíes han sido torturados, quemados y asesinados con impunidad por estos
mercenarios?
La principal: ¿Quién le va a poner el cascabel a este gato?
Y aún otra: ¿quién garantiza que lo que hoy sucede en Irak no sucederá mañana en Colombia, Bolivia,
España o cualquier país declarado “terrorista” por el Imperio entre gallos y medianoche?
La situación hoy tiene un solo precedente: la Europa ocupada por los Nazis.
Esa situación forzó a cada ser humano a tomar partido – por la vida o por la muerte; por la dignidad o
por la barbarie – y es una situación que se impone como realidad en el mundo todo. Una coyuntura en
la que no puede haber indiferentes. Sólo hay cómplices o víctimas.
Al parecer, las predicciones bíblicas comienzan a cumplirse al pie de la letra. Pero algunos no las
necesitamos: nos bastan los ojos para ver, los oídos para escuchar y una conciencia no muy tupida
para hablar y actuar. Si nadie protesta y grita hoy, que no se queje mañana si lo torturan, lo violan, lo
queman y asesinan como a un animal dañino. Por lo menos tuvo esta nota como advertencia.
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