elconphidencial
23/07/2004, 13:16
Me gustaría invitarles a leer y opinar sobre los artículos de mi blog de opinión:
http://elconphidencial.spymac.org/blog
Les dejo uno de mis últimos artículos:
Los señores de la pluralidad:
En los últimos meses, dos palabras se han puesto de moda en España (permítanme que durante este artículo me refiera así a lo que los retro-progres denominan Estado Español). Estas palabras no son otras que talante y pluralidad. Sorprendido, ¿verdad?
Talante y pluralidad son palabras comodines. Son ese tipo de palabras que le sacan a uno de más de un apuro, de esas que arrancan los aplausos del auditorio más reacio. Anteriormente ya tuvimos palabras de este calibre, como dinámico y auténtico, que nadie acierta a saber qué significan pero que quedan magníficamente en cualquier presentación de empresa.
Permítanme que hable en estas líneas de la pluralidad, ya que del talante se ocupa amplia y prolijamente nuestro talentoso Presidente del Gobierno.
Según se nos bombardea, ser plural es ser moderno, progresista, tolerante, multilingüe y toda una panoplia de adjetivos, a saber, positivos. Lo contrario de plural es homogéneo, plano, obtuso, rancio y hasta reaccionario. Con todo el respeto a la pluralidad, en lo que se refiere a la política y a los derechos de los ciudadanos, me inclino por la igualdad, es decir, la no pluralidad. En la historia, encontramos ejemplos de sociedades muy plurales, en la que todo tipo de ciudadanos (de primera, de segunda… de quinta) convivían en sistemas plurales, y no por ello más justos. Son esas sociedades feudales o caciquiles en las que la igualdad y la homogeneidad brillaban por su ausencia.
Agotada mi cuota de demagogia, paso a concentrarme en la idea que deseo expresar. Me refiero al engaño de la pluralidad como fin último de las sociedades. No señores. No confundan pluralidad con exclusión. No confundan pluralidad con racismo. No confundan pluralidad con odio al vecino. No sean zoquetes señores de la pluralidad. En este país, España, podemos sentirnos orgullosos de contar con uno de los patrimonios históricos y culturales más importantes de los que ha dado la humanidad. Nos ha acompañado durante siglos, y lo seguirá haciendo en tiempos venideros sumando granos a este inmenso granero de la cultura que es España. No se crean más especiales de lo que en realidad son, señores de la pluralidad. No son ustedes más especiales de lo que lo fueron cartagineses, romanos o la legión de genios que pusieron letras a nuestro Siglo de Oro. No se crean el ombligo del mundo. Les hago una propuesta: escriban en un libro todas las peculiaridades y particularidades con las que dicen contar. A continuación, haremos lo mismo con el resto de pueblos de España. Prometo leerme su fascículo si ustedes, con el mismo ahínco, se sumergen en las páginas de la enciclopedia de particularidades ajenas. Es posible que después de ese ejercicio intelectual, hagan otro ejercicio, ahora de modestia, para reconocer que lo suyo no era para tanto. Si con alguno de estos modernos programas estadísticos fuéramos capaces de correlar todas esas supuestas peculiaridades con las peculiaridades del conjunto de España, obtendríamos la correlación más perfecta hasta hoy conocida. Y es que tres mil años de historia dan para parecerse.
Les aseguro que todos y cada uno de los pueblos tienen unas tradiciones maravillosas y milenarias. ¿Son estas costumbres y folclores varios suficientes para colocar una frontera con sus vecinos? ¿Son esas particularidades tan maravillosas que el resto de los mortales españoles hemos de enseñar nuestro pasaporte antes de cruzar la línea que separa la tierra firme del paraíso? Créanme, no.
Todo ello, señores de la pluralidad, me lleva a invitarles a que formen parte, con una buena sonrisa y con mayor talante, de este gran proyecto llamado España. No les pido nada que no lleven haciendo sus antepasados durante más de 3000 años. Se lo aseguro, además de un gran gesto de pluralidad por su parte, será algo fácil, señores de la pluralidad.
Saludos conphidenciales.
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Les dejo uno de mis últimos artículos:
Los señores de la pluralidad:
En los últimos meses, dos palabras se han puesto de moda en España (permítanme que durante este artículo me refiera así a lo que los retro-progres denominan Estado Español). Estas palabras no son otras que talante y pluralidad. Sorprendido, ¿verdad?
Talante y pluralidad son palabras comodines. Son ese tipo de palabras que le sacan a uno de más de un apuro, de esas que arrancan los aplausos del auditorio más reacio. Anteriormente ya tuvimos palabras de este calibre, como dinámico y auténtico, que nadie acierta a saber qué significan pero que quedan magníficamente en cualquier presentación de empresa.
Permítanme que hable en estas líneas de la pluralidad, ya que del talante se ocupa amplia y prolijamente nuestro talentoso Presidente del Gobierno.
Según se nos bombardea, ser plural es ser moderno, progresista, tolerante, multilingüe y toda una panoplia de adjetivos, a saber, positivos. Lo contrario de plural es homogéneo, plano, obtuso, rancio y hasta reaccionario. Con todo el respeto a la pluralidad, en lo que se refiere a la política y a los derechos de los ciudadanos, me inclino por la igualdad, es decir, la no pluralidad. En la historia, encontramos ejemplos de sociedades muy plurales, en la que todo tipo de ciudadanos (de primera, de segunda… de quinta) convivían en sistemas plurales, y no por ello más justos. Son esas sociedades feudales o caciquiles en las que la igualdad y la homogeneidad brillaban por su ausencia.
Agotada mi cuota de demagogia, paso a concentrarme en la idea que deseo expresar. Me refiero al engaño de la pluralidad como fin último de las sociedades. No señores. No confundan pluralidad con exclusión. No confundan pluralidad con racismo. No confundan pluralidad con odio al vecino. No sean zoquetes señores de la pluralidad. En este país, España, podemos sentirnos orgullosos de contar con uno de los patrimonios históricos y culturales más importantes de los que ha dado la humanidad. Nos ha acompañado durante siglos, y lo seguirá haciendo en tiempos venideros sumando granos a este inmenso granero de la cultura que es España. No se crean más especiales de lo que en realidad son, señores de la pluralidad. No son ustedes más especiales de lo que lo fueron cartagineses, romanos o la legión de genios que pusieron letras a nuestro Siglo de Oro. No se crean el ombligo del mundo. Les hago una propuesta: escriban en un libro todas las peculiaridades y particularidades con las que dicen contar. A continuación, haremos lo mismo con el resto de pueblos de España. Prometo leerme su fascículo si ustedes, con el mismo ahínco, se sumergen en las páginas de la enciclopedia de particularidades ajenas. Es posible que después de ese ejercicio intelectual, hagan otro ejercicio, ahora de modestia, para reconocer que lo suyo no era para tanto. Si con alguno de estos modernos programas estadísticos fuéramos capaces de correlar todas esas supuestas peculiaridades con las peculiaridades del conjunto de España, obtendríamos la correlación más perfecta hasta hoy conocida. Y es que tres mil años de historia dan para parecerse.
Les aseguro que todos y cada uno de los pueblos tienen unas tradiciones maravillosas y milenarias. ¿Son estas costumbres y folclores varios suficientes para colocar una frontera con sus vecinos? ¿Son esas particularidades tan maravillosas que el resto de los mortales españoles hemos de enseñar nuestro pasaporte antes de cruzar la línea que separa la tierra firme del paraíso? Créanme, no.
Todo ello, señores de la pluralidad, me lleva a invitarles a que formen parte, con una buena sonrisa y con mayor talante, de este gran proyecto llamado España. No les pido nada que no lleven haciendo sus antepasados durante más de 3000 años. Se lo aseguro, además de un gran gesto de pluralidad por su parte, será algo fácil, señores de la pluralidad.
Saludos conphidenciales.