siraromana
03/01/2003, 13:40
"Ella"
La pobre. Apenas logra distinguir entre el humo y la velocidad de la luz. Su andamiaje muscular, anegado de inverosìmiles exigencias, otrora radiante de espejismos ahora aguarda. Distanciado en la melodìa de los gorriones que trinan de felicidad en el àrbol del patio.
En el cielo,una gama de colores (que no rebasan las tonalidades del gris) apuntalan las paredes de un corredor de espacios cuatridimensionales. "Ella" divaga. No sabe a què atenerse, de la misma manera en que no sabe cuàntas horas marca el reloj. Y lo peor de todo es que nadie se percata de que aùn existe, aunque lànguida y colmada de malos augurios. Entre el gris y el mes de octubre quedaron hilvanes sueltos; la madrugada, por ejemplo. O el carcomido cestico del pan, tejido a dos manos en mimbre, hoy tambièn vacìo. Y en la superficie del espejo permanecen las huellas de su mano derecha desde aquella tarde en que, queriendo sacarle brillo con una tira de gasa, supo que no lo lograrìa. "Es mejor una hoja de papel periòdico mojada"... Los cinco dedos de su mano derecha...!Malditos fugitivos! Los mismos de tocar el piano y de hacer nudos en la rebeldìa de un cabello renuente a usar el peine. Y nosotros nada podemos hacer. Sòlo una mueca. La mueca de los renegados. Y si estamos aquì (con "ella) es para reconocer que està perdida, la pobre. Porque fue expulsada de su paraìso y ahora anda toscamente vestida, con ese atuendo de lienzo gris oscuro, casi gris-humo como el mes de octubre. Y sobre todo porque fue obligada a dejar atràs un paìs de milagros e irreverencias. Todo por andar en un solo pie durante horas, recorriendo uno a uno los mosaicos de un antiguo pabellòn. Y asì la encontraron "ellos". Con la mirada perdida en el suelo. Entonces (y ya sabemos que siempre hay quien nos quiere bien)alguien decidiò que lo mejor era llamar a los de inmigraciòn.
siraromana
La pobre. Apenas logra distinguir entre el humo y la velocidad de la luz. Su andamiaje muscular, anegado de inverosìmiles exigencias, otrora radiante de espejismos ahora aguarda. Distanciado en la melodìa de los gorriones que trinan de felicidad en el àrbol del patio.
En el cielo,una gama de colores (que no rebasan las tonalidades del gris) apuntalan las paredes de un corredor de espacios cuatridimensionales. "Ella" divaga. No sabe a què atenerse, de la misma manera en que no sabe cuàntas horas marca el reloj. Y lo peor de todo es que nadie se percata de que aùn existe, aunque lànguida y colmada de malos augurios. Entre el gris y el mes de octubre quedaron hilvanes sueltos; la madrugada, por ejemplo. O el carcomido cestico del pan, tejido a dos manos en mimbre, hoy tambièn vacìo. Y en la superficie del espejo permanecen las huellas de su mano derecha desde aquella tarde en que, queriendo sacarle brillo con una tira de gasa, supo que no lo lograrìa. "Es mejor una hoja de papel periòdico mojada"... Los cinco dedos de su mano derecha...!Malditos fugitivos! Los mismos de tocar el piano y de hacer nudos en la rebeldìa de un cabello renuente a usar el peine. Y nosotros nada podemos hacer. Sòlo una mueca. La mueca de los renegados. Y si estamos aquì (con "ella) es para reconocer que està perdida, la pobre. Porque fue expulsada de su paraìso y ahora anda toscamente vestida, con ese atuendo de lienzo gris oscuro, casi gris-humo como el mes de octubre. Y sobre todo porque fue obligada a dejar atràs un paìs de milagros e irreverencias. Todo por andar en un solo pie durante horas, recorriendo uno a uno los mosaicos de un antiguo pabellòn. Y asì la encontraron "ellos". Con la mirada perdida en el suelo. Entonces (y ya sabemos que siempre hay quien nos quiere bien)alguien decidiò que lo mejor era llamar a los de inmigraciòn.
siraromana