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Zahra
15/02/2003, 21:19
Avanzaba a paso ligero aunque sin prisas, apreciando la tranquilidad de la gran avenida en pleno auge estival. Se hacía mas amplia la calle. El aire templado arrastraba un casto y suave perfume de los jardines. A esas horas en que la gente empieza a desperezarse de la sobremesa y aún promete tiempo por delante, a esas horas, ella necesitaba su cama.
Abrumada tras haber pasado mas tiempo que de costumbre en el trabajo, y su demora, respiraba hondo agradeciendo el roce de la brisa.
El silencio roto por el motor de un vehículo aislado llamó a su ensimismado estado. Poco le costó unirlo de nuevo. La música lejana, cada vez mas cerca, que escapaba por las hojas abiertas de una alta balconera, alivió sus oidos. Indujo la imaginación a otra historia.
Apaciguó el paso hasta detenerse frente a los escaparates en los que solo reparaba en algunas ocasiones para mirar de reojo el reflejo de su silueta. Fijó la mirada en su interior. Mirando sin ver. Balanceó los hombros despacito, susurrando un ligero acompañamiento a la melodía. Sonrió imaginándose junto al caballero que como ella, seguía la letra de la música procedente de su propio transistor. Por el potente tono de voz seguro que sería un señor de buche prominente y descubierto, calzón corto y a punto de afeitarse. La sonrisa crecíó casi al punto de convertirse en carcajada cuando el estribillo de la canción en inglés, tatareada por el hombre, parecíase a un lenguaje troglodita. Llevada por la fantasía y el entusiasmo cada vez mas acrecentado del acompañante, se vió dentro de un cuarto de baño. Azulejos turquesa, un pequeño espejo oxidado y lo necesario para la higiene. La brocha de afeitar servía de micrófono para él, la toalla blanca de faldita para ella, el inhodoro de podium, la cadena
de la cisterna el micro de la go-gó. Cantaban, si.Cantaban y bailaban al ritmo hortera de la canción del verano. Y cada vez que llegaba el estribillo, ella reía carcajadas.
Terminó la canción y seguía frente al escaparate. Suspiró satisfecha. Se oía al locutor de fondo dando paso a la siguiente canción, aprovechando para saludar a los que escuchaban su emisora desde la playa. Sintió más despejada la mente, menos ganas de llegar a casa, a su cama. Olvidó su cansancio y la rabieta por su demora.
La curiosidad por la próxima melodía retuvo su marcha. Mientras reparaba despues de mirar sin verlos, la variedad de colores y modelos en teléfonos moviles que existían en el mercado, un grito efusivo desde las alturas estremeció su cuerpo olvidado por el silencio.
-¡¡Mamá!!-
Un giro automático levantando la cabeza, intentando descubrir la procedencia del culpable de sus palpitaciones, la dejó absorta. Nadie. Ni un sólo rastro. Recorrió con la mirada desde el primero al quinto balcón, sus laterales y todo seguía con la misma quietud. Delvolvió la mirada al interior del establecimiento. El transistor ya no sonaba, pero seguía inerte frente al escaparate. De pronto escuchó el correr de unos pasos y sin darle tiempo a girarse de nuevo, unos brazos menudos presionaron con fuerza rodeando sus nalgas.
La misma voz, la misma palabra repetida con la misma efusión.
-¡¡Mamá, mamá, mamá...!!- Un niño de pelo pincho y lentes redondas, la hizo sentir prisionera de una confusión inocente. De nuevo las palpitaciones y las miradas sin ver, conmoción. Dudas de como encontrar en segundos la decisión mas acertada para no decepcionar al chiquillo.
-¡¡Claudio, Claudio!!- tras ella llamaron al niño. El chorro de voz era la de su acompañante de estribillo troglodita. Claudio seguía amarrado a la que creía era su madre.
-Claudio, por favor, esta mujer no es mamá- Desenredó rápidamente sus dedos y sus brazos, empapando el sudor del cuerpecito en la suave y caida tela que cubría las piernas de ella.
Fue entonces cuando sintió la libertad de girarse. Frente a padre e hijo reinó de nuevo el silencio. Las miradas suplieron a las palabras.
Claudio se escondió tras las piernas de su padre. El hombre, que nada se asemejaba al de su fantasía, pidió disculpas tras el breve silencio:
-Hace tiempo que no la vé. Faltan tres días para que llegue.
Pasará un mes con ella en Italia y está excitado por la novedad.
Supongo que su melena lo llevó a la confusión. Lo siento, ya sabe los niños...-
Sin decir nada, se agachó la mujer, hasta la altura del pequeño, introdujo sus dedos entre los de Claudio y el pantalón del padre.
-¡Ey!- le susurró señalando el dibujo de la camiseta del niño.
-¡Que guerrero mas fuerte!- entre tímido y avergonzado por su error, el niño añadió:
-¡Mira que espada tan grande!- Salió de las piernas de su padre para mostrársela.
-Pero.... ¿y el dragón?- preguntó ella. El chiquillo retorció la camiseta y dijo:
-No hay, no tiene dragón-
-¿Te dibujo uno aquí?- dirigió sus dedos al hombro del niño. Éste, con la mirada, pidió permiso a su padre, el cuál asintió con la cabeza.
Sentados en el bordillo, sacó del bolso su inseparable herramienta.
Claudio le pedía que el dragón fuese de dientes enormes y mucho fuego. El padre perseguía la ternura de aquellas manos trazando la figura. El hijo,con sonrisa traviesa, miraba emocionado como avanzaba su provisional tatuaje.
-¿Hasta cuando tendré aquí mi dragón?- preguntó abriendo los ojos esperando una contestación que le confirmase larga permanencia.
-Hasta que te bañes- dijo ella. Claudio miró hacia el suelo, sujetando el brazo izquierdo con su mano derecha una vez concluido el dibujo.
Subió la mirada hacia su padre preguntando:
-Entonces, ¿no se lo podré enseñar a mamá?-
-Me temo que no- contestó el hombre pidiéndole con el gesto conformismo.
-Pero no te preocupes Claudio, aunque se borre y no se vea, el dragón ya ha penetrado a través de tu piel y sigue dentro- Intervino ella
-¡Pero mamá no puede meter los ojos dentro de mi brazo!-.

Ambas miradas adultas se cruzaron en busca de una solución. Mas silencio confuso y extravagante. El problema por segundos quedaba estéril interferido en desconcierto. Huía de sus mentes dejando sitio a extrañas sensaciones. Un humo mágico conseguía esconder al dragón, la brisa difuminaba figuras dejando rastros en las pupilas brillantes y dilatadas.
Ardía el aire, ardía la tarde y el calor del fuego, devolvió la figura del dragón.

A esas horas en que los niños duermen, posaba en la pared una cartulina pintada. El guerrero, su espada, el dragón y hasta un águila.La imagen polvorienta era la escena de un juego fantástico
en plena batalla.

A esas horas, el transistor regalaba la crujiente voz de Janis Joplin y su "Little girl blue" . Unos brazos enredados, roce de nalgas y suaves caricias de labios. Nadie tatareaba.