RodolfoCarmona
28/02/2003, 20:54
Imponemos demasiadas cosas a las cosas,
nombramos con excesiva liturgia los secretos,
adquirimos la gravedad de los santones
en cada ocasión que acertamos a ver lo cotidiano.
Sobran la mitad de las palabras,
sobran las tres cuartas partes de los versos,
un sinfin de frases huecas y distantes,
incapaces de ver salir el sol sin marchitarse.
Imponemos la corona de laurel y el oro altivo
a lo que huye de esa misma pesadilla
que troca de ceremonioso y sagrado lo sencillo.
Sobran casi todas las teorías y supuestos
que explican con teoremas el color de las estrellas
y el temblor de dos cuerpos en mitad de las batallas.
nombramos con excesiva liturgia los secretos,
adquirimos la gravedad de los santones
en cada ocasión que acertamos a ver lo cotidiano.
Sobran la mitad de las palabras,
sobran las tres cuartas partes de los versos,
un sinfin de frases huecas y distantes,
incapaces de ver salir el sol sin marchitarse.
Imponemos la corona de laurel y el oro altivo
a lo que huye de esa misma pesadilla
que troca de ceremonioso y sagrado lo sencillo.
Sobran casi todas las teorías y supuestos
que explican con teoremas el color de las estrellas
y el temblor de dos cuerpos en mitad de las batallas.