gabriela isabel
11/01/2004, 15:45
Cuándo hay problemas sexuales aumentan los celos?
Efectivamente, en la medida en que confrontamos dificultades sexuales,en la medida en que nos sentimos frustrados eróticamente que no creemos poder satisfacer las necesidades íntimas de nuestra pareja,en esa medida aumenta también nuestra inseguridad y los celos.
Al fin y al cabo, estos dos últimos términos están estrechamente vinculados.
Cuanta más inseguridad (más temor)… más celos.
¿Cuales ideas empiezan a desfilar insistentemente en la psique de la mujer con dificultades orgásmicas?
Pues, que su pareja la abandonará tarde o temprano, al descubrirle sus conflictos íntimos, y que todo es
cuestión de que aparezca su sustituta.Mientras tanto, evade el sexo o finge orgasmos.
Se siente insegura comienza a celar involuntariamente al hombre, aun cuando éste no le haya dado motivos.
El hombre, al desconocer esta dinámica sexual oculta,se incomoda al verse frecuentemente interrogado por su consorte y terminando tildando de “cuaima” a su pareja temerosa. Nada de cierto hay en este escenario manchado y distorsionado.
Pues ni la dama está actuando de mala fe, ni el hombre está consciente del problema y su origen.
Efectivamente, en la medida en que confrontamos dificultades sexuales,en la medida en que nos sentimos frustrados eróticamente que no creemos poder satisfacer las necesidades íntimas de nuestra pareja,en esa medida aumenta también nuestra inseguridad y los celos.
Al fin y al cabo, estos dos últimos términos están estrechamente vinculados.
Cuanta más inseguridad (más temor)… más celos.
¿Cuales ideas empiezan a desfilar insistentemente en la psique de la mujer con dificultades orgásmicas?
Pues, que su pareja la abandonará tarde o temprano, al descubrirle sus conflictos íntimos, y que todo es
cuestión de que aparezca su sustituta.Mientras tanto, evade el sexo o finge orgasmos.
Se siente insegura comienza a celar involuntariamente al hombre, aun cuando éste no le haya dado motivos.
El hombre, al desconocer esta dinámica sexual oculta,se incomoda al verse frecuentemente interrogado por su consorte y terminando tildando de “cuaima” a su pareja temerosa. Nada de cierto hay en este escenario manchado y distorsionado.
Pues ni la dama está actuando de mala fe, ni el hombre está consciente del problema y su origen.