KAPPA
25/02/2004, 14:41
Esto me lo envió un gran amigo que a veces anda por lo foros y al que le mando un beso grande. Me pareció que debía compartirlo con ustedes:
"Un gran maestro paseaba por el bosque con su más fiel discípulo a quien le comentaba la importancia de visitar lugares y conocer personas y de las oportunidades de aprendizaje que se pueden tener a través de estas experiencias, cuando de repente, a lo lejos, vio una casa de apariencia muy pobre y decidió hacer una breve visita al lugar.
Cuando llegaron ahí, pudieron constatar la pobreza del sitio, de la casa y de los habitantes del lugar: una pareja y tres hijos, quienes con su ropa sucia y rasgada, ratificaban la pobreza imperante en el lugar.
El maestro le preguntó al jefe de familia:
-¿Cómo hacen usted y su familia para sobrevivir?, veo que aquí no hay posibilidades de trabajar o de comercializar algo.
-Mire usted, nosotros tenemos una vaquita que nos da buena leche al día, una parte la vendemos en la ciudad vecina, y con el resto hacemos quesos y de ellos nos alimentamos.
El maestro, después de contemplar el lugar otra vez, se despidió agradecido de la charla que tuvo con ellos y se retiró con su discípulo.
Después de alejarse un poco, volteó hacia su alumno y le ordenó:
-Busca la vaquita, llévala frente a aquel precipicio y empújala al barranco.
El joven asustado, miró al maestro y le cuestionó con la mirada la orden recibida pero al ver los ojos serenos y el silencio del maestro, fue y cumplió el mandato. Con lágrimas en los ojos vio morir al pobre animal.
Aquella escena quedó grabada permanentemente en su memoria y en su corazón, tanto que años después decidió volver al mismo bosque para pedirle perdón a la familia que él tan gravemente había agraviado.
Así lo hizo y al acercarse al lugar, vio un sitio muy hermoso, con muchos árboles frutales, una casa grande, firme y segura, hasta un carro tenían a la puerta. El muchacho se apesadumbró aún más, pues pensó que la humilde
familia había tenido que vender la finca al haber perdido a quien era su sustento.
Pero cuál no sería su sorpresa al escuchar del señor que lo recibió a la puerta de la casa:
-No joven, aquella familia no se ha ido, esa familia somos nosotros.
Recordará que teníamos una vaquita, pero aquella cayó por el precipicio y murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de buscar hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos; así alcanzamos el éxito que sus ojos están admirando ahora".
El mensaje concluye:
"Todos tenemos una vaquita que nos proporciona algunas cosas, algunas satisfacciones, pero al aferrarnos a ella convertimos esa convivencia en una rutina, nos hacemos dependientes.
No reduzca su vida a lo que esa rutina le depara.
Descubra cuál es su vaquita y láncela por el precipicio".
Kappa
Devoradora de mundos...
"Un gran maestro paseaba por el bosque con su más fiel discípulo a quien le comentaba la importancia de visitar lugares y conocer personas y de las oportunidades de aprendizaje que se pueden tener a través de estas experiencias, cuando de repente, a lo lejos, vio una casa de apariencia muy pobre y decidió hacer una breve visita al lugar.
Cuando llegaron ahí, pudieron constatar la pobreza del sitio, de la casa y de los habitantes del lugar: una pareja y tres hijos, quienes con su ropa sucia y rasgada, ratificaban la pobreza imperante en el lugar.
El maestro le preguntó al jefe de familia:
-¿Cómo hacen usted y su familia para sobrevivir?, veo que aquí no hay posibilidades de trabajar o de comercializar algo.
-Mire usted, nosotros tenemos una vaquita que nos da buena leche al día, una parte la vendemos en la ciudad vecina, y con el resto hacemos quesos y de ellos nos alimentamos.
El maestro, después de contemplar el lugar otra vez, se despidió agradecido de la charla que tuvo con ellos y se retiró con su discípulo.
Después de alejarse un poco, volteó hacia su alumno y le ordenó:
-Busca la vaquita, llévala frente a aquel precipicio y empújala al barranco.
El joven asustado, miró al maestro y le cuestionó con la mirada la orden recibida pero al ver los ojos serenos y el silencio del maestro, fue y cumplió el mandato. Con lágrimas en los ojos vio morir al pobre animal.
Aquella escena quedó grabada permanentemente en su memoria y en su corazón, tanto que años después decidió volver al mismo bosque para pedirle perdón a la familia que él tan gravemente había agraviado.
Así lo hizo y al acercarse al lugar, vio un sitio muy hermoso, con muchos árboles frutales, una casa grande, firme y segura, hasta un carro tenían a la puerta. El muchacho se apesadumbró aún más, pues pensó que la humilde
familia había tenido que vender la finca al haber perdido a quien era su sustento.
Pero cuál no sería su sorpresa al escuchar del señor que lo recibió a la puerta de la casa:
-No joven, aquella familia no se ha ido, esa familia somos nosotros.
Recordará que teníamos una vaquita, pero aquella cayó por el precipicio y murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de buscar hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos; así alcanzamos el éxito que sus ojos están admirando ahora".
El mensaje concluye:
"Todos tenemos una vaquita que nos proporciona algunas cosas, algunas satisfacciones, pero al aferrarnos a ella convertimos esa convivencia en una rutina, nos hacemos dependientes.
No reduzca su vida a lo que esa rutina le depara.
Descubra cuál es su vaquita y láncela por el precipicio".
Kappa
Devoradora de mundos...